César Torres nació en Varadero hace 45 años y vive en España desde hace 15 años. Es el mayor de sus tres hermanos, todos huidos de la dictadura castrista. El hermano mediano, médico, viajaba en un buque cubano y al arribar a la costa canadiense se clavó un cuchillo en el abdomen, habiendo calculado que la herida fuese suficientemente grave para requerir el desembarco y el ingreso en un hospital.
Sucedió hace una década y lo había planificado durante años. Hoy vive feliz en Ottawa, donde tiene un buen trabajo en una clínica local. El hermano menor de César, también médico por la Universidad de La Habana, huyó a Miami y hoy vive cerca de la famosa Calle Ocho, donde ha votado a Donald Trump en las elecciones generales de noviembre.
César ha trabajado en el sector de la carpintería y lleva seis meses como conductor de una empresa de transportes, haciendo el recorrido desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad. En tono socarrón explica que sus hermanos pequeños son más vivos (es decir, listos), aunque fue él quien primero se atrevió a abandonar su isla natal, donde no ha vuelto ni tiene pensado volver. El 25 de noviembre de 2016 ha sucedido lo que todos los cubanos huidos esperaban, pero ninguno termina de creerse: ha muerto Fidel Castro.
“El Hitler del Caribe” ha muerto de viejo, a los noventa años en su cama, millonario con cuentas bancarias secretas y dueño de palacios opulentos»
“El Hitler del Caribe” ‒como le llaman en Miami‒ ha muerto de viejo, a los noventa años en su cama, millonario con cuentas bancarias secretas y dueño de palacios opulentos. Resultó ser mortal el tirano sanguinario de quien huían en balsas los cubanos, prefiriendo morir congelados en mitad del océano o devorados por los tiburones a quedarse.
En su hagiográfica canción “El Elegido”, el castrista Silvio Rodríguez definía la revolución cubana como “matar canallas con un cañón del futuro”, poético eufemismo para el genocidio de 7.000 cubanos inocentes que han muerto asesinados bajo el dictador más longevo. El futuro de Cuba empieza ahora, en noviembre de 2016.
Los familiares de César Torres que se han quedado en Cuba “no se atreven a estar contentos”, porque les abruma la incertidumbre. Su conformismo congénito les hace dudar de llegar a ver grandes cambios, al menos de manera inmediata. Los ancianos de la familia no conocen otro modo de vida que el de la pobreza impuesta por el castrismo.
Al no tener otras referencias que sirvan para hacer comparaciones, lo consideran normal (palabra peligrosa donde las haya). La pesadilla cubana comenzó hace 60 años, en 1956, cuando Fidel Castro se alzaba contra el gobierno de Fulgencio Batista, que acabaría huyendo a República Dominicana y moriría en la ciudad malagueña de Marbella.
El año que Castro entró en La Habana, Hemingway abandonó su casa habanera que poco después fue expropiada con sus 4.000 libros
A comienzos de 1959, un treintañero Castro hacía su entrada triunfal en La Habana, entonces una ciudad señorial donde Ernest Hemingway llevaba 20 años instalado. Ese año ‒¿casualidad o causalidad?‒ el escritor estadounidense abandonó su casa habanera de “Finca Vigía”, expropiada al poco tiempo por el gobierno castrista con sus 4.000 libros y hoy abierta al público.
Aunque aseguró estar “encantado” con la revolución castrista, Hemingway se instaló en Estados Unidos y no volvió a pisar Cuba. Como es sabido, una de las monomanías de Fidel Castro era la pretensión de acabar con el “imperialismo yanqui” que supuestamente estaba arruinando al sufrido pueblo cubano. Tras seis décadas de desafecto mutuo, con un embargo económico estadounidense ininterrumpido desde 1960, la política de deshielo iniciada por Barack Obama en 2014 no está generando el entusiasmo esperado.
La campaña de Hillary Clinton contaba con la victoria en Florida gracias al apoyo de la nutrida comunidad hispana, casi un 23% de la poblacion del estado, pero el millón largo de estadounidenses de origen cubano parece haberse decantado por el candidato republicano.
Con Donald Trump en la Casa Blanca es probable que se revierta el proceso de acercamiento entre ambos países, estrenado con una tibia recuperación de los viajes comerciales a la isla. Entre tanto, los parientes de la familia Torres que siguen en Cuba susurran incrédulos “Oye, chico, se murió quien tú sabes”, sin atreverse a pronunciar el temido nombre. Aquí en España, César lo resume con su lánguido español caribeño: “Murió Fidel y ganó Trump. No parece un buen año para ser de izquierdas”.
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