Treinta y seis años de glorioso socialismo andaluz madurado en barricas de choriceo, mariscadas y putas, han acabado como acaban los más cutres exorcismos del populacho. Con alaridos, histrionismo y mucho estribillo zafio teledirigido por el karaoke oficial de una izquierda que no se siente las piernas desde el dos de diciembre.
Hay que tenerla de hormigón -la cara, me refiero- para presentarse a las puertas del Parlamento andaluz como redentores de las mujeres, aquellos y aquellas, compañeros y compañeras, que han mangado hasta la indecencia el dinero que podría haberse utilizado para proteger a las víctimas, apoyarlas en sus necesidades, e incluso haberles salvado la vida de sus salvajes asesinos.
Pero allí estaba, el casposismo de la mamandurria en pleno, con sus autobuses llenos de miembras generosamente untadas por el aparato clientelar de la Junta, la infantería del feminismo más ilustrado y agitprop. Sobre todo ilustrado: “Ito, ito, ito, mi niña tiene pito”, “oño, oño, oño, mi niño tiene coño”, “mi vida, mi cuerpo, mi forma de follar” y otros lirismos enjundiosos. Que si el capitalismo, que si el heteropatriarcado, que si el soy bollera, cis y trans. Faltaba el Susanita tiene un ratón, que rima con maricón…
Tampoco han faltado los habituales a estos saraos: los sindicatos zipi zape, los comunistas reciclados, los agroanarquistas con sombrero de paja, los podemitas de la Tere y el Kichi
En realidad, Susanita sí que estaba. Susana Díaz, la “desbancá”. Circunspecta, sobreactuada, la lideresa de la troupe de barbies lloronas cuyos espumarajos verde-vox han dejado la explanada del Hospital de las Cinco Llagas para que los operarios de Lipasam (el servicio de limpieza de Sevilla) manden al feminismo a hacer puñetas.
Tampoco han faltado los habituales a estos saraos: los sindicatos zipi zape, los comunistas reciclados, los agroanarquistas con sombrero de paja, los podemitas de la Tere y el Kichi. Todos de maniobras, preparándose para la chalecada amarilla o la kale borroka que se avecina. Lo que haga falta con tal de corregir lo que las urnas democráticamente decretaron en diciembre.
El mismo fundamento ideológico del machismo que condenan, lo aplica la izquierda sin complejos a su manera de entender la política. O el Gobierno es mío, o de nadie. Y menos de un partido de indeseables como Vox, tan fascistas ellos que ha jurado defender la Constitución con la misma vehemencia con la que llevan meses defendiendo el interés nacional frente a los golpistas catalanes. Golpistas a los que acaba de premiar con millones de los Presupuestos Generales del Estado, por su conducta ejemplar durante la moción de censura que le llevó a la Moncloa, el señor Pedro Sánchez. El jefe de Susanita la “desbancá”. Dos demócratas ejemplares.
Ya andan echando gasolina a las calles junto a sus socios neomarxistas. Cordones sanitarios, insurrección, cercos al Parlamento, alerta antifascista, no pasarán.
Atrás, en el recuerdo de esa historia de España tan adulterada por la desmemoria histórica, pequeñas enormes semejanzas. Otro PSOE, otra derecha (la CEDA), otros tiempos. Y sin embargo, el mismo afán de violentar el designio de las urnas en nombre de la Salud Pública que prescribe, claro está, la misma izquierda de siempre. Aquello acabó muy mal, pero no aprenden. Porque creen que es la historia la que se equivoca, no ellos.
Hoy quería hablarles de lo que estaba ocurriendo dentro del Parlamento de Andalucía durante el histórico debate de investidura del popular Juan Manuel Bonilla, pero había tanto material afuera que se me ha echado el tiempo encima. Otra vez será. Si nos dejan.
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