Hay quienes ya ven en Vladimir Putin un zar reclamando su lugar en la Historia justo cuando Rusia parece haber dicho ‘hasta aquí hemos llegado’. Son los que anhelan la llegada de la Nueva Roma de la mano de este gigante dormido, y no por ínfulas literarias, sino porque no encuentran otro dique de contención contra el tsunami multiculturalista y la ideología de género impulsados desde los despachos de Washington y Bruselas.
Pero no es ésta, desde luego, la opinión predominante en los medios de comunicación occidentales, que pintan al presidente de la república federal de Rusia como un dictador enemigo de los derechos individuales. La sombra de la sospecha se cierne sobre él, incluso cuando su país es objeto de un ataque, como el reciente derribo de un avion ruso en Siria por parte de Turquía.
A esta ofensiva respondió Putin difundiendo unas fotos que mostraban la entrada del petróleo del Estado Islámico en la frontera turca. Erdogan retratado con las manos en la masa. La respuesta internacional a ese atropello fue la misma que suscita la persecución a los cristianos en Oriente Próximo: ninguna.
Cuando Turquía derribó un avion ruso, Putin contraatacó acusando a Erdogan de comprar petróleo al IS y exigiendo que restituya la basílica de Santa Sofía a los cristianos
Por eso no extraña que Putin sea el único líder capaz de levantar la bandera de los cristianos masacrados por el yihadismo en Siria e Irak. Un cuarto de siglo después de la desintegración de la URSS, Rusia vuelve con fuerza a la primera línea del escenario internacional liderando el ataque contra el IS.
Base militar en Siria
De paso, a Putin tampoco se le olvidó pedirle al turco que restituya la basílica de Santa Sofía a los cristianos, el símbolo de la iglesia de Oriente hasta la caída de Constantinopla.
El analista de internacional del diario El Mundo, Felipe Sahagún, recuerda la importancia geoestratégica que Siria supone para Rusia, que está recuperando la influencia que perdió con el fin de la Guerra Fría. «Los rusos tienen en Siria una base militar -un puerto- que le permite acceder al mediterráneo. Putin interpretó desde el principio que la ofensiva contra Bashar al-Ássad perjudicaba sus intereses», señala a Actuall.
Es, sobre todo, la gran oportunidad para que el gran oso mire a los ojos a Estados Unidos tras 25 años invernando. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra, Santiago Martínez, cree que la campaña rusa en Siria persigue demostrar lo evidente: que la política norteamericana de intervención en Oriente Medio ha fracasado.
«Putin quiere recuperar el lugar que considera que corresponde a Rusia, y no precisamente un puesto de segunda fila», declara a Actuall el profesor Santiago Martínez
«No volvemos exactamente a la Guerra Fría, Putin quiere recuperar el lugar que considera que corresponde a Rusia, y no precisamente un puesto de segunda fila», afirma el profesor Martínez a Actuall.
Los viejos valores cristianos
Es, quizás, el mejor momento de Putin desde que llegó a la presidencia de Rusia en 1999. Un año antes el país se había declarado en suspensión de pagos de su deuda externa y el rublo se había desplomado. 15 años después Rusia se recupera de los daños causados por la caída del precio del barril de petróleo y de las sanciones impuestas por la UE en 2014 por el conflicto en Ucrania.
También le sonríen las cosas a Putin en el plano individual. La percepción que se tiene del presidente ruso en el extranjero difiere notablemente de la imagen que mantiene dentro de sus fronteras: Vladimir Putin es el campeón de la popularidad de los líderes mundiales, el 90% de los electores rusos aprueba su gestión.
Claro que no todo son flores para Putin. Durante su mandato ha convertido a Rusia en un Estado más autoritario y ha ampliado el poder de los servicios secretos utilizando el terrorismo como coartada. Pero nada de eso le ha generado el rechazo de los rusos.
Aunque parezca un milagro que el líder ruso –ex espía de la KGB– haya logrado ganarse la confianza de su pueblo de forma apabullante, no ha hecho otra cosa que tocar las teclas que Rusia llevaba sin oír casi un siglo: los viejos valores cristianos.
Alma bipolar: europea y asiática
En esa línea centró su discurso sobre el Estado de la Nación en diciembre de 2013. Ese día, Putin reprochó a Occidente que se esté alejando de los valores cristianos para cambiarlos por «la senda de la degradación». Tampoco se mordió la lengua cuando señaló que «muchos países euroatlánticos aprueban políticas que equiparan a las familias con hijos con relaciones del mismo sexo, la fe en Dios con la fe en Satanás».
Por cosas como éstas ha obligado a tomar parte a periodistas de todo el mundo. En España sus partidarios más destacados son Fernando Sánchez Drago o Juan Manuel de Prada, mientras que Hermann Tertsch es uno de sus mayores detractores. Los primeros ven en él la reencarnación de un zar moderno defensor del alma rusa de la que hablaban Dostoievski y Tolstoi; el segundo, le acusa de querer destruir la UE y la OTAN.
«Muchos países aprueban políticas que equiparan a las familias con hijos con relaciones del mismo sexo, la fe en Dios con la fe en Satanás», denuncia Putin
Fuera de España destaca el periodista británico Rob Slane, que denuncia en The Blog Mire las informaciones sesgadas de la prensa más proclive a EEUU que dibuja a Rusia como un ogro que siempre persigue malas intenciones.
Para Felipe Sahagún hay un misterio sin resolver: ¿Cuál fue el pacto no escrito entre Gorbachov y Bush padre? Desde entonces Estados Unidos ha hecho lo posible por ampliar su influencia en los países integrantes del antiguo Pacto de Varsovia. «Desde finales de la década pasada Moscú decidió que había que poner líneas rojas a la expansión de la OTAN», señala.
Por su parte, Santiago Martínez interpreta las últimas acciones internacionales de Rusia como una muestra de su alma bipolar -europea y asiática-. «Putin juega sus cartas. Sabe que EEUU tiene que contar con Rusia por sus dimensiones y recursos, su situación geopolítica central, sus potencial económico y su singularidad histórica», concluye.
Comentarios
Comentarios