
Se dice que estas elecciones presidenciales francesas son históricas. Y lo son, vive Dios: las encuestas acertaron de pleno en los resultados de la primera vuelta. Bien que la correspondencia entre augurios y votos no fue exacta, pues pecaron de optimismo respecto del candidato del Partido Socialista. Pero ¿qué importancia tiene eso? La importancia del partido socialista francés: ninguna.
Esas mismas encuestas le otorgan ahora una ventaja a Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen de unos quince a veinte puntos, aunque con una diferencia menguante a medida que se acerca el día de la votación. Podemos confiar, pues, en que Macron se va a convertir en el próximo presidente de la República Francesa.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSólo que en realidad, no podemos contar con ello. Es cierto que Le Pen tendría que superar enormes obstáculos para lograr algo más de la mitad de los votos. Es la sucesora de un líder político aborrecible desde casi cualquier punto de vista, y que representa las esencias de una ideología repudiada por la inmensa mayoría de los franceses.
Sí, ella ha matado al padre freudiana y políticamente, pero lleva su apellido y lidera su partido, y eso es difícil de olvidar. Ella misma es una outsider. Es cierto que ha convertido eso en su principal argumento político, y que es lo que le confiere atractivo. Pero una cosa es ganarse a un tercio de Francia y otra a la mayoría.
«En realidad, Marine Le Pen es la candidata de la izquierda francesa. Ella ha hecho de la defensa del Estado de Bienestar su estandarte en política nacional»
Pero también es cierto que tiene opciones reales de convertirse en la primera presidenta de la VI República Francesa (la quinta está ya finiquitada). Para lograrlo, tiene que conseguir influir sobre la izquierda y sobre la derecha.
Corramos a decir que, en realidad, Marine Le Pen es la candidata de la izquierda francesa. Ella ha hecho de la defensa del Estado de Bienestar su estandarte en política nacional. Quiere “proteger” a los trabajadores franceses contra las “amenazas” de los extranjeros y de la competencia exterior. Tiene un discurso netamente anticapitalista, y asume con naturalidad las falsas banderas de la izquierda, como la de que la globalización provoca un deterioro del medio ambiente.
Marine tiene que incidir en sus convicciones izquierdistas para recabar más votos procedentes del lado siniestro de la política de los que ya tiene. Pero al menos tan importante como eso es señalar a Emmanuel Macron como el representante de la “derecha neoliberal”, un hombre “extremista” en su defensa de la Unión Europea, un “ni-ni-ni” que no es ni de izquierdas ni de derechas ni francés hasta la médula, lo cual pasa por asumir como propios los valores nacionalistas y de izquierdas que son consustanciales a la república. Si lo logra, conseguirá que mucho voto de izquierdas tenga más ganas de quedarse en casa que optar por Macron.
«Le Pen se ha desembarazado del corsé de la corrección política. Y le da sentido al sintagma ‘ser francés’, lo cual implica incluir a algunas personas y excluir a otras»
Por otro lado, tiene que seducir al voto conservador. No es fácil, porque su discurso se parece más al de un representante del Partido Socialista, cuando aún existía, que a un gaullista. Pero hay elementos de su plataforma política que aún son atractivos para el voto conservador.
Le Pen se ha desembarazado del corsé de la corrección política. Y le da sentido al sintagma “ser francés”, lo cual implica incluir a algunas personas y excluir a otras. No es demencial pensar que “francés” no es una condición universal, y con la enorme presencia de la comunidad musulmana y la amenaza islamista, en realidad, lo tiene muy fácil.
Le Pen, durante la campaña, ha plagiado de forma abierta y pública los discursos de François Fillon, el corrupto candidato neogaullista, y ha propuesto como primer ministro a otro conservador, Dupont-Aignan.
Es la única candidata con un discurso claro, sin pelos en la lengua, y en esta ocasión tener a todo el stablishment en contra puede no ser suficiente.