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Queremos tanto a Obama

El presidente Obama, convertido en un icono del apoyo al lobby gay

El presidente Obama, convertido en un icono del apoyo al lobby gay

Todo le resultará familiar al presidente, en su visita a España: las multitudinarias fiestas del Orgullo, la aceptación unánime del aborto, el consenso socialdemócrata en el Parlamento, un país fracturado por el sectarismo… Se sentirá como en casa. Podrá levantar su copa en el Palacio Real, y hacerse un ‘Piqué’: “¡Gracias, Zapatero, contigo empezó todo!”

Hay programas de televisión hablando hasta del coche blindado que Obama usará durante su visita a España. Los cristales tienen un grosor de doce centímetros. Si un malnacido echa un líquido turbio y corrosivo en el parabrisas –esperemos que la comitiva oficial no pare en un semáforo español–, se activan inmediatamente unas cámaras en el salpicadero para que el conductor pueda salir pitando.

Hay bolsas de sangre del mismo grupo que la del presidente, guardadas en un compartimento seguro del maletero. Si hay una guerra química y rocían con gas mostaza, o circulan por el Paseo de la Castellana mientras el Ayuntamiento riega el césped, el vehículo queda totalmente sellado.

Tampoco han cambiado tanto España, desde que el llorado Rafael Azcona escribiera para Berlanga Bienvenido, Mr. Marshall.

Se llama La Bestia entre los agentes secretos, aunque su nombre administrativo es Car Force One, igual que el avion del presidente se llama Air Force One. De cosas así están hablando los programas de entretenimiento castizo. Tampoco han cambiado tanto España, desde que el llorado Rafael Azcona escribiera para Berlanga Bienvenido, Mr. Marshall. Si acaso, el arte se quedó un poco corto imitando la realidad.

Imagen de la película «Bienvenido Mr. Marshall», dirigida por Berlanga.

El presidente Obama llega a España en plena crisis por la violencia racial en Estados Unidos. La muerte de dos hombres negros en controles de la policía, durante la última semana, y el asesinato de cinco agentes de Dallas en una manifestación contra la policía, el viernes, señalan una de las muchas líneas de la fractura social que Obama ha acentuado durante sus dos mandatos.

Estados Unidos es hoy una nación polarizada, llena de cuentas pendientes entre grupos, intoxicada del veneno ideológico a todos los niveles de la conversación pública. No solo son negros contra blancos, sino el campo contra la ciudad, los jovenes contra los mayores, las clases populares contra las élites, los estados contra la burocracia de Washington, los creyentes contra los no creyentes, los inmigrantes contra los nativos.

Pocos lugares resultarán tan familiares a Obama como la España post-Zapatero

El legado de Obama tras ocho años en la Casa Blanca es un puñado de grandes discursos políticos -ha marcado una época en el género– y un uso revolucionario de Internet como instrumento de comunicación política, pero también, un país crispado consigo mismo, y una potencia mundial menguante y vulnerable.

Pocos lugares resultarán tan familiares a Obama como la España post-Zapatero a la que llegará el sábado por la noche. En pocos sitios se sentirá más cómodo que en la España de Rajoy, y su enorme Estado benefactor, con una deuda que supera el 100% del PIB –“¡Quién la pillara!”, podría suspirar el artífice del Obamacare, la reforma sanitaria que ha importado a los Estados Unidos el ruinoso Estado de Bienestar europeo–.

Ninguna otra visita le confirmará en la convicción de que se necesita una ideología fuerte que prepare las mentalidades y la sociedad para abrazar el gran Gobierno que Obama ha intentado reinstaurar en los Estados Unidos con una determinación desconocida desde los tiempos del New Deal.

Todo eso que Obama ha intentado instaurar en EEUU, lo encontrará en España en un estado de apogeo cultural

El subsidio del aborto, la deconstrucción de la familia, la imposición de la Ideología de Género y la transexualidad, una educación intervenida por unas pocas ideas doctrinarias, el consenso socialdemócrata sobre los impuestos, el papel del Estado como gran repartidor de la riqueza, el perfil bajo en la política exterior, el confinamiento de los creyentes en una ciudadanía de segunda categoría, la politización intransigente de las universidades, los medios de comunicación, la cultura, los símbolos nacionales, y de cada rincón de la vida de las personas… Todo eso que Obama ha intentado instaurar en EEUU, lo encontrará en España en un estado de apogeo cultural.

Junto a la reserva de víveres del coche blindado, el otro gran foco informativo de la visita de Obama es la presencia de Pablo Iglesias en el almuerzo que los Reyes ofrecerán en honor del presidente estadounidense.

Caricatura de Pablo Iglesias con la bandera comunista/ AMB

¿Ha elegido ya el traje? ¿Llevará corbata? ¿Usará una mascarilla para el pelo? Si Podemos temía quedarse sin focos después de su fiasco en las elecciones generales del pasado 26 de junio, sus dirigentes pueden estar tranquilos.

Preguntado por sus expectativas de la visita de Obama, el diputado raso Iglesias dijo que, si por él fuera, suprimiría el almuerzo y las fotos, y se quedaría a solas hablando de política con el presidente. Podría ser decepcionante para ambos. Nadie habla con un espejo y sale enriquecido de la experiencia, a menos que seas Dorian Gray o Alicia.

Obama no necesita hablar con los políticos españoles para entender los valores que están dirigiendo el país. Le basta con echar un vistazo a la sociedad de los Estados Unidos hoy, ocho años después de su llegada a la Casa Blanca.

Obama no viene a enseñar a una clase política que lo espera como la multitud de Villar del Río a Mr. Marshall.

Viene a despedirse de Europa y a dar las gracias. Podría elevar su copa durante el banquete y brindar a lo Piqué: “¡Gracias, Zapatero, contigo empezó todo!” O podría elegir la Costa del Sol para comprarse una segunda residencia para la inminente jubilación.

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