El buenismo no resiste el choque con la realidad… al menos entre los pueblos a los que la Prensa de Kalidá todavía no les ha amputado el sentido común, como los italianos.
En Italia, la izquierda, organizada en torno al Partido Democrático (PD), quiere hacer lo que ya hizo el PSOE de Zapatero en España: inflar el censo electoral con cientos de miles de nuevos ciudadanos, con derecho a voto.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl PSOE estaba a favor (y supongo que sigue estando) de dar el voto en las elecciones locales a los marroquíes, súbditos políticos y religiosos de Mohamed VI, comendador de los creyentes, por los convenios de reciprocidad.
Por otro lado, la ley de Memoria Histórica, que el PP de Rajoy y Soraya pudo derogar sin despeinarse (porque es una ley ordinaria), en la X legislatura, la que tuvo mayoría absoluta, concedió cientos de miles de pasaportes a supuestos descendientes de exiliados.
Gracias a ella, tenemos a cubanos de veintitantos años, que han sido educados por el comunismo, capacitados para votar para las elecciones a Cortes con tal de que dijeran que su abuelito que llegó a la isla en 1947 huía del aceite de ricino de los falangistas.
En vez de derogar esa aberración, en enero de 2011 introdujeron en la Ley Electoral el ‘voto rogado’
Asustados porque se concedía influencia política a miles de españoles que conocían su nuevo país por el Real Madrid y Eurovisión, el PP, el PSOE y CiU, recurrieron a la típica chapuza. En vez de derogar esa aberración, en enero de 2011 introdujeron en la Ley Electoral el ‘voto rogado’ para dificultar que los españoles no residentes participasen en las elecciones. La consecuencia es que también se perjudica a los españoles de verdad que están viviendo en Londres o Milán.
Y esto durará hasta que el PSOE y Podemos gobiernen y abran las puertas a que los pakistaníes, marroquíes, nicaragüenses, senegaleses, cubanos y otros individuos peritos en libertades intervengan en nuestra política y negocien su voto.
El PD de Paolo Gentiloni y Matteo Renzi quería hacer algo parecido: crear 800.000 neo-italianos por arte de birlibirloque que en unos años gozarán de derecho de voto. La izquierda quiere conceder la nacionalidad italiana a los hijos de los inmigrantes con el requisito del ‘ius soli’ (es decir, dar más importancia al lugar de nacimiento o residencia que a los orígenes familiares, el ‘ius sanguinis’).
Según el proyecto, podrán adquirir la nacionalidad un niño nacido en territorio italiano si al menos uno de los padres reside legalmente en Italia durante al menos cinco años; o bien los menores extranjeros nacidos en Italia o llegados antes de los 12 años que hayan sido escolarizados en el país durante cinco años. Los beneficiados pueden ser el 80% del millón de menores de edad inmigrantes.
Para defender la aprobación de la ley, el primer ministro, Gentilone (PD), recurrió a uno de los argumentos favoritos de la izquierda occidental, el de la culpa de los blancos:
“Ha llegado el momento de considerar a estos niños ciudadanos italianos a todos los efectos, se lo debemos, es un acto de civismo”.
¡Son esos niños y sus familias las que deberían agradecer permanentemente a Italia su acogida!
Los italianos aceptan a esos niños en su país, les dan educación gratis, seguramente vivienda, y trabajo y subsidios a sus padres, más protección y sanidad… ¿Y los italianos siguen en deuda con ellos? ¡Son esos niños y sus familias las que deberían agradecer permanentemente a Italia su acogida!
Y oponerse al deseo de la progresía, ¿es un acto de salvajismo?
El proyecto de ley se aprobó en la Cámara de Diputados en 2015 y estaba pendiente en junio la aprobación en el Senado, donde se ha bloqueado, debido al cambio de opinión del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo. La aprobación se ha pospuesto para el otoño.
Lo más asombroso, y esperanzador en esta Europa que empieza a rebelarse contra la tiranía de lo políticamente correcto es el cambio de opinión de los italianos. En 2011, el 71% de los italianos estaba a favor de dar la nacionalidad a los hijos de los inmigrantes nacidos en el país; seis años y cientos de pateras más tarde, el 54% está en contra.
En estos dos últimos años, la avalancha de inmigrantes y de refugiados (reales y supuestos) ha hecho que los alemanes, los austriacos y los italianos puedan comparar la realidad de sus calles con los paraísos de tolerancia y diversidad que anunciaban los políticos, las ONG y la Prensa de Kalidá.
Y el resultado es que la gente está cada vez más harta de que el Poder le miente y encima pretenda cambiar la población de sus países.
¡Qué mala es la realidad para las utopías!
Bueno, algunos permanecen inasequibles al desaliento, porque casi el 80% de los que se declaran votantes del PD y de otros grupos de izquierda muestra un corazón tan grande que no le cabe en el pecho y quiere regalar pasaportes. ¿Qué es la nación para la izquierda? Lo mismo que para Soros: una molestia para los negocios. O que para Rajoy el desfile de la Fiesta Nacional: un coñazo.
Convendría modificar la letra de la canción de Rocío Jurado:
Se nos rompió el buenismo
de tanto usarlo
de tanto loco abrazo
sin medidas
de darnos por completo
a cada paso
se nos quedó en las manos
un buen día
Modificar la letra, sí, y, además, ponerla en italiano. Porque me temo que España sigue siendo la reserva espiritual de la progresía. Se aplaude a la Armada por hacer de taxi gratuitos para las mafias de personas. Se descubre que un narcotraficante guineano detenido en Bilbao cobraba casi 1.200 euros en ayudas sociales y un yihadista marroquí detenido en Vitoria otros 1.800 euros, y no pasa nada.
Bueno, algunos miembros de las tropas de la bondad sostienen que aún no somos suficientemente amables con ellos.