A Cristina Cifuentes le han hecho un Trump. Alguien guardó durante años un vídeo suyo y lo soltó en el momento en el que podía hacerle más daño.
Sabiendo que somos filmados docenas de veces mientras paseamos por las calles, que se pueden seguir nuestros desplazamientos por medio de las antenas de telefonía y que nos piden el DNI para entrar en cualquier sitio, no es muy tranquilizador, ¿verdad?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa lucha por el poder en del PP ha pasado de ser la habitual dentro de los partidos políticos a convertirse, por su dureza, en una autodemolición como no se veía desde la UCD.
Felipe González y su clan, con la ayuda de los servicios secretos del franquismo, tomaron el PSOE en los años 70 y arrojaron por la ventana a la vieja guardia, dirigida por Rodolfo Llopis.
Cuando José María Aznar ascendió a la jefatura de Alianza Popular, no sólo barrió a los figurones de la derecha, que no habían ganado una sola elección desde 1977, sino que además cambió de nombre al partido.
Cuando llegan a la cima de su partido, los políticos prescinden de los anteriores, pero en el PP hay más cadáveres que en una película de Rambo
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han hecho otro tanto. El líder demócrata, a diferencia del césar triunfante, no quiere tener al lado a nadie que le recuerde que es mortal.
Incluso antes de que Rajoy y su brazo derecho, Soraya Sáenz de Santamaría, entraran en Moncloa, con el CNI a su servicio (o eso creen) y el BOE a su firma, han liquidado a todos los que podían hacerles sombra.
Uno tras otro, como patos de metal en una caseta de feria, han caído José María Aznar, Esperanza Aguirre, Rodrigo Rato, Alberto Ruiz Gallardón, Eduardo Zaplana, Jaime Mayor Oreja, Francisco Camps… Y la mayoría eliminados desde Moncloa.
Hay más cadáveres en el PP que en una película de Rambo.
Hasta hace poco, podíamos pensar que se trataba de esas típicas depuraciones generacionales o ideológicas o personales que se producen en los partidos.
El PP sólo ha sido conservador en el sentido de mantener los ‘avances’ realizados por el PSOE en la cultura y la educación
En cambio, los peperos no es que estén arrojando por la borda a los señalados por el garfio del capitán, es que están agujereando la quilla.
No siento que el PP desaparezca, ya que su conducta ha confirmado el aforismo de Gómez Dávila: «Cualquier derecha en nuestro tiempo no es más que una izquierda de ayer deseosa de digerir en paz».
Su obra, sobre todo desde que Rajoy fue ascendido por el dedo de Aznar, ha consistido en asentar todo lo que la izquierda ha hecho. En ser conservadores en el sentido etimológico, no en el político.
Uno de los ejecutores preferidos de Rajoy, Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, declaró hace poco que, según él, «Estamos viviendo el mejor momento económico de nuestra historia. Con tres años más por este camino nos pondríamos a la cabeza del mundo».
¿Y cuál era el único riesgo en ese futuro esplendoroso? «¡La política!». ¡Un ministro al que le molesta la política! Ni en los gabinetes del despotismo ilustrado había gobernantes que redujesen el gobierno únicamente a acumular oro en las arcas del reino.
Rajoy aplica a regañadientes el artículo 155 de la Constitución. Y en las elecciones siguientes al Parlamento catalán su partido casi desaparece. Un tribunal alemán niega la entrega del huido Puigdemont y Rajoy afirma que la decisión es «absolutamente correcta». Las mujeres del PP se oponen a la huelga feminista y Rajoy aparece con el lacito morado en apoyo de ésta.
Cada vez que se mueve el Gobierno, mete la pata, señal de que su hora ha sonado.
Hollande anunció que quería organizar un nuevo movimiento político por encima de los partidos. Como él no podía dirigirlo, lo hizo Macron
Si la irrupción de los caudillos de Podemos en las televisiones por la mañana, por la tarde y por la noche fue una maniobra de los cabezas de huevo de Moncloa para asustar a la derecha a fin de que volviese a votar al PP, podemos estar ante otra más siniestra.
En los años 80, el socialista (y antes colaboracionista) François Mitterrand ordenó sacar en la televisión pública francesa a Jean-Marie Le Pen para darle aire y luego cambió la ley electoral para que el Frente Nacional robase votos al centro-derecha y así la izquierda siguiese en el gobierno.
El plan no funcionó. El FN se convirtió en un partido con representación parlamentaria que, oh justicia poética, crece a costa del voto de izquierdas.
Otro François socialista, Hollande, fue el primer presidente de la V República que renunció a presentarse a la reelección, debido al rechazo que provocaba a los franceses.
En su lugar, y como anunció en un libro de conversaciones editado en 2016 y no traducido al español, Hollande anunció que, para el año electoral 2017 (elección de presidente y de Asamblea) quería lanzar una nueva formación política.
Para que Macron pasase a la segunda vuelta de las presidenciales, un oportuno escándalo hundió a su mayor rival, François Fillon
Como él no podía encabezarlo, su designado iba a ser Emmanuel Macron, su ex consejero y ex ministro de Economía, un niño prodigio al que el Poder ya estaba promocionando desde años antes. En 2014, asistió a una reunión del Club Bilderberg, ese cenáculo que el rumor popular identifica como una especie de Gobierno mundial.
Estaba claro que sería presidente de Francia quien se enfrentase en la segunda vuelta a Marine Le Pen. Y para allanar el camino de Macron, apareció en la campaña un escándalo de corrupción que afectaba al que entonces era el candidato más destacado en intención de voto, el derechista François Fillon.
Éste acusó, sin pruebas, pero con lógica, al Estado profundo de difundir sus trapos sucios.
La operación funcionó: Macron es presidente y su movimiento («ni de derechas ni de izquierdas», sino reformista, liberal, progresista, globalizador, europeísta…) ha destrozado a los partidos tradicionales.
Me da la impresión de que el Poder quiere repetir el plan en España con Albert Rivera y para eso hay que derruir el PP.
A Cifuentes no le han protegido de la cacería ni su adhesión a la ‘ideología de género’ ni la entrega de Telemadrid a la izquierda
Los escándalos de corrupción del PP están en todas las tertulias, mientras que el juicio de los ERE andaluces (¡al menos 740 millones de euros robados!) y la Gürtel valenciana del PSOE apenas salen en los medios.
Y quienes podrían formar una candidatura aceptable son sepultados bajo carretas de estiércol, aunque, como Cifuentes, hayan sido compañeros de viaje del Imperio Progre. A ésta no le han servido de atenuantes ni sus leyes LGTB, ni sus multas y denuncias contra los resistentes a la ideología de género, ni la entrega de Telemadrid a la izquierda, ni sus subvenciones a ONG.
Y no me parece coincidencia la destitución de Juan Luis Cebrián, instrumento de Moncloa, de la presidencia de El País el mismo día de la dimisión de Cifuentes.
¿Adónde está yendo el voto del PP, según revelan, o inducen, las encuestas? La mayor parte a Ciudadanos, mucho menos que a VOX. El concepto de voto útil que sirvió al PP para retener a la derecha a la que luego traicionaba se ha vuelto en su contra, como una espada de doble filo mal manejada.
Parece que algunos dentro del PP quieren acelerar la muerte de este partido para coronar al Macron español y ser cortesanos del nuevo monarca. Les recomiendo que aprendan sobre planes infalibles leyendo El prisionero de Zenda.