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Los errores que el PP podía haber evitado

Pablo Casado, presidente del Partido Popular, da cuenta del descalabro electoral sufrido el 28 de abril por la formación. / EFE

Pablo Casado, presidente del Partido Popular, da cuenta del descalabro electoral sufrido el 28 de abril por la formación. / EFE

Pues ya ha pasado la primera de las cuatro convocatorias electorales de ámbito nacional o europeo de 2019. No voy a contarles lo que de sobra saben desde el domingo 28 de abril y que ya han analizado en Actuall plumas mejores que la mía como las de los politólogos Carlos Beltramo y Carlos Polo, o las de los periodistas Jaume Vives, Alfonso Basallo, Luis Losada y el propio director de este periódico, Nicolás de Cárdenas.

Me gustaría más bien detenerme en la reacción del Partido Popular, que como saben ha obtenido tan sólo 66 diputados, el peor resultado de su historia. Soy de los que creen que Pablo Casado, que no lleva ni un año al frente de la formación ‘popular’, no es el único responsable del desastre. Por cierto, tampoco es Vox el culpable de que no hayan obtenido más votos. ¿Por qué no se reprocha a Ciudadanos que también haya obtenido apoyos que antes recibían en Génova? La pataleta de echarle la culpa a “los otros” es propia de adolescentes. ¿O es que los votantes de centro derecha tenían un contrato firmado de por vida con el PP?

A estas alturas no puede negarse que los errores del PP proceden de la época de José María Aznar al menos en lo que a la gestión interna de la formación se refiere. La ‘trama Gürtel’, nos guste o no, tiene su origen en 1989, año en el que se funda el partido a partir de Alianza Popular. Y la sentencia de la Gürtel proporciona munición a Sánchez y a sus socios para desalojar a Mariano Rajoy de La Moncloa en junio de 2018.

Mariano Rajoy contribuyó decisivamente al descenso de votos del PP renunciando a la política (de “batalla cultural” ni mencionarla) y apostando únicamente por la gestión. Y traicionando a sus electores en temas que para muchos son relevantes, como el derecho a la vida (recuerden la renuncia del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, a quien se dejó en la estacada con su reforma de la ley del ‘aborto libre’ de Zapatero), la defenestración de los diputados provida, la tibia defensa de la unidad de España (el juicio a los golpistas de Cataluña está sacando a la luz el lamentable papel del equipo de Moncloa en torno al 1 de octubre), la mediocre actitud frente al terrorismo (recuerden a Bolinaga excarcelado) o la subida de impuestos (que ha afectado sobre todo al ciudadano medio que ya venía pagando de su bolsillo las consecuencias de la crisis).

Tras la rápida salida de Mariano Rajoy y el triunfo en el proceso de primarias de Pablo Casado el pasado mes de julio, lo cierto es que en el PP se han ido cometiendo errores sucesivos. Unos son responsabilidad -por acción u omisión- del propio presidente del partido y otros han sido culpa de otros.

No olvidemos que hace sólo siete meses la secretaria general María Dolores de Cospedal tuvo que abandonar deprisa y corriendo sus cargos en el partido y su escaño en el Congreso debido a la difusión de sórdidas conversaciones con el excomisario Villarejo (con el marido de doña María Dolores de por medio). Por las mismas fechas aproximadamente se filtró un mensaje de WhatsApp del senador y exdirector general de la Policía Nacional Ignacio Cosidó presumiendo de “controlar” la Sala Segunda del Tribunal Supremo encargada de juzgar a diputados, senadores y miembros del Gobierno.

¿Por qué vamos a creer en las promesas de Casado a favor del derecho a la vida o contra el adoctrinamiento ideológico en las aulas cuando con una mayoría absoluta holgada el PP no hizo nada?

Después llegó la Convención Nacional del Partido Popular en enero de este mismo año. Y lo que iba a ser un “antes y un después” en lo relativo a valores y principios de la formación dirigida por Casado se convirtió en un ejercicio de autobombo con homenaje incluido a Mariano Rajoy. En el discurso final del presidente del partido había ciertamente afirmaciones rotundas sobre la unidad de España, la cultura de la vida, la rebaja fiscal, el adoctrinamiento educativo o el apoyo a la familia. Pero a estas alturas del juego, no han resultado creíbles para los electores. ¿Por qué vamos a creer en las promesas de Casado a favor del derecho a la vida o contra el adoctrinamiento ideológico en las aulas cuando con una mayoría absoluta holgada el PP no hizo nada de lo que promete cuando está en la oposición?

Incomprensible resultó para muchos que Pablo Casado colocara de número 2 en la lista al Congreso de Diputados por Madrid a Adolfo Suárez Illana cuya carrera política abandonó el propio Adolfo Suárez en las Cortes de Castilla-La Mancha renunciando a liderar la oposición. De sus méritos profesionales o implicación social o cívica servidora no sabe nada pero a lo mejor es que me he perdido algo. No sé a quien quería atraer el líder del PP con semejante elección o qué lumbreras asesoró a Casado para incluir al ‘niño’ del artífice de la Transición en un puesto muy relevante. La España de 2019 poco tiene que ver con la de 1977 y el ser hijo de un padre con determinados méritos no le convierte a uno en un político nato.

Para remate, el responsable de la campaña electoral del Partido Popular ha sido Javier Maroto quien, por cierto, no ha obtenido escaño en los comicios del 28A. Hombre elegante y dialogante, el político alavés no es precisamente un representante de los valores y principios de la formación ‘popular’. HazteOir.org lo puso en evidencia al difundir un autobús y numerosas vallas publicitarias con una frase textual (“La ley LGTB se queda”) escrita por el propio Maroto en su cuenta de Twitter en enero de este mismo año.

Valla informativa instalada por HazteOir.org con una frase literal de Javier Maroto que su propio partido quiere censurar. / HazteOir.org

De traca que un representante de los populares denunciara a la asociación que preside Ignacio Arsuaga por difundir una frase textual de su dirigente y responsable de campaña electoral asegurando que la exposición pública de la cita de Maroto tenía como objetivo perjudicar al Partido Popular.

Así que a estas alturas, qué quieren que les diga. No sé si el PP ha obtenido lo que se merecía o si algún espabilado ha diseñado la campaña para ‘cargarse’ políticamente a Pablo Casado y recoger sus restos. Me temo que el arroz del hasta ahora partido hegemónico de la derecha se ha pasado, al menos para esta legislatura. En todo caso, la autocrítica, la humildad y el saber perder con elegancia siempre dan mejor resultado que la prepotencia, el cabreo y la descalificación del vecino.

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