En la campaña de las elecciones generales estadounidenses hay un antes y un después del viernes 7 de octubre, día en que se difundió un vídeo de una conversación entre el candidato republicano Donald Trump y el presentador de televisión Billy Bush, que le acompañaba al plató del programa “Days of Our Lives” para grabar un cameo del empresario neoyorquino en el famoso culebrón. (“Days of Our Lives” es una de las series de televisión más largas de la historia, estrenada en la cadena NBC en 1965 y con casi 13.000 episodios emitidos hasta hoy.)
En el vídeo Trump alardea de varios intentos de seducción, mostrando una falta de respeto intolerable por las mujeres a quienes habría sometido a su acoso, con frecuencia sin obtener su objetivo, según él mismo admite. El vídeo se grabó pocos meses después de que Trump se casara con Melania, su tercera esposa, hecho que no pareció disminuir su necesidad confesa de meter mano a prácticamente cualquier mujer que se le pusiera a tiro y que le pareciera atractiva.
En un momento determinado de la grabación, el candidato republicano explica que una de sus víctimas estaba casada, alardeando de ello. “Cuando eres famoso te dejan hacer lo que quieras”, explica Trump cual macarra de instituto, pasando a detallar las partes del cuerpo femenino que pretendía manotear. Horas después de la filtración del vídeo, en un país donde los escándalos públicos obligan a sus protagonistas a dar explicaciones, Donald Trump emitía un comunicado alegando que en 2005 era “más joven, menos maduro”.
Cuando se grabó el vídeo Trump tenía 59 años, edad más que sobrada para haber alcanzado la madurez
El 14 de junio de 2016 ha cumplido 70 años, así que cuando se grabó el vídeo tenía 59, edad más que sobrada para haber alcanzado la madurez. En todo caso, el vídeo que le ha truncado la carrera presidencial evidencia en pocos minutos el nulo respeto moral e intelectual que tiene Donald Trump por todas las mujeres del mundo, desde su esposa hasta su hija, por no hablar de su rival Hillary Clinton.
Esta campaña electoral nunca ha estado dentro de unos parámetros normales, pero su cariz surrealista ha ido aumentando mes tras mes. Mientras el equipo de Trump se ha centrado en localizar al culpable de filtrar el vídeo, periódicos serios como el Washington Post nos asombran con titulares como “¿Quién es más acosador, Bill Clinton o Donald Trump?”.
El New York Times, por su parte, se enfrenta a una amenaza de Trump de llevar al periódico a los tribunales por un artículo sobre dos mujeres a las que el candidato republicano habría acosado sexualmente. No hay duda de que Donald Trump ha logrado desquiciar a buena parte de sus compatriotas y cuando quedan apenas tres semanas para el 8 de noviembre, día de las elecciones, la pregunta del millón es: ¿Qué quiere realmente Donald Trump?
Un grupo de estadounidenses se empieza a plantear si tras la demencial campaña de Donald Trump no habrá otro objetivo distinto de la Casa Blanca
Mientras buena parte del país ha caído presa de su espectáculo casi diario (del que su compatriota el publicista P.T. Barnum se habría sentido orgulloso), un grupo de estadounidenses se empieza a plantear si tras la demencial campaña de Donald Trump no habrá otro objetivo distinto de la Casa Blanca.
El empresario había mencionado su intención de entrar en política desde finales de 1980, pero no lo ha hecho hasta 2015. En un primer momento la operación de Trump tenía aspecto de montaje publicitario, teoría que él mismo alimentaba con alardes de que se retiraría cuando le diera la gana, aduciendo no ser “un masoquista”.
Desde que las encuestas le dan como perdedor en estados decisivos como Florida, Trump ha empezado a hacer comentarios sibilinos que desconciertan a los analistas, dejando caer que estaría encantado de regresar a su multimillonario imperio inmobiliario. Jason Horowitz del New York Times le llegó a preguntar en agosto si era posible que dimitiera en caso de ganar, concediendo la Casa Blanca a su rival.
El célebre director Michael Moore ha escrito en su web que Trump nunca ha querido ser presidente de Estados Unidos y que está saboteando su propia campaña, sorprendido por un éxito que nunca pensó llegar a tener. Cada vez son más los convencidos de que el astuto empresario neoyorquino se ha presentado a la carrera presidencial para hacerse una campaña publicitaria global gratuita tras la cual montaría un emporio mediático, asunto que ha tratado en numerosas reuniones con periodistas y publicistas de las más conocidas empresas de comunicación de su país.
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