Lo dijo el otro día Isabel San Sebastián en el Encuentro Actuall: Ningún elector del PP está entusiasmado con Rajoy –y yo añado muchos querrían colgarlo del palo mayor- pero todos están dispuestos a votarle con la nariz tapada. «El bolsillo es importante» decía la periodista, pero “hay que votar en conciencia, en valores”.
El dilema es peliagudo. Y el 20-D más peliagudo que nunca desde el comienzo de la Transición. ¿Qué hacer? ¿Susto o muerte? Aunque se sientan traicionados, los electores del PP están dispuestos a pasar por el aro porque, alegan, el ‘frente popular’ PSOE-Podemos es infinitamente peor y echaría a pique la incipiente recuperación económica.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl espejismo del mal menor les hace creer que el PP es la panacea frente una izquierda con cuernos, rabo y coletas, que les va quitar el dinero, va a cargarse la libertad imponiendo una férrea dictadura y que va a dejar a España sin cerveza y papel higiénico, como en Venezuela. El jurásico marxista que esos votantes de derecha creían extinguido con la Caída del Muro ha dejado un huevo de dinosaurio, Podemos, y la criatura nos amenaza, como los velocirraptors saltarines de Spielberg. Aunque hayan perdido velocidad en las encuestas y la coleta se haya ajado un tanto. Pero el peligro de una izquierda radical está ahí (ya han visto como asoma las orejas el laicismo o de la eutanasia tras la figura de Pedro Sánchez).
En realidad, el marxismo no se ha ido del todo de una Europa carcomida por la metástasis socialdemócrata. El peso del Estado en sus diversas reencarnaciones –Unión Europea, comunidades autónomas, diputaciones, consejos de cajas de ahorros, partidos políticos, comisarios políticos en centros de enseñanza- asfixia a la sociedad civil o, lo que es peor, la soborna con subsidios o la embrutece repartiendo condones con sabor a fresa, cortando de raíz toda iniciativa, haciéndole creer que le resuelve la vida, porque se encarga de la sanidad, la educación y las pensiones, cuando lo que en realidad hace es robarle la libertad… además del dinero.
Con el camelo socialdemócrata, Europa ha llegado a creerse que el mercado es la ley de la jungla y que el único refugio frente a la voracidad capitalista es papá Estado. Se ha aceptado como dogma incuestionable que si no fuera por el Estado los desheredados se pudrirían entre cubos de basura y los ninos humildes no podrían estudiar. Lo cual es falso porque la desigualdad persiste, incluso con Estado. Y sobre todo porque el Estado no tiene medios, como observa Carlos Rodríguez Braun, sino que se los quita al ciudadano, y nada autoriza a pensar que si el ciudadano los mantuviera no los gastaría en sanidad o educación, incluso de forma socialmente más eficiente.
Y eso es tal cual lo que ha pasado en la era Rajoy. Porque los espectros que esgrime para pedir el voto del miedo (que el Coletas, o Sánchez, nos quitará el dinero, que nos robará la libertad y que iremos al excusado con una piedra en lugar de un rollo de Scott) ya se han materializado o se pueden materializar con el PP.
Todavía no nos han quitado el papel higiénico como en Venezuela
Ya nos ha quitado el dinero, vía esos impuestos que prometió bajar, hundiendo a la clase media y las pymes que eran el nervio económico del país. Al final, quien merece el título de Rescatador no es Rajoy, sino las espaldas de una clase media exprimida por las gabelas.
Ya nos han robado libertad. Tenemos una férrea dictadura a golpe de ingeniería social (Ideología de género, legitimación del aborto, adoctrinamiento en lugar de educación). Cierto, el PP no ha instituido casi ninguna de estas cacicadas liberticidas. Nunca lo hace: simplemente consolida con su pasividad los atropellos de los derechos y libertades perpetrados por el PSOE.
Todavía no nos han quitado el papel higiénico. Afortunadamente. Pero quizá no haga falta esperar a Pablo Iglesias, el Tsipras ibérico, para que degeneremos en Venezuela II, porque la recuperación económica de la que presume Rajoy con el ojo puesto en las elecciones está tan cogida con alfileres, que a la menor sacudida puede irse al garete. El problema es que el PP no ha hecho reformas estructurales para cambiar el modelo económico, y que los males endémicos siguen agazapados tras el maquillaje de algunos indicadores positivos. ¿Milagro español? ¿Llamamos milagro al lastre que para el crecimiento supone el déficit público; a una deuda pública que se ha triplicado desde el comienzo de la crisis; a una tasa de paro juvenil del 49’2%; a un tejido empresarial de chicha y nabo, que compromete el crecimiento y la competitividad; o al mayor índice de fracaso escolar de la UE, lo que hipoteca el futuro de la nación?
Sabíamos que a Rajoy le preocupaba más la bolsa que la vida, es decir la recuperación económica antes que los derechos y libertades básicos, pero a la vista de su cortoplacismo descubrimos que ni la economía: lo único que parece interesarle es salvar los muebles en las elecciones, sin acometer las reformas estructurales que precisa España. Cortoplacismo electoral.
Es evidente que un escenario con PSOE-Podemos es muchísimo más inestable y peligroso, hasta ahí estamos de acuerdo, pero esta no es una película de buenos y malos, sino de malos y peores.
Y lo es, porque los resabios del socialismo siguen enrareciendo la atmósfera política europea –ingeniería social, intervencionismo estatal, poderes públicos invadiendo la esfera privada, decidiendo por el ciudadano, manejando su dinero, pisoteando la república independiente de su hogar como elefantes en cacharrería-.
En el PP queda algún reducto de valientes, gentes con principios como los galos de Astérix, que tratan de buscar vías de regeneración
Hasta los partidos políticos, refugio de mediocres, castas herméticamente cerradas, controlados por cúpulas endogámicas, parecen clones del único gran Partido, el Partido por excelencia.
Hasta en el PP donde queda algún reducto de valientes, gentes con principios que, como los galos de Astérix, se resisten a claudicar y tratan de buscar vías de regeneración. En ocasiones da la sensación de que el verdadero centro-derecha, ese que sigue creyendo en la libertad, en la unidad de España, en la regeneración democrática, que cuenta con esforzados representantes, está como maniatado o al menos neutralizado. ¿Quién sabe? quizá no esté todo perdido. Pero la actual coyuntura no invita al optimismo.
¿Susto o muerte? Difícil dilema. Quizá porque para poder elegir comme il faut hace falta libertad y el aire de la política española -y europea en general- está enrarecido por el miasma estatista como ha expuesto con singular lucidez Luis Zayas, portavoz de Mi querida España, uno de esos viveros políticos a los que habrá que estar atentos tras el 20-D.
¿Será que no podremos elegir con libertad hasta que no pase página esta Edad de Piedra socialdemócrata?
Hace ya 25 años cayó el Muro, y, algo después, quebró el modelo sueco, la niña bonita del experimento socialdemócrata, y el mundo despertó de la pesadilla marxista pero, como en el cuento de Monterroso, el dinosaurio todavía sigue aquí.