En un reciente artículo uno de los mejores conocedores de la Iglesia que peregrina en Cataluña (seamos cuidadosos con las palabras, no existe Iglesia catalana) afirmaba que hay una parte de los católicos catalanes que se sienten abandonados por una jerarquía que o se pone de perfil o protege y ampara la manipulación de los símbolos e incluso la doctrina cristiana por el independentismo.
Este sentimiento de abandono, similar al que en su día sintieron las víctimas de ETA en el País Vasco, y que ha llevado a los actuales obispos de las tres diócesis vascas, la de Pamplona-Tudela y la de Bayona a pedir perdón, no es difícil de entender para quienes quieran hacerlo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraEstos días recibía un mensaje de un compañero catalán de Enraizados: «El semanario Catalunya Cristiana sigue enredando. El día 20-05-2018 su columnista, el marista Lluis Serra Llansana afirma que la solución al ‘problema’ es celebrar el referéndum y que el ‘Estado español acentúa la confrontación’. Para esta gente no existe la Ley. Son testarudos«.
Tratemos de analizar con objetividad el papel de los obispos de las Diócesis catalanas, reconociendo desde el principio que su situación es complicada.
Uno de sus colegas, el obispo de Sevilla, monseñor Asenjo afirmaba hace unos días:
El origen: Arrels Cristianes de Catalunya (1985)
Podríamos retroceder mucho más en el tiempo pero, por razones de brevedad, comenzamos haciendo referencia al documento colectivo de los obispos de las diócesis catalanas (la llamada Conferencia Tarraconense no existe oficialmente para la Iglesia) denominado ‘Raíces cristianas de Cataluña’.
Para el tema que nos ocupa, podemos resumir este documento en dos afirmaciones:
- Cataluña es una nación a la que se le deben reconocer sus derechos como tal. Los obispos prefieren hablar de realidad nacional o de nacionalidad pero en el fondo afirman el carácter de nación de Cataluña. Ahora bien, afirman que «un Estado aparte… no es una consecuencia necesaria».
- España es un Estado plurinacional, algo artificial, no natural, a diferencia de una nación que brota de la vida espontánea, de las familias, de la cultura. Pero luego esta afirmación es matizada: «No pretendemos reducir los vínculos de fraternidad y solidaridad entre los pueblos de España a unas relaciones puramente administrativas».
Entonces, ¿me explican?
La mayoría de los lectores quizás se escandalicen ante mi siguiente comentario: desde la Doctrina Social de la Iglesia, que acoge el término nación como algo esencialmente cultural, es totalmente cierto que Cataluña puede considerarse como tal. Y que sus rasgos distintivos deben ser objeto de protección.
Pero lo que no puede sostenerse es negar esa misma calificación a España en su conjunto. Siempre me ha llamado la atención el deseo de algunos obispos de las diócesis catalanas de hurtarme mi nación. Si para ellos España no lo es, les rogaría que me aclarasen cuál es mi nacionalidad (segoviano de padres gallego y andaluza, abuelos madrileños, familiares en toda España).
El mismo documento que glosamos lo viene a decir aunque no se atreve a afirmarlo: las relaciones entre españoles no son tan frías como para ser puramente estatales, los años de historia común fructifican en unas relaciones más solidarias, más estrechas.
De hecho no sé qué dirían a un sacerdote catalán que en una entrevista respondía:
– Un sacerdote catalán, ¿qué imagen se lleva de las gentes de esta tierra (Andalucía)?
– J.O.M.: Yo prefiero corregir… Un sacerdote español, pero con mis raíces a las que amo profundamente. Me voy enamorado de la provincia de Cádiz, es más si Dios lo quiere, y el rumbo de mi vida no cambia, me gustaría pasar los últimos años de mi vida en estas tierras y ser enterrado en esta Isla, reposando en paz viendo la Bahía de Cádiz y mirando a esa mar que me ha visto salir a navegar tantas veces.
«Cuando la voluntad de independencia se convierte en principio absoluto de la acción política y es impuesta a toda costa y por cualquier medio, es equiparable a una idolatría de la propia nación», señala la CEE
Hablan los obispos españoles
La sí existente, para la Iglesia universal y para el Papa, Conferencia Episcopal Española, tuvo a bien aclarar algunos aspectos relacionados con la problemática que abordamos.
Lo hizo primero en el documento denominado Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias
27.- “La nación – dice Juan Pablo II – es la gran comunidad de los hombres que están unidos por diversos vínculos, pero sobre todo, precisamente, por la cultura”. Ahora bien, las culturas no son nunca de por sí compartimentos estancos, y deben ser capaces de abrirse unas a otras.
