
Hace ya bastante tiempo que no se estrenan “slogans”. Lleva años la política sin generar “ideas fuerza” con algún tipo de sustancia; resulta patético ver a los ocupantes de los estrados mitineros tomando prestadas frases de antaño, incapaces de fabricar por su cuenta esas píldoras de pensamiento concentrado que hagan fortuna entre los suyos.
Por lo general, les veo zambullirse en tiempos mejores para la lírica política, y sacar brillo a muchas de aquellas oraciones que suscitaron devoción hace muchos años. Me atrevería a decir que Kennedy y Churchill son los más socorridos, y que muy posiblemente aquel “Yes, We Can” de Obama sea lo único que hayamos tenido en los últimos 30 años.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa impresión que tengo es que dentro de otros 30 nadie citará a nuestros líderes de hoy, porque no transmiten nada. Y no transmiten nada porque las ideas desfallecen en medio de una amalgama de infantilismo y simpleza que da mucha pena.
Así es imposible fabricar un “slogan”.
Las frases que perduran pertenecen a personas valientes que aspiran a cambiar el entorno; a gente que se niega a navegar dentro de esa corriente que califica como malditas al resto de las aguas. No serán los pusilánimes, ni los que confunden cambio con derribo, los que nos dejen pensamientos para la eternidad; no serán ellos los que tengan la facultad de transformar anhelos en palabras, tarea difícil reservada a los mejores, a los que hoy habitan fuera de la política.
Ya no importan los diálogos, sino un final en el que ganen los buenos, que en realidad son los suyos
Porque el panorama de las ideas presenta el mismo aspecto que el panorama general, el de un sitio de cartón piedra en el que muchos mediocres juegan el papel de actores de un guion que ha de pasar la censura de lo establecido como aceptable. Mientras, en las butacas se sientan aquellos, cada vez más, que entienden esto como un espectáculo en el que ya no importan los diálogos, sino un final en el que ganen los buenos, que en realidad son los suyos.
Total para casi lo mismo, porque la indigencia en los principios ha transformado a la política en el arte de presentar el mismo plato con diferentes guarniciones. Nos hemos empeñado tanto en la uniformidad, nos hemos grabado tan a fuego el pensamiento débil, que resulta muy complicado ofrecer algo de estreno; y a quien lo hace le llueven los tomates de la crítica, generalmente acabados en “ismos” varios.
La política ha dejado de ser el territorio de las neuronas para ser invadido por las vísceras. Las emociones han desplazado a los pensamientos, el relleno viene siendo fofo, y todo se resume en una pelea del odio contra el miedo. Odio a lo que somos y nos ha traído hasta aquí; miedo a parecer excesivamente reaccionario por oponerse a la voladura.
Odio contra miedo, sí. Nada de ilusión ni esperanza. Ni un atisbo de la tierra prometida que nos auguraba el fin de las tiranías; la muerte de éxito de un sistema que no venció ni por odio ni por miedo, pero que ahora sólo sabe moverse entre esas dos aguas. Un modelo que ya sólo lo es en lo económico y ha olvidado la riqueza de la diversidad, ha renegado de sus fundamentos y camina hacia la dictadura de las élites. De las que odian o las que juegan al miedo.
Ya no cabe creer en nada, sólo ser adepto al odio o militante del miedo
Y en medio, los que un día fueron creyentes y ahora sólo son partidarios. Porque ya no cabe creer en nada, sólo ser adepto al odio o militante del miedo. Un montón de gente que ha entrado al trapo de convertir esto en una copia de las peloteras de los programas del corazón, para regocijarse en cómo unos y otros se atizan; una legión de dedos fáciles que divulgan sus nadas hasta el infinito y más allá, al servicio del odio o del miedo.
En realidad, un rebaño al que mayormente le preocupa poder seguir comprando a plazos, que tolera que le controlen hasta la náusea, que admite que se le desinforme, que sólo valora la falsa seguridad y que ha aceptado con entusiasmo que todo lo que se le ofrezca sea tomar partido por el odio o por el miedo.