Merecía una película/ El infierno de Krasny Bor: La División Azul contra el Ejército Rojo

    Los rusos tuvieron su epopeya de cine: El enemigo a las puertas, sobre el asedio de Stalingrado. Los españoles se merecen otra no menos gloriosa: su actuación en el sitio de Leningrado, en la batalla de Krasny Bor.

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    Dibujo de Ferrer Dalmau sobre la batalla de Krasny Bor
    Dibujo de Ferrer Dalmau sobre la batalla de Krasny Bor

    Leningrado, la antigua San Petersburgo, era un objetivo estratégico y de imagen para el alto mando alemán y por eso trataron de tomarla nada más comenzar la invasión de Rusia en 1941.

    En septiembre, la Wehrmacht se planta en las puertas de la ciudad e inicia un férreo cerco… que se prolongó casi tres años.

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    Uno de los episodios más sangrientos y encarnizados del sitio de Leningrado fue la batalla de Krasny Bor, que era un arrabal de la ciudad por donde los soviéticos trataron de romper el cerco germano a principios de 1943.

    Cinco mil españoles de la Einheit spanischer Freiwilliger, o División 250 del Ejército alemán, tuvieron una actuación destacada frente a los tanques rusos, los famosos T-34, en medio de un verdadero infierno de fango, nieve y fuego.

    El General Muñoz-Grandes
    El General Agustín Muñoz Grandes

    Desde 1941, unos 50.000 españoles, mandados primero por el general Agustín Muñoz Grandes y después por el general Esteban-Infantes, combatían en suelo ruso encuadrados en aquella División de infantería, distinguiéndose en diversos combates.

    Los divisionarios llevaban en el sector de Krasny Bor desde el otoño de 1942. Pero aún no se habían enfrentado con la tempestad de acero que les cayó cuando cuatro divisiones del Ejército Rojo (38 batallones), que incluían los T-34 y también carros blindados KV-1, se les echaron encima. Era el 10 de febrero de 1943. Un día para la Historia.

    Los soldados de la División Azul se desayunaron a las 6,30 de la mañana con una ración de artillería soviética que machacó sus posiciones. Dos horas de bombardeo.

    Y al callar los cañones, sobrevino el rugido de los tanques y el avance de la infantería soviética.

    Los descendientes de Sagunto y Numancia resistieron a la desesperada durante horas

    Los descendientes de Sagunto y Numancia resistieron a la desesperada durante horas, reagrupándose conforme iban siendo diezmados. Llegaron a atrincherarse con sus fusiles y ametralladoras en los cráteres abiertos por la artillería soviética.

    Frente a la acometida de los blindados y del aluvión de infantes, los españoles apenas tenían algunas minas magnéticas para defenderse.

    Pronto se vio que su sacrificio iba a ser inútil. Sobre todo porque dos divisiones de la Wehrmacht no fueron en socorro de la División Azul, ya que estaban pendientes de un ataque ruso por otro flanco.

    A primera hora de la tarde, la batalla estaba decidida. Los soviéticos quebraron la línea germano-española en tres puntos de Krasny Bor y fueron tomando casa por casa.

    Pero ni aún en ese momento se rendían los divisionarios españoles, que trataron de hacerse fuertes cerca del río Ishora.

    El balance fue trágico para españoles y alemanes: Krasny Bor cayó en manos del Ejército Rojo. Y los divisionarios tuvieron 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos.

    Es cierto que estaban casi condenados de antemano, por su inferioridad numérica y por la potencia del fuego enemigo: los soviéticos dispararon decenas de miles de obuses, a razón de un disparo cada diez segundos por cada pieza.

    La victoria del Ejército Rojo tuvo mucho de pírrica. Porque perdió entre 7.000 y 9.000 hombres

    Pero la victoria del Ejército Rojo tuvo mucho de pírrica. Porque perdió entre 7.000 y 9.000 hombres, gracias al sacrificio de la División Azul. Y los rusos no rompieron el cerco de Leningrado hasta un año más tarde (enero de 1944).

    La campaña rusa está plagada de gestas heroicas protagonizadas por españoles, como la de Krasny Bor, unas con el fusil al hombro, bajo la lluvia de balas enemigas.

    Y otras en los gélidos barracones de los campos de prisioneros, como los de Cherepovéts, Moscú, o Súzdal por los que peregrinó el capitán Teodoro Palacios a lo largo de sus 11 años de cautiverio.

    La gesta de este último y de otros 248 divisionarios fue inmortalizada por el escritor Torcuato Luca de Tena en la novela de no-ficción Embajador en el infierno.

    Embajador en el infierno, Torcuato Luca de Tena. / Homo Hegens
    Embajador en el infierno, Torcuato Luca de Tena. / Homo Hegens

    El general Rafael Dávila hizo una interesante aportación al publicar en su blog la declaración jurada del capitán Palacios, sobre la que se basó Luca de Tena –junto con el testimonio oral del héroe- para escribir su libro.

    ¿Pero quiénes eran aquellos locos que hicieron 3.000 kilómetros para encontrar la muerte, por morterazos, por gangrena o por congelación a la otra punta de Europa, a una guerra, que en el fondo ni les iba ni les venía?

     

    Soldados españoles
    Soldados españoles

    Algunos eran falangistas convencidos que quería luchar contra el comunismo, con ese idealismo un tanto ingenuo que ahora -70 años después- nos hace sonreir a nosotros, con el relativismo propio de quien está bien alimentado, bien comido y bien bebido.

    Otros eran jovenes que se alistaron para ayudar algún familiar encarcelado, incluso había algunos excombatientes republicanos.

    Un caso curioso es del Luis García Berlanga, un chaval de 20 años de familia republicana. El futuro director de cine se alistó en la División Azul para evitar represiones políticas por el cargo de gobernador civil que su padre había desempeñado en Valencia durante la República española.

    O sea que haber, había de todo.

    Unos por patriotismo, otros por revanchismo, otros medio obligados por las circunstancias… otros incluso por la inercia de continuar empuñando un fusil después de tres años de Guerra en España. Pero todos con una intrepidez y una capacidad de resistencia que dejó boquiabiertos a alemanes y a soviéticos.

    Es lo que hizo decir a Arturo Pérez Reverte en un artículo, con motivo del 70 aniversario de la batalla: “la causa que defendían era infame, pero eso no alteraba el hecho básico: eran compatriotas, estaban en el infierno y pelearon con bravura admirable”.

    El valor de aquellos íberos bajitos y morenos despertaba la admiración de los generales de la Wehrmacht

    Gestas como las de Krasny Bor dieron un enorme prestigio de la División 250 ante el mando de la Wehrmacht, cuyos generales eran –no se olvide- grandes estrategas.

    Hay una famosa frase que se atribuye a Hitler y que resume perfectamente la admiración que aquella tropa de íberos bajitos y morenos despertaba en los organizadísimos, pulcros y sistemáticos teutones.

    Dice así:

    “Si en el frente de batalla os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, desaseado, todo cual es antirreglamentario… cuadraos ante él, es un héroe, es un español”

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