28.- Las naciones, en cuanto ámbitos culturales del desarrollo de las personas, están dotadas de una “soberanía” espiritual propia y, por tanto, no se les puede impedir el ejercicio y cultivo de los valores que conforman su identidad. Esta “soberanía” espiritual de las naciones puede expresarse también en la soberanía política, pero ésta no es una implicación necesaria. Cuando determinadas naciones o realidades nacionales se hallan legítimamente vinculadas por lazos históricos, familiares, religiosos, culturales y políticos a otras naciones dentro de un mismo Estado no puede decirse que dichas naciones gocen necesariamente de un derecho a la soberanía política.
29.- Las naciones, aisladamente consideradas, no gozan de un derecho absoluto a decidir sobre su propio destino. Esta concepción significaría, en el caso de las personas, un individualismo insolidario. De modo análogo, resulta moralmente inaceptable que las naciones pretendan unilateralmente una configuración política de la propia realidad y, en concreto, la reclamación de la independencia en virtud de su sola voluntad. La “virtud” política de la solidaridad, o, si se quiere, la caridad social, exige a los pueblos la atención al bien común de la comunidad cultural y política de la que forman parte. La Doctrina Social de la Iglesia reconoce un derecho real y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión.
Conferencia Episcopal Española: «Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable»
30.- En consecuencia, no es moral cualquier modo de propugnar la independencia de cualquier grupo y la creación de un nuevo Estado (…). Cuando la voluntad de independencia se convierte en principio absoluto de la acción política y es impuesta a toda costa y por cualquier medio, es equiparable a una idolatría de la propia nación que pervierte gravemente el orden moral y la vida social.
31.- La opción nacionalista, sin embargo, como cualquier opción política, no puede ser absoluta. Para ser legítima debe mantenerse en los límites de la moral y de la justicia, y debe evitar un doble peligro: el primero, considerarse a sí misma como la única forma coherente de proponer el amor a la nación; el segundo, defender los propios valores nacionales excluyendo y menospreciando los de otras realidades nacionales o estatales.
Los nacionalismos, al igual que las demás opciones políticas, deben estar ordenados al bien común de todos los ciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta los derechos de los demás y los valores nacidos de la convivencia.
32.- Cuando las condiciones señaladas no se respetan, el nacionalismo degenera en una ideología y un proyecto político excluyente, incapaz de reconocer y proteger los derechos de los ciudadanos, tentado de las aspiraciones totalitarias que afectan a cualquier opción política que absolutiza sus propios objetivos. De la naturaleza perniciosa de este nacionalismo ha advertido el Magisterio de la Iglesia en numerosas ocasiones.
«Si fuera para bien de todos y de cada uno, podría entenderse la separación, pero solo para el egoísmo de unos, dentro de la doctrina católica, no cabe la misma»
33.- La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, da lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.
34.- Por ser la nación un hecho, en primer lugar, cultural, el Magisterio de la Iglesia lo ha distinguido cuidadosamente del Estado. A diferencia de la nación, el Estado es una realidad primariamente política; pero puede coincidir con una sola nación o bien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. La configuración propia de cada Estado es normalmente fruto de largos y complejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menos aún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares.
La realidad es que los obispos catalanes no habían respaldado el mal llamado referéndum, pero sí que en la nota habían abogado porque «sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán»
35.- España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.
La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia. Recientemente, los obispos españoles afirmábamos: “La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos”. Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico.
Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria.
De forma similar se expresaron en el documento Orientaciones morales ante la situación actual de España en los puntos 70-76 bajo el título “Los nacionalismos y sus exigencias morales” que no incluimos para no hacer aún más extenso este artículo.
Destacamos en este documento las referencias a principios básicos de la Doctrina Social como son la solidaridad y el bien común. ¿Han oído ustedes alguna vez reivindicar la secesión sobre la base del bien común de todos los españoles? Si fuera para bien de todos y de cada uno, podría entenderse la separación, pero solo para el egoísmo de unos, dentro de la doctrina católica, no cabe la misma.
Los últimos años
En los últimos años, hemos venido asistiendo a una serie de episodios que, resumidamente, pueden catalogarse como el abandono de una parte del rebaño y, sobre todo, el abandono de la Doctrina Social de la Iglesia por parte de la jerarquía de las diócesis catalanas:
- En numerosos templos catalanes ondean banderas secesionistas ante la pasividad de sus pastores. Sólo tenemos constancia de la actuación de un obispo, monseñor Romà Casanova, de Vic, para evitar el uso político de las iglesias catalanas (quizás haya alguno más sin conocimiento por nuestra parte).
