En mayo del pasado año, Pedro Sánchez ganó en buena lid las primarias celebradas entre los militantes de su partido para llegar a la secretaría general del PSOE. Venció en esa batalla interna a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y al ex-lehendakari Patxi López. Esa victoria le supuso a Sánchez hacerse con el control total del partido, nombrando una ejecutiva a su medida, unos portavoces parlamentarios afines, teniendo en definitiva las manos libres para orientar el rumbo del PSOE en el convulso momento político que vivimos en España.
Pasados diez meses desde esa victoria de Sánchez, el PSOE no acaba de remontar en las encuestas de intención de voto publicadas en las últimas semanas. Si hoy hubiera elecciones generales, casi todos los estudios demoscópicos coinciden a la hora de señalar que los socialistas estarían en tercer lugar, por detrás de Ciudadanos y PP, y sólo por delante de Podemos. Esas encuestas otorgan un porcentaje de voto al PSOE en torno al 20-21%, con un número de escaños ligeramente superior a los 85 que tiene en la actualidad. Es decir, un mal resultado, que condenaría a los socialistas a seguir otros cuatro años en la oposición.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora«El PSOE no remonta seguramente por varios motivos. Uno de ellos es porque ni Sánchez ni su equipo acaban de decantarse por el espacio ideológico en el que quieren situar a su partido»
Sin esperar a las próximas elecciones generales -que si el presidente del Gobierno no las adelanta, tendrán lugar en junio de 2020- la prueba de fuego para el PSOE y para el propio Sánchez van a ser las elecciones autonómicas, municipales y europeas que sí tienen fecha fija: la primavera del próximo año. Antes de esa triple cita con las urnas, es más que probable que se celebren las elecciones autonómicas en Andalucía, donde el PSOE gobierna desde el inicio de la democracia. En este caso, la prueba será no sólo para Sánchez sino también para Susana Díaz.
El PSOE no remonta seguramente por varios motivos. Uno de ellos es porque ni Sánchez ni su equipo acaban de decantarse por el espacio ideológico en el que quieren situar a su partido: unos días juegan a ser populistas y a rivalizar en ese terreno con Podemos; otros quieren dar la apariencia de tener sentido de Estado y entonces apoyan al Gobierno en cuestiones delicadas, como sucedió con la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Y en otras ocasiones, se mueven entre sumarse a las reivindicaciones de fuerte impacto social, como las de los pensionistas, prometiendo cosas que difícilmente podrían cumplir si llegaran al Gobierno.
En definitiva, el PSOE es en la actualidad un proyecto político no definido, confuso, en algunos momentos irreconocible y todo eso, lógicamente, genera desconcierto en su electorado tradicional, que ante esa situación, o se queda en casa o vota a otras opciones: la más centrada de Ciudadanos o la populista radical de Podemos. Ese es el problema que tiene en la actualidad Sánchez y, o se da prisa en resolverlo, o las urnas le pasarán factura a él y a su partido.