España está en manos de traidores y mediocres.
España nunca ha sido un estado nación peninsular. Ni siquiera lo es ahora: Ceuta, Melilla, Baleares, Canarias, no son tanto los restos de un imperio como las huellas nostálgicas del alma hispánica, un alma grande y generosa que algunos pretenden, con éxito creciente, reducir al ámbito claustrofóbico de una península.
La Hispania romana tuvo ya influencia universal: baste recordar a Séneca, Adriano, Trajano. Antes de concluir la Reconquista, España contaba con posesiones allende la península. El imperio español nunca fue colonial hasta la llegada de los Borbones. Eran los reinos y virreinatos españoles de ultramar. Y tan españoles eran como los peninsulares.
España no es comprensible sin la Hispanidad, ese espíritu que nos une y que no voy a glosar porque ya lo hizo Maeztu de forma admirable.
El movimiento neomarxista de Podemos encuentra apoyo y aliento en Venezuela y Cuba
España, hoy, no es concebible sin la Hispanidad ni podrá serlo en el futuro. Los enemigos de España lo tienen muy claro. Fíjense dónde encuentra apoyo y aliento el movimiento neomarxista de Podemos: en Venezuela y Cuba. Y en el país de los musulmanes más peligrosos, Irán. El diablo copia simétricamente, en negativo, las obras de la luz. Y sobre los restos del imperio católico se alza ahora un imperio masónico, dividido y mezquino, como toda obra demoníaca.
La ceguera política de la llamada “derecha española” es de tal magnitud que sus representantes –algunos de buena fe- se ciñen a los dogmas impuestos por la Modernidad, sin cuestionarlos. No son “salvapatrias”, son obtusos “salvapenínsulas”. Todos los movimientos genuinamente españoles reivindican la Hispanidad. José Antonio Primo de Rivera habló en este sentido de “imperio”. El carlismo defiende los reinos y no debería ser tan miope como para pretender solo los peninsulares: estaría en contra de la Tradición.
España no conserva su Tradición, como sí lo hace Inglaterra, porque el Imperio Español fue derrotado. El trauma de 1898 no ha sido aún superado. De ahí nacen los separatismos y el borrar todo recuerdo de un pasado glorioso. El Imperio Británico se diluyó en la Commonwealth y fue sustituido sin demasiado ruido por el imperio yanqui. Inglaterra está viva en el mismo sentido en que lo estaba en el siglo XVI. España, no. España está en agonía desde que los valientes de Baler se vieron obligados a salir del fuerte.
Frente a la Hispanidad perversa que ampara a Podemos y a los progresistas masónicos del PP, del PSOE y de toda la burocracia de Bruselas, hay que reivindicar la Hispanidad tradicional. La Hispanidad de verdad. Hay que hablar con los patriotas de ultramar, con los españoles de América, de Filipinas, del Sahara y de Portugal. Hay que crear un Frente Hispánico. Ahora, sin perder el tiempo.
Cualquier otra cosa es seguir con el vuelo gallináceo de la política sucia del corral peninsular. Volemos como águilas, como siempre hemos hecho los españoles.
Comentarios
Comentarios