La Sexta quiso seguir la “alerta antifascista” decretada por Pablo Iglesias, el deseo del alcalde y algunos ciudadanos y señaló a 44 de los vecinos de un pueblo sevillano por sus votos. Marinaleda es un pueblo sevillano y andaluz gobernado desde 1979 por Juan Manuel Sánchez Gordillo, un alcalde comunista. La Sexta se saltó de forma vergonzosa todo derecho al sufragio secreto, así como los derechos a elegir representantes en las elecciones democráticas, la libertad de opinión y la libertad de expresión.
La Sexta creía que señalando a los votantes de Vox conseguiría amedrentarles a ellos y a otros muchos para que en las próximas elecciones el miedo les afectase y no volviesen a votar por ese partido.
Marinaleda es un pueblo donde la única empresa es la cooperativa municipal que recibió terrenos de la Junta de Andalucía tras una expropiación a sus antiguos propietarios. Marinaleda es un territorio donde el alcalde es el que da algunos puestos de trabajo e ingresos a los vecinos además de casas sociales con un alquiler de unos 15 euros al mes.
¿Creyeron poder poner dianas en las casas de los votantes de Vox impunemente? La Sexta y su presentadora, Cristina Pardo, tardaron un día en pedir disculpas por un reportaje que consideraron desafortunado
Los vecinos deben ir a trabajar a los pueblos cercanos o quedarse en Marinaleda y vivir con los pequeños ingresos que, no obstante, son suficientes para pagar el alquiler social y sobrevivir. Algunos lo consideran la más clara expresión de que el comunismo funciona, otros una mera red clientelar que seguirá votando por quien la creó y mantiene.
Surgen muchas preguntas y hay pocas respuestas claras. Debemos preguntarnos si cualquier medio es válido para ganar espectadores, así como las razones que llevaron a La Sexta a sentir una superioridad moral tan grande como para poder señalar ante millones de personas a quienes no siguen sus principios. ¿Creyeron poder poner dianas en las casas de los votantes de Vox impunemente? La Sexta y su presentadora, Cristina Pardo, tardaron un día en pedir disculpas por un reportaje que consideraron desafortunado.
El día anterior habían decidido que era necesario identificar a aquellos 44 vecinos que estaban camuflados en sus casas o trabajos para hacerles salir de sus escondites. ¿Lo hicieron para que aquellos indeseables ‘fascistas’ que no hay que respetar sufrieran la ira del pueblo, los ataques y para que les expulsaran de Marinaleda como les gustaría a algunos representantes televisivos o políticos?
Los libros de Historia nos cuentan lo que pasó en la Alemania del Partido Nacionalsocialista en el que las instituciones marcaban a los judíos y los vecinos también colaboraban señalándolos y denunciándolos. Algunos verán similitudes. Otros quizás recuerden con tristeza las dianas con nombres en País Vasco, Navarra y otras comunidades. ¿Unos pintan la diana y otros disparan o ponen la bomba? Si es así jalear a los violentos y sus actos criminales implica una gran responsabilidad moral, e incluso penal. El alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, ya había dicho que había que expulsar a los fascistas. Pablo Iglesias, desde su chalé de lujo en la sierra madrileña, había lanzado la “alerta antifascista”. La Sexta ayudó a poner las dianas: “¡Allí puede vivir un votante de Vox!”, dijo la periodista.
España ha cambiado mucho en las últimas décadas, la población también. Los medios de comunicación han moldeado la sociedad española y global y han producido grandes cambios. Algunos como La Sexta se ven capacitados para señalar a unos ciudadanos que votan por un partido político concreto.
Hace más de tres décadas, en mi infancia, cuando iba con mis padres de vacaciones a Andalucía, a unos pocos kilómetros de Marinaleda, no sabía nada del miedo, desconfianza o terror de aquellos que veían como pintaban dianas en las casas del País Vasco. Me encantaba jugar en la playa y hacer castillos de arena con un niño de Bilbao mientras sus padres y los míos paseaban, hablaban de fútbol, coches, comida o política. Allí, en Andalucía, eran libres y no temían por las dianas pintadas en las fachadas de las casas.
Se puede comprender que algunos vecinos de Marinaleda sientan desconfianza hacia quienes votaron por Vox. Se puede entender que aquellos que llevan décadas viviendo en un pueblo de voto e ideas comunistas sufran por darse cuenta de que no todos piensan como ellos. Se puede incluso aceptar que algunos vecinos vean peligrar su modus vivendi y que se sientan incómodos con la existencia de votantes de Vox en el pueblo o en las instituciones. Lo que ni se puede entender, ni justificar ni aceptar es que un programa de una televisión que ha recibido una concesión pública señale a algunos vecinos por votar a Vox o a cualquier otro partido político que no sea comunista o socialista en Marinaleda o en Andalucía. No se debe aceptar como normal que un medio de comunicación dicte el partido por el que se debe votar y señale a los que no sigan sus consignas.
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