Se complica la campaña electoral

    Los atentados de París del 13 de noviembre han alterado los resultados que auguraban los expertos en demoscopia para el 20D. La estrategia de los partidos políticos de situar en primer plano el desafío soberanista en Cataluña cambia tras los ataques terroristas.

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    La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría junto al presidente del Gobierno Mariano Rajoy / EFE

    Hace un par de meses, la previsión de todos los expertos en demoscopia era que nos íbamos a enfrentar a la campaña con más incertidumbre de nuestra historia democrática. Esa incertidumbre estaba motivada por la inmensa bolsa de «voto huérfano» existente: entre 6 y 8 millones de personas, según las estimaciones, no habían decidido aún en quién depositar su confianza, lo que podía hacer variar los resultados de forma espectacular.

    Para colmo, los sondeos estaban detectando rapídisimos corrimientos de voto entre unos partidos y otros, especialmente debido al meteórico ascenso y a la meteórica caída posterior de Podemos. Y también gracias a la irrupción de Ciudadanos como partido de ámbito nacional. Esa bolsa de voto huérfano y esa «fluidez» del electorado dificultaban enormemente las proyecciones demoscópicas.

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    De todos modos, los dos partidos mayoritarios confiaban en poder centrar la campaña en el tema de Cataluña, que proporcionaba al PP una oportunidad inestimable de fingir firmeza, y que también le daba al PSOE una ocasión, no menos propicia, de postularse como la tercera vía que permitiera eludir la confrontación territorial.

    Los gestos de desafío del separatismo catalán y los gestos de respuesta de los partidos de ámbito nacional estaban perfectamente temporizados para alcanzar su culmen en plena campaña electoral.

    Pero las cosas no salen siempre como las planeamos. Por un lado, los resultados de las elecciones catalanas complicaron el panorama más de lo previsto, debido a que Artur Mas quedó completamente en manos de una fuerza, la CUP, netamente antisistema, que ha complicado las negociaciones y desbaratado el calendario previsto.

    Aunque eso no hubiera sido tan problemático, si un acontecimiento inesperado no hubiera venido a cambiar todo el panorama informativo: los atentados islamistas de París, con su reguero de sangre y de horror.

    Los atentados islamistas de París han hecho que Cataluña pase a un segundo plano de cara a la campaña electoral

    De repente, toda la estrategia de los partidos mayoritarios de cara a la campaña electoral se vino abajo. Los debates de aquí al 20-D ya no iban a poder centrarse en el tema de Cataluña, que ha quedado relegado a un segundo plano, sino que iba a ser la situación internacional, y especialmente la guerra en Siria, lo que acaparara la atención de los electores.

    Mejor no decidir parece ser el lema de Rajoy

    El impacto de ese «cambio de escenario» es diferente para cada partido. Para el PP, una situación de crisis como la derivada de los atentados de París no era necesariamente mala en términos electorales: en lugar de fingir firmeza en el tema catalán, bastaba con fingirla en el tema internacional. Pero Rajoy no se ha atrevido ni siquiera a fingir firmeza en este asunto: en lugar de liderar la respuesta del país, ha hecho lo que cabía esperar de él: socializar la toma de decisiones convocando sucesivas reuniones, escenificando firmas de pactos y dejando la adopción de medidas concretas para el gobierno que surja del 20-D. Para que nadie nos critique una mala decisión, mejor no decidir, parece ser el lema de Rajoy.

    Mariano Rajoy, presidente del Gobierno/Fuente:EFE
    Mariano Rajoy, presidente del Gobierno/Fuente:EFE

    A Podemos, el cambio de escenario en principio le beneficiaba, puesto que la asunción de los lemas del «No a la guerra» le proporcionaba una oportunidad de absorber todo el voto de la izquierda más radical, cortando así tanto su propia caída en las encuestas, como la pequeña remontada que Izquierda Unida estaba empezando a experimentar. Pero las cosas no son tan sencillas. El grado de brutalidad de los atentados de París, la propia reacción de las sociedades francesa y española, y las complicaciones de carácter internacional de la guerra en Siria, fuerzan a Pablo Iglesias a moverse con pies de plomo. Un patinazo, un acontecimiento inesperado, y Podemos puede hundirse definitivamente.

    Iglesias tendrá que explicar a sus votantes por qué se opone a usar la fuerza militar contra IS

    Presumía Pablo Iglesias de saber «cabalgar contradicciones»: pues va a tener que cabalgar ahora muchas. Para empezar, tendrá que explicar a algunos de sus votantes por qué se opone a usar la fuerza militar contra un grupo terrorista que se dedica, entre otras cosas, a lapidar o esclavizar mujeres.

    Pablo Iglesias, candidato a la presidencia del Gobierno por Podemos/Fuente:EFE
    Pablo Iglesias, candidato a la presidencia del Gobierno por Podemos/Fuente:EFE

    También Albert Rivera está forzado a medir los gestos y las palabras, aunque su postura, que está en línea con la mayoritaria en Europa, presenta menos riesgos. Sin necesidad de asumir protagonismos que no le corresponden, puede transmitir una imagen de hombre de estado con solo escenificar su apoyo a un gobierno que sabe positivamente que no va a tomar ninguna decisión concreta antes del 20-D.

    Albert Rivera, candidato a la presidencia del Gobierno por Ciudadanos/Fuente:EFE
    Albert Rivera, candidato a la presidencia del Gobierno por Ciudadanos/Fuente:EFE

    Quien tiene un panorama electoral más complicado es Pedro Sánchez, que de repente queda emparedado entre un Albert Rivera, a su derecha, que escenifica un apoyo al gobierno sin fisuras ni matices; y un Pablo Iglesias, a su izquierda, que va a intentar capitalizar la oposición a la guerra contra el ISIS. ¿Qué papel le queda a Pedro Sánchez entre esas dos posturas? Ninguno. Lo que implica que perderá votos por su izquierda y por su derecha.

    Pedro Sánchez, candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE/Fuente:EFE
    Pedro Sánchez, candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE/Fuente:EFE

    El terrorismo yihadista ha venido a complicar más aún una campaña que ya se presentaba complicada e impredecible. Los gabinetes demoscópicos de todos los partidos trabajan, por ello, contrarreloj para sondear el estado de ánimo de la opinión pública y ajustar correspondientemente las estrategias electorales.

    Para colmo, a la incertidumbre propia de la situación actual, se añade ahora otro elemento, que flota en el ambiente sin que nadie se atreva a mencionarlo claramente: ¿qué otras cosas pueden suceder durante la campaña? ¿Qué efecto electoral tendría, por ejemplo, un nuevo ataque del ISIS en territorio europeo a pocos días de las elecciones?

    Nadie sabe la respuesta a esas preguntas. Y por eso nadie sabe qué va a pasar el 20-D.

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    Luis del Pino estudió ingeniería de telecomunicaciones, pero desde hace unos años ejerce la labor periodística, habiendo colaborado en este tiempo con numerosos medios. Es autor de diversos libros sobre informática y sobre la actualidad política española. En la actualidad, dirige el programa de tertulia política Sin Complejos, que se emite en esRadio los sábados y domingos de 8 a 11 de la mañana.