Algunas páginas son ligeras, casi etéreas; se las puede llevar una brisa de olvido con extrema facilidad. Son páginas que no pesan, ni en la memoria ni en la conciencia, aunque hayan sido escritas hace bien poco. Estas páginas se suelen pasar al son de un “pelillos a la mar” que anuncia abandono, que decreta su viaje al fondo de un cesto donde no habitan los papeles honorables ni las cosas importantes. Son carne de reciclaje político, hasta el punto de que pueden llegar a usarse para imprimir páginas nuevas por la otra cara. Son hojas “de sucio”, que ya no sirven ni para tomar apuntes.
Otras, sin embargo, son muy distintas. Son páginas a las que ni la hercúlea fuerza del sentido común alcanza a voltear; están grabadas en el plomo de ventajismo con cinceles de indignidad. Pero da igual, pesan mucho, y parece ser necesario ponerlas en cada esquina, en cada barra de bar, en cada titular, en cada discurso mezquino y hacer guardia para asegurarse de que nadie intenta siquiera tocarlas.
No hablan de checas, ni de conventos ardiendo, ni de un presidente del Gobierno asesinado, ni de paseos, ni de fusilamientos
Las páginas de plomo hablan de cunetas de hace ya 80 años, de hermanos enfrentados, de un señor que gobernaba desde la tiranía, de crímenes en un solo sentido. Hablan de héroes que vinieron a España a escribirlas con un billete pagado por Stalin, de una República idílica asesinada por fascistas y de curas represores. No hablan de checas, ni de conventos ardiendo, ni de un presidente del Gobierno asesinado, ni de paseos, ni de fusilamientos colectivos.
Me resultan sospechosas a mí esas páginas de plomo, más que nada porque parece que el cincel para escribirlas está sólo en manos de algunos. Pero, sobre todo, lo que no entiendo, es que sean de plomo, y que tanto tiempo después no puedan pasarse. Porque a mí lo que realmente me importa es que seamos capaces de pasar páginas que ya no nos aportan nada, más que la enseñanza de lo que nunca debería volver a ocurrir.
Entiendo el objetivo, pero mi humanidad no comprende que haya tantos adeptos a estas páginas de plomo, tantos que pretendan usarlas para volver a escribir otras similares, que metan su mano en el cubo de basura que estas páginas describen y saquen de él un escaño, que pretendan reescribir páginas de plomo ametrallando el callejero.
Lo peor es que el plomo de estas páginas se vuelve tóxico, cuando te das cuenta de que el tiempo que describen es ya menor que el tiempo que ha pasado desde que los españoles decidimos pasarlas. Y más tóxico aún cuando compruebas que se habían enterrado sabiamente, guardado en un archivo de reconciliación y mirada al futuro, y ha tenido que venir alguien a sacarlas de allí, escribirlas en plomo y envenenarnos a todos.
Pero, ¿y las otras?, las etéreas, las que no pesan, las que se pueden pasar ¿dónde están?
¿Por qué es para ellos tan adecuado, y casi un mandato, que se pasen páginas en las que están escritas asesinatos, secuestros y extorsiones?
¿Por qué los dueños del escoplo pueden decidir que se puedan pasar algunas páginas que contienen muchos crímenes? ¿Por qué es para ellos tan adecuado, y casi un mandato, que se pasen páginas en las que están escritas asesinatos, secuestros y extorsiones que sufrieron muchas personas por defender la democracia en la que viven, de la que viven, los dueños del cincel? ¿Qué tienen sus páginas que no tengan éstas? Parece adecuado olvidarlas, despreciarlas y apartarlas, contando además con la dolosa indiferencia de quienes nunca poseyeron el buril, ni lo tendrán.
Y es que cuando una página reza “paz” en un país de Sudamérica, la sangre que costó escribirla no pesa nada, si esa falsaria paz está hecha al gusto de los nuevos amanuenses, y por tanto se puede pasar en virtud de la reconciliación y el perdón. Da igual que sea justa o injusta, es etérea, se la lleva el viento.
Y si dice “paz”, convirtiendo en héroes a los causantes de tanto dolor aquí mismo, si en esa página es deleite para los que mataron, y desdén para los que murieron, pero quien empezó el cuaderno es amigo de los del cincel…hay que pasarla, y para ello se puede hacer referencia a las mismas cosas.
Sin embargo, no cabe la paz en la página de plomo, esa es eterna. Literalmente no hay vuelta de hoja, y habrá de ser mostrada para siempre, porque las reparaciones que exige nunca serán pagadas. En esa página no tiene sitio la reconciliación, no hay lugar para el perdón…y por eso la página plúmbea no se puede pasar, hay que estar machacando con ella todos los días hasta el final de los tiempos, hay que seguir exponiéndola en público sin descanso, para legitimar a los que la grabaron con el contenido que ellos mismos eligieron.
Porque no todas las páginas, los asesinados, los perdones y las paces son iguales, no. Y sólo a los que labran el plomo les compete decidir cuáles han de ser eternas y cuáles se pueden tirar a la basura.
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