La noche del domingo 18 de marzo fue la más fría en casi un mes con 20 grados bajo cero, pero la plaza Roja de Moscú estaba plagada de seguidores del actual presidente de Rusia portando banderas del país, del partido Rusia Unida y alguna que otra de la antigua URRS.
Putin ha ganado por cuarta vez consecutiva y el apoyo que recibe de la población es más fiel y mayor. Él y lo sabe y no pierde oportunidad alguna para mostrarse ante su público, lo que le confiere una imagen de cercanía, seriedad y decisión, algo muy valorado en un líder político y más aún en un país como Rusia. Mientras que en Estados Unidos triunfan los showman desde Obama hasta Trump, en el antiguo país de los zares se prefiere la seriedad y el pragmatismo.
El 76,67 por ciento de los votantes apoyaron la candidatura de Putin, es decir, 56.206.514 millones de personas, lo que supone el récord histórico desde el fin del totalitarismo soviético. En las últimas presidenciales en 2012, Putin tuvo el apoyo del 63,6 por ciento, 45,6 millones de personas.
Los otros candidatos han conseguido un apoyo casi nulo exceptuando Pável Grudinin del Partido Comunista con el 11,77 por ciento de los votos y Vladimir Zhirinovski, del Partido Liberal Demócrata, con el 5,65 por ciento.
La juventud, comprometida con su futuro
Uno de los mayores logros de Vladimir Putin es el haber conectado con la gran mayoría de los jóvenes de 20 a 25 años -los que nacieron en la el último lustro del siglo XX- algo que no es nada habitual en los países occidentales donde cada vez más la población se desentiende de la política y del devenir de sus países.
No pasa así en Rusia donde esos jóvenes han crecido en un país que ha tenido como gobernante casi exclusivamente al antiguo agente del KGB. Como líder de una Rusia postsoviética y con grandes déficits en muchos campos, Putin les ha devuelto el sentido heroico-nacional, tan necesario para forjarse un futuro creyendo en sí mismos y en sus capacidades, sin la necesidad de depender continuamente de la aprobación de otros países o de ciertos colectivos.
La combinación entre juventud, futuro y renovación se plasma en figuras como la de Nikolai Nikiforov
Este sentido ha servido para transmitir valores que en otros puntos del mundo están desapareciendo por el desarrollo económico –países emergentes- o se eliminan voluntariamente –particularmente en Occidente- como son la patria, el sentido del deber, del esfuerzo, el valor de la comunidad y, ante todo, la familia hombre-mujer como núcleo principal de la sociedad, como proyecto de futuro y de sostenibilidad de la nación y de la propia economía.
Rusia quiere seguir siendo Rusia y aplica políticas destinadas para ello.
La modernización del país y de la economía
Putin ha dedicado todo su tiempo en el poder en modernizar el país y sacarlo de la conmoción tras la caída del Muro de Berlín.
La combinación entre juventud, futuro y renovación se plasma en figuras como la de Nikolai Nikiforov, ministro de Comunicación y Medios desde 2012 y posible candidato a ministro de Economía.
Rusia debe pasar de una etapa socioeconómica centrada en la modernización ya que es lo que modificará la estructura productiva del país y, de tener éxito, el país eslavo será una potencia completa a nivel mundial. Actualmente es un poder militar –y por supuesto regional- pero no juega un papel importante en segmentos como el comercio, tecnología o cultura, algo en lo que dominan Estados Unidos y China.
Aún le queda mucho para llegar a eso. Más allá de potencia petrolífera y gasífera, el país está llamado a cumplir un rol central en materia de nuevas tecnologías que la convertirán en nación producto-proveedora, no solo consumidora.
Gran parte de los votantes del presidente temen que Rusia vuelva a tiempos de oscuridad y de decadencia cuando éste se marche ya que por ley tiene prohibido presentarse de nuevo en las eleccines de 2024.
La Historia le juzgará pero, por el momento, su pueblo le adora.
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