Actuall

Pablo e Irene: vienen de Marx y van a más

Pablo Iglesias, Leonid Brezhnev y Agustín de Foxá.

Pablo Iglesias, Leonid Brezhnev y Agustín de Foxá.

Un viejo chascarrillo circulaba por la URSS. Leonidas Brezhnev, que estuvo en el poder casi 20 años (1964-1982), presume de su boato y prosperidad ante su anciana madre -que apenas había salido de su ciudad en Ucrania-. Le enseña todo orgulloso su apartamento de doscientos metros cuadrados en el centro de Moscú, su dacha en las afueras, su Rolls Royce y su Cadillac, su pabellón de caza e incluso la dacha de Crimea. «¿Qué te parece, madre?» «Está muy bien hijo», dice la buena señora y añade en voz baja: «Pero hijo, ¿qué pasará si toman el poder los rojos?».

La broma tenía su miga. Porque reflejaba la hipocresía intrínseca del socialismo real. Quienes predicaban el paraíso sin clases acababan viviendo, invariablemente, como los Romanov, con los mismos lujos que los zares, el mismo poder que los zares y -lo más hiriente de todo- con los mismos siervos que los zares. Siervos en sentido lato: subordinados, súbditos, a los que se purgaba, asesinaba o enviaba a Siberia en cuanto hacían la menor crítica al Partido o al líder del Partido.

O es mentira las críticas de Iglesias a la Casta o son mentira los 250 metros cuadrados y la piscina

Basta repasar la Historia del comunismo, que es la historia de las delaciones, purgas, y asesinatos internos de Lenin a Brezhnev, pasando por Kruschev o Stalin (como relata Martin Amis en su imprescindible Koba el temible). Es la historia de la hoz, el martillo, y el piolet (el piolet con el que Mercader mató al revisionista Trostky por orden de Stalin). O, en clave española, de la tortura y muerte de Andreu Nin, líder del POUM, por orden del socialista Juan Negrín, obediente guiñol teledirigido por el Kremlin.

Es una historia de lucha a muerte por el poder. Como quedó gráficamente de manifiesto en la Revolución Cultural de Mao. ¿Entonces? ¿Dónde quedan el «arriba parias de la Tierra»? He ahí la cuestión: o es mentira el «arriba parias» o es mentira la espectacular dacha del dirigente soviético.

O, por arrimar ya el ascua a la sardina hipotecaria: o son mentira el 15-M, la enmienda a la totalidad contra el capitalismo y el sistema de partidos corruptos salido de la Transición que predicó Pablo Iglesias o es mentira el chalet de Galapagar. O es mentira las críticas a la Casta (Luis de Guindos incluido) o son mentira los 250 metros cuadrados y la piscina.

Nada que objetar a que los señores de Iglesias se compren un chalecito. Todo que objetar a la hipocresía. Como dice Luis del Pino en una columna: «Comer un solomillo no es malo, pero si quien lo hace es el presidente de la asociación española de veganos, los miembros de la asociación están en su derecho de preguntarse si están representados por la persona adecuada».

Hagan lo que hagan, pase lo que pase en el plebiscito de Pablo e Irene solicitando la moción de confianza de las bases podemitas, el daño está consumado. Al colgarse ellos solitos el sambenito del chaletgate para los restos se han hecho el autorretrato. Eso era Podemos, una piscina, una dacha.

¿Se cae el souflé Podemos? La contestación interna en el seno del Partido -con el ‘Kichi’ echando en cara la traición de Iglesias al ‘perroflautariado’- es significativa

¿Se cae el souflé Podemos? Veremos qué dicen las encuestas. Pero la contestación interna en el seno del Partido -con el Kichi echando en cara la traición de Pablo Iglesias al perroflautariado– es significativa. La formación morada no se libra de las divisiones típicas propias de los comunismos -los puros y los revisionistas- y quién sabe si puede ir a más de aquí a las próximas citas electorales.

Sobre todo si la izquierda interioriza que lo del chalet no es anécdota sino más bien categoría.

Ahora que estamos en los fastos nefastos del 68, habría que concluir que bajo las tiendas de campaña que anegaron Sol el 15-M no estaba la playa sino el chalet con piscina de nuevos ricos. Igual que lo único que pretendían los revolucionarios que iban a poner patas arriba el mundo en el mayo francés era entrar en el baño de las chicas.

Al final todas las divisas revolucionarias, preñadas de idealismo y buenismo, quedan en eso. Ni «libertad, ni igualdad, ni fraternidad«; ni «patria, justicia y pan»; ni «tierra y libertad». Lo siento por Pablo Iglesias y los niñatos perrofláuticos que alimentan la bestia con su voto, pero el líder podemita acaba de dar la razón al conde Agustín de Foxá y la franqueza socarrona de su trilogía: «café, copa y puro».

Comentarios

Comentarios

Salir de la versión móvil