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Suecia en crisis

Policías suecos en una manifestación del movimiento "Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente" / EFE

Hace dos semanas publiqué un artículo en el que contaba, someramente, cuál era la situación de la violencia en Suecia, y el papel que tenía la inmigración en ella. En estos catorce días han pasado infinidad de cosas, y merece la pena recogerlas para mostrar cómo es el día a día en algunos barrios de su capital.

Según recoge Breibart, el 6 de marzo se produjo un altercado en un colegio de la localidad de Hallsberg, al oeste de Estocolmo. Una treintena de jovenes lanzaron piedras y botellas de cristal contra unos policías que estaban en el colegio, así como contra unos periodistas que también se encontraban allí. La cadena SVT pudo grabar algunas imágenes. Los jovenes iban encapuchados, pero se detuvo a once de ellos, de los cuales diez eran extranjeros.

Lo sabemos por el testimonio de un policía en Facebook, y por tanto fuera de las comunicaciones oficiales, y gracias al cual sabemos que muchos de estos jovenes extranjeros no acaban de estar integrados. «No están apuntados en el colegio, pero van allí a comer; y amedrentan a los alumnos». En ocasiones, los colegios tienen que cerrar de forma temporal.

El mismo día, en Fittja, a unos 20 minutos en coche al suroeste de Estocolmo, la Policía tuvo que emplearse contra un grupo de jovenes que protagonizaban unos altercados. Se vieron obligados a cerrar una estación de metro. Los violentos dejaron varias armas en su huída, que fueron recogidas por la Policía. Entre ellas, encontraron un rifle automático cargado.

Alarma en un colegio

El 7 muere un hombre de 25 años con un disparo de bala en el abdomen, pero es sólo uno de los cinco muertos que se han producido en la última semana, según dice la Policía sueca el jueves, 9 de marzo. En una rueda de prensa dicen que investigan 47 asesinatos y 57 intentos de homicidio, y que sólo en Estocolmo y en lo que va de año se han producido 17 tiroteos. El día 11 serán ya 18 tiroteos. El día 13, 19: según The Local, en el conflictivo Malmö, se produce un tiroteo a las cuatro de la tarde, y por tanto ante numerosos testigos.

Toda esta violencia está protagonizada, según la comunicación de la Policía, por «bandas criminales». No ofrece más información sobre quiénes componen habitualmente esas bandas, pero todo ello coincide con la noticia (12 de marzo) de la muerte de Merhawi Aregai, un hombre de 26 años, jefe de una de esas bandas criminales, que no tenía mayor problema en caminar por la calle con un arma en la mano.

Este recuento de acontecimiento de dos semanas no es el de una sociedad en el que reine la paz. Ni se puede hablar sin provocar sonrojo de integración de los inmigrantes

El día 14 un grupo de jovenes hace saltar la alarma de un colegio en Lagersberg, una localidad al oeste de Estocolmo. Cuando la Policía acude al lugar para ver qué ha ocurrido, se encuentra con que esos jovenes les están esperando para lanzarles piedras. Produjeron varios daños materiales en el colegio, pero no hubo heridos.

La situación ha llegado a tal grado que el primer ministro sueco, Stefan Löfven, convoca al Consejo de Seguridad. El 16, durante una rueda de prensa Löfven dice que el crimen es más bajo ahora que hace dos décadas, pero reconoce que hay un problema con las «bandas criminales», ya que la violencia que protagonizan ha ido a más. Y manifiesta su deseo de que quien debe dormir mal por la noche sean los criminales y no los ciudadanos suecos.

Barrios enteros a musulmanes 

Sus palabras no parecen tener mucho efecto. El día anterior, de hecho, se produce uno de esos altercados en Österåker, al norte de Estocolmo: Chocan dos bandas rivales y hay tres heridos. El 19 hay un nuevo episodio de violencia, pero ya lejos de Estocolmo: en Trollhättan, al norte de Gotemburgo. Los protagonistas de los hechos vuelven a ser los «jovenes».

Este recuento de acontecimiento de dos semanas no es el de una sociedad en el que reine la paz. Ni se puede hablar sin provocar sonrojo de integración de los inmigrantes. Muchos se rieron de las palabras de Donald Trump. Pero lo cierto es que los Estados Unidos, con todas las excepciones que podamos encontrar, son un ejemplo de integración, sobre todo si los comparamos con Suecia.

Merhawi Aregai, fallecido jefe de una banda criminal en Suecia, no tenía mayor problema en caminar por la calle con un arma en la mano.

Suecia no es nueva en la asimilación de extranjeros, pero con las últimas oleadas, o con los musulmanes de segunda generación, no ha tenido éxito. Quizás por motivos culturales. Quizás porque se les ha entregado barrios enteros, en los que prácticamente sólo viven ellos, y son como bolsas de personas sin mayor conexión con el resto de la sociedad. El comercio crea vínculos con beneficios para ambas partes, y ello facilita la relación entre personas, aunque no sean de la misma etnia o piensen de un modo distinto. Eso no ocurre con el llamado Estado de Bienestar, del que Suecia ha sido quizás el ejemplo más señero.

Ahora Suecia está en crisis. El Primer Ministro no sabe cómo atender un problema que no puede ni nombrar, por la tiranía de la corrección política. Y desde el Parlamento hacen llamamientos a los ciudadanos para que no hagan caso de la propaganda procedente del exterior. Con ese miedo a mirar la realidad como es, al país le va a costar afrontar con garantías esa realidad.

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