
Parece que, para algunos católicos, el undécimo mandamiento sería “votarás al PP sobre todas las cosas”. Hagan lo que hagan los populares, el voto de esos creyentes en cada proceso electoral acaba siendo para ellos. Ya puede el partido de Rajoy defender de facto el aborto, sumarse sin ambages a los postulados de la ideología de género, renegar de su identidad cristiana, convertir el bienestar en un ídolo al que adorar o dejar abandonada a la familia, que el católico medio seguirá cumpliendo fielmente el undécimo mandamiento y votará al PP.
Los populares tienen bien estudiada la estrategia. Ellos saben que, en gran medida, el voto católico es suyo, y se cuidan de no ofender de palabra a los cristianos. No son tan patanes como socialistas y comunistas, que arremeten abierta y directamente contra los sentimientos religiosos, con lo que pierden inmediatamente apoyos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraNo. Los dirigentes populares son más sibilinos. Asisten a alguna que otra procesión en Semana Santa; toleran los centros educativos de la Iglesia, aunque no se muestran entusiastas con ellos; se dejan ver por alguna misa; mantienen la asignación económica a la Iglesia (que, lamentablemente, parece que es lo único que importa a algunos cuantos clérigos) y poco más. Y eso, como por arte de magia, convence al crédulo católico medio, haciéndole creer que es de los suyos. Sin embargo, sus obras les delatan: aborto, ideología de género en la escuela, complejos en la defensa de los pocos valores que les quedan, divorcio, corrupción, relativismo, permisivismo moral, ausencia de valores claros, materialismo, hedonismo y poco más.
«Al católico le tienen también engañado con eso que llaman el ‘voto útil’ y con el ‘cuidado que vienen los de Podemos'»
Por supuesto, no hablo de personas concretas del PP. Las hay estupendas, y tratan, desde dentro, de enderezar el rumbo de ese partido que hace ya mucho tiempo que comenzó a escorarse. Tarea compleja, por no decir imposible. Pero sí de la putrefacta línea ideológica que defienden muchos de sus prebostes, como Cifuentes, Núñez Feijóo, Soraya, Maroto y el propio Rajoy, y que es la mayoritaria en ese partido.
Al católico le tienen también engañado con eso que llaman el “voto útil” y con el “cuidado que vienen los de Podemos”. Es decir, muchas veces, el creyente termina votando al PP por miedo o por rutina, lo que es abiertamente incompatible con la vivencia del Evangelio, porque el que lo vive de veras tiene su confianza puesta en Dios y no actúa desde el temor, sino desde el amor a la verdad y la libertad y desde el coraje y la audacia.
«Confieso que no acabo de entender a aquellas personas que llevan 40 años votando a los mismos, aunque esos mismos hayan mudado de piel varias veces delante de sus narices»
“Yo votaría a otro partido que no fuera el PP y que estuviera más en consonancia con mis valores, pero no va a sacar diputados y eso es tirar el voto”, lamentan algunos, como si fuese más importante obtener un rédito por el voto que el votar en conciencia. Muchos de los que afirman esa tontería acaban entregando su voto a Ciudadanos, “porque es un voto útil”, y parecen obviar que el partido naranja, en temas morales, sociales e ideológicos, está más lejos aún de los postulados en los que ellos dicen creer. ¿Se puede dar una mayor incongruencia en esos cristianos? Pobre manera de votar la que está motivada por modas y sondeos antes que por convicciones.
Yo, precisamente porque soy cristiano, no soy del PP. En realidad, no soy de ningún partido, porque mi voto no le pertenece a ninguno de ellos ni le he jurado fidelidad eterna a nadie. En cada convocatoria electoral, analizo, observo y voto en conciencia a la formación política que considero más cercana a los valores que tienen que ver con la búsqueda del bien y la verdad. No voto por tradición o por rutina, y confieso que no acabo de entender a aquellas personas que llevan 40 años votando a los mismos, aunque esos mismos hayan mudado de piel varias veces delante de sus narices.
No siento la necesidad de profesarle amor incondicional a ninguna formación política, porque el bien y la verdad están por encima de los partidos y, si éstos, en algún momento se separan de esos valores, dejan de contar con mi voto.

No me importa entregar mi papeleta a una formación política con la que “se pierde el voto”, porque estoy convencido de que, cuando muchos hagamos lo mismo, ese partido acabará entrando en el Congreso de los Diputados, en el ayuntamiento o en el gobierno autonómico, que eso parece ser lo único “útil” para algunos. Creo en el cambio, y no comprendo a esos timoratos que sólo apuestan a caballo ganador aun renegando de sus principios.
Es curioso. Muchos católicos rezan para que Dios cambie las cosas en España, pero no están dispuestos a cambiar su voto. Eso no es ponerle las cosas fáciles al Señor al que rezan…