¿Mandó Franco matar al general Balmes para acelerar el alzamiento del 18 de julio?

    El historiador Ángel Viñas sostiene -sin pruebas- que Franco planeó la muerte de Balmes como coartada para acelerar el golpe. Pero los documentos aportados por Moisés Domínguez demuestran que fue un accidente. Actuall habla con él sobre este enigma del 18 de julio.

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    Entierro del general Balmes en Las Palmas de Gran Canaria el 17 de julio de 1936 / Archivo Familia Balmes

    Uno de los enigmas más sorprendentes del 18 de julio es la muerte del general Amado Balmes al dispararse la pistola que estaba limpiando.

    El historiador Ángel Viñas sostiene -sin aportar prueba alguna- que Franco habría planeado la muerte de Balmes como coartada para viajar desde Tenerife, donde estaba destinado, a Las Palmas y asistir a los funerales de Balmes. Desde allí saltaría a Marruecos para sublevar al Ejército. Y todo ello sin levantar sospechas ante el Gobierno de la República.

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    ¿Planeó Franco la muerte de Balmes como pretexto para salir de Tenerife, donde estaba apartado por el Gobierno, y acelerar el alzamiento? Un historiador, Moisés Domínguez, desmonta tan rocambolesca teoría. Y lo hace no con especulaciones ideológicas como Viñas, sino con datos. Actuall ha podido hablar con él.

    En su obra “En busca del general Balmes”, Domínguez aporta documentos inéditos durante casi 80 años como la autopsia y el acta de defunción del malogrado militar. Si la hipótesis del asesinato planeado era descabellada, con estas pruebas ya no hay ningún tipo de duda de que se trató de un accidente.

    «La autopsia es muy clara, es un disparo de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Un asesino no mata a una persona de esa manera. Balmes estaba limpiando y probando armas en el campo de tiro y su chófer, que hacía de ayudante, le pasaba las armas desde atrás. En un momento le da una pistola Astra, muy difícil de cargar, a la que además ese día le habían cambiado un muelle», afirma Domínguez a Actuall.

    Las fantasías de Viñas

    Hay que recordar que cuando se produce la muerte de Balmes ya habían pasado tres días del asesinato de Calvo Sotelo y España era un país al borde del estallido civil. El 16 de julio de 1936 Franco ya había cambiado de parecer (en la víspera de este crimen le había enviado un telegrama al general Mola en el que le mostraba su decisión de mantenerse fuera de la rebelión militar) y se unía irremediablemente al alzamiento.

    Ese día otra noticia habría de alterar al general Franco, desde marzo en el ‘exilio’ insular de Santa Cruz de Tenerife, adonde fue enviado por los temores del Gobierno del Frente Popular a que pudiera liderar una rebelión en la península: el general Balmes, gobernador militar de Las Palmas, había fallecido por un accidente con un arma.

    Al conocer el fatal suceso Franco pidió permiso al Gobierno para asistir al entierro del general el día 17 en Gran Canaria, donde casualmente le esperaba el Dragon Rapide, el avion que le transportaría al Marruecos español para sublevar a la guarnición de Tetuán. Y es ahí donde surgen las suspicacias de los conspiranoicos que ven en la tragedia la mano de Franco.

    En una entrevista publicada por El País el 22 de mayo de 2011, Viñas afirmó: «No fue una muerte casual. Alguien empujó la pistola, parece evidente. Es un asesinato, creo yo, bien planeado, bien ejecutado, pero hay que disimularlo. Franco va al entierro porque quiso matar a Balmes y quiere estar en su sepelio en Las Palmas. Allí lo espera el Dragon Rapide; él hace la carambola de obligar a que el avion británico aterrice ahí porque ese es su plan, y para eso ha de tener un pretexto que le lleve a Las Palmas».

    La autopsia no deja lugar a dudas: «Parece probable un disparo ocurrido al mismo sujeto, dada la pequeña distancia de quemarropa a que fue efectuado»

    Pero el testimonio de Manuel Escudero Díez, el chófer de Balmes que fue el único testigo de la muerte del general, señala que la pistola se le encasquilló en un primer momento. Por ello Moisés Domínguez sólo ve dos opciones: o el chófer le dio la pistola y se disparó sola, o al propio general se le disparó al cogerla.

    La autopsia elaborada por los médicos forenses Arturo García Domínguez y Rafael Ramírez Suárez se inclina por la segunda hipótesis. «La distancia a que tuvo que producirse el disparo fue necesariamente corta o a quemarropa dado el tatuaje de la piel del orificio de entrada y el boquete con señales de quemadura de la guerrera que vestía el autopsiado. Parece probable un disparo ocurrido al mismo sujeto, dada la pequeña distancia de quemarropa a que fue efectuado».

    Falangistas en el entierro

    Otro de los mitos más recurridos -también sin documento que lo acredite- es que la versión del asesinato de Franco cobra fuerza porque Balmes era miembro de la UMRA (militares leales a la República), algo absolutamente falso.

    Muy al contrario, se trataba de un general de fuertes convicciones monárquicas -mantenía una estrecha relación con Alfonso XIII- y muy amigo de Franco. «Esto me lo dijo la propia hija del general», señala Domínguez a Actuall.

    Moisés Domínguez: «Balmes no tuvo nada que ver con el Frente Popular; había acordado que unos falangistas fuesen su guardia de corps cuando estallase la guerra»

    Y por supuesto, Balmes no sólo estaba al tanto de los planes de los militares que se iban a sublevar, sino que iba a unirse a ellos. A su entierro asistieron hasta falangistas, ni rastro de comunistas o socialistas. Domínguez lo explica: «No tuvo nada que ver con el Frente Popular, de hecho estaba preparando unas pistolas para unos falangistas que iban a ser su guardia de corps cuando estallase la guerra».

    La muerte de Balmes no tuvo, claro, el mismo impacto que la de Calvo Sotelo, pero sí facilitó de manera fortuita que Franco llegara sin problemas a Las Palmas para iniciar el alzamiento que tres años después terminaría con la victoria de los nacionales.

    Lo que también sabemos, ya para siempre -gracias a los documentos aportados por Moisés Domínguez- es que la muerte del general fue un fatal accidente.

    Las pruebas: la autopsia, el testimonio del único testigo presente en el momento del disparo, las declaraciones de los oficiales que vivieron in situ aquellos momentos y las aportaciones de expertos militares en balística y peritaje forense e histórico.

    El resto, ya se sabe, es Memoria Histórica.

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    Licenciado en periodismo por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Tomó la alternativa en Intereconomía -semanario Alba, La Gaceta, Los Últimos de Filipinas, Dando Caña, 12 Hombres sin vergüenza- de la mano de Gonzalo Altozano y Kiko Méndez-Monasterio, de los que aprendió incluso algo de periodismo. Más tarde escribió para los digitales La Información y Periodista Digital. Viajó a Irak antes que a Roma, le apasionan la Historia y la tauromaquia. Nazareno de Sevilla.