- En mayo de 2017, el expresidente Puigdemont, agradecía en Twitter a los obispos catalanes el apoyo al derecho a decidir de Cataluña que, según él, habían mostrado en una nota emitida el día 12 de dicho mes:
Agreixo el suport dels bisbes de Catalunya al dret dels catalans a decidir i ser escoltats. https://t.co/5PgDLYlu3P
— Carles Puigdemont (@KRLS) May 12, 2017
La realidad es que los obispos no habían respaldado el mal llamado referéndum, pero sí que en la nota habían abogado porque «sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán». Palabras ambiguas, porque con las mismas es difícil saber si se referían a la aspiración a librarse de la presunta corrupción de los Pujol-Convergencia; o a la de educar a los hijos en las convicciones morales de los padres y en la lengua elegida por éstos o, como quería Puigdemont, se trataba de un apoyo al referéndum.
Hipótesis probable es que algún obispo favorable a apoyar la consulta llevase al resto a aceptar la redacción por él propuesta, bajo el pretexto de que no apoyaban el ilegal butiferrendum. Aunque él supiera que todo el mundo iba a interpretar que así era.
Ante la situación creada, el llamado primado de Cataluña, monseñor Pujol, arzobispo de Tarragona, afirmaba desesperado que “con esta nota nos libramos de tener precisamente que pronunciarnos sobre el dichoso ‘proceso’ y referéndum”. No se daba cuenta de que le habían metido un gol parecido al primero al portero Kairus del Liverpool en la pasada final de Champions (el pillo andorrano o similar había metido el pie, pero Pujol junto con los demás obispos había aceptado sacar de prisa, por bajo y cerca del delantero que fue un gato avispado).
«Una vez más, los obispos de Cataluña vuelven ser los obispos de una parte de la sociedad, no de toda»
En febrero de 2018, los obispos de las diócesis catalanas emitían un nuevo comunicado afirmando: «Queremos mencionar una cuestión concreta que nos preocupa. En cuanto a la prisión preventiva de algunos antiguos miembros del gobierno y de algunos dirigentes de organizaciones sociales, sin entrar en debates jurídicos, pedimos una reflexión serena sobre este hecho, en vistas a propiciar el clima de diálogo que tanto necesitamos y en la que no se dejen de considerar las circunstancias personales de los afectados”.
Si bien el texto no quiere ser agresivo y está redactado en estilo buenista, al leerlo, le invade a uno un gran pesar: una vez más, los obispos de Cataluña vuelven ser los obispos de una parte de la sociedad, no de toda.
Los prelados se olvidan, en su escrito y en sus declaraciones, de aquellos que sufren en sus carnes y posesiones los ataques de los amigos de los que quieren sacar de prisión.
Por ejemplo:
- La tienda de los padres de un conocido catalán de Ciudadanos ha sido objeto en varias ocasiones de ataques por el mero hecho de ser los padres de su hijo. No hemos oído ni leído ninguna condena por parte de los obispos, ni ningún apoyo a los afectados, ni ninguna palabra de cariño. Las noticias de estos ataques nos llegan por ser su hijo Albert Rivera, pero seguro que hay muchos más catalanes que sufren este acoso.
- Numerosas veces las sedes de partidos como Partido Popular y Ciudadanos han sido atacadas. No hemos oído ni leído ninguna condena de los obispos, ni ningún apoyo a los afectados, ni ninguna palabra de cariño.
- Numerosos padres, en el ejercicio de sus derechos, han solicitado educación en lengua española. No hemos oído ni leído ninguna condena por parte de los obispos, ni ningún apoyo a los afectados, ni ninguna palabra de cariño.
- Partidos políticos que apoyan a los políticos presos quieren cerrar la financiación de colegios elegidos por sus padres por su naturaleza religiosa o por su modelo educativo. No hemos oído ni leído ninguna condena por parte de los obispos.
- Partidos políticos en Cataluña están difundiendo e imponiendo la ideología de género, el aborto, la destrucción de la familia y del matrimonio. No hemos oído ni leído ninguna condena por parte de los obispos.
- Como ya hemos comentado, en numerosas iglesias y parroquias se ha hecho un uso partidista y político de cosas sagradas. Muchos de sus fieles se han escandalizado. No hemos oído ni leído ninguna condena por los obispos, ni ningún apoyo a los afectados, ni ninguna palabra de cariño.
Cuando mencionamos en este punto a los obispos nos referimos a ellos como grupo: al igual que el colectivo quiere posicionarse sobre la prisión de Junqueras, no quiere hacerlo sobre todos estos otros temas.
Hay muchos más ejemplos, pero creo que son suficientes.
En conclusión, muchos católicos en Cataluña y muchos más en toda España se escandalizan ante la actuación de estos prelados que si bien tienen encomendada la guía de una pequeña parte del rebaño, no deben olvidar que son obispos de la Iglesia católica y por tanto, su misión es también para el conjunto de los fieles.