Teoría general del enemigo

    Si seguimos dando esta imagen de país caótico, continuaremos siendo ese país exótico al que los europeos vienen a “sentirse vivos”. Pero no nos engañemos: el enemigo somos nosotros.

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    Mao Zedong y Francisco Franco
    Mao Zedong y Francisco Franco

    Franco hablaba mucho del enemigo. En sus discursos arengaba sobre las perturbaciones fomentadas por “el extranjero”, los poderosos contubernios hostiles, las infernales sectas de los herejes, las satánicas masonerías invasoras y toda una plétora truculenta de fuerzas del mal que conspiraban las veinticuatro horas del día para hundir España.

    El dictador chino Mao Tse-Tung tenía una teoría del enemigo más elaborada, que empleó con éxito cuando en 1937 los japoneses invadieron su país sumido en plena guerra civil entre comunistas y nacionalistas. Pese a que varios próceres de Mao sugerían apartarse y permitir a los nacionalistas luchar contra los japoneses mientras ellos recuperaban sus fuerzas, el Gran Timonel insistió en que su ejército se enfrentara a los japoneses, ya que luchar contra un enemigo tan poderoso como Japón les daría el entrenamiento necesario para derrotar a los nacionalistas, como así fue.

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    Durante los cuarenta años siguientes, hasta su muerte en 1976, Mao utilizó el concepto del “enemigo” para apuntalar su política, que presentaba como prolongación de la lucha universal entre el bien y el mal.

    Promovió el antagonismo de China con Estados Unidos y con la Unión Soviética, convencido de que la contraposición serviría para definir el comunismo con mayor claridad que cualquier explicación. Mao supo entender que un enemigo claro y conciso es la consigna política más potente que existe. En su caso también sirvió como elemento disuasorio, porque el gran enemigo era el propio Mao, el mayor asesino de la historia, responsable de la muerte de 80 millones de personas.

    Dos acontecimientos internacionales han puesto de relieve que España conserva vivo ese odio al extranjero que se puede conjurar con relativa facilidad

    En la España de hoy la teoría franquista del malvado agente exterior ha quedado relegada, tal vez porque los adversarios internos son suficientemente poderosos para acaparar toda la atención. Los dos partidos veteranos tienen versiones propias de la teoría general del enemigo. El PSOE ha optado por el modelo franquista de un enemigo genérico, desdibujado y casi sobrenatural que, paradójicamente, es el propio Franco, fallecido en 1976.

    El Partido Popular ha optado por el modelo maoísta del enemigo concreto y cercano –Podemos, con la doble ramificación del chavismo y del comunismo histórico–, que le está dando tan buenos resultados como al Gran Timonel. Dos acontecimientos internacionales recientes han puesto de relieve que, al menos en parte, España conserva vivo ese odio al extranjero que se puede conjurar con relativa facilidad.

    El primero, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, ha hecho aflorar la anglofobia española, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI (cuando Catalina de Aragón fue la primera esposa a quien Enrique VIII repudió). El Brexit ha generado una reacción furibunda –y algo conspiranoica– contra todo lo inglés. La segunda ha sido la brevísima visita a España del presidente estadounidense Barack Obama, acortada debido a los trágicos incidentes de Dallas.

    Desde el polémico referéndum sobre la OTAN convocado por Felipe González hasta el desplante de Zapatero en el desfile militar de 2003, las relaciones entre España y Estados Unidos no han sido precisamente idílicas. Del mismo modo que el Brexit ha reavivado la anglofobia, la visita de Obama ha hecho resurgir en España las viejas cantinelas antiamericanas de “Yanquis Go Home” y “No al imperialismo”, con manifestaciones en varias ciudades españolas que recordaban a una película de Berlanga.

    España no es un país al que los líderes estadounidenses vengan con frecuencia. Entre tanto, el susodicho enemigo nos contempla estupefacto. ¿Y cómo nos ve el enemigo exterior? Pues más o menos, como somos. Las noticias que salen de España y hacen titulares internacionales son: la viñeta antisemita de Izquierda Unida que ha llegado al New York Times, las agresiones sexuales y los heridos de las fiestas de San Fermín (BBC, Reuters, Daily Mail, Mirror) y la muerte en directo del torero Víctor Barrio, que ha salido en todos los medios del mundo.

    Si España se mantiene unida, es posible que empiece a perfilarse como una presencia global a tener en cuenta. Si seguimos dando esta imagen de país caótico en el que cada uno dice lo primero que se le pasa por la cabeza, seguiremos siendo ese país exótico al que los europeos vienen a “sentirse vivos”. Pero no nos engañemos: el enemigo somos nosotros.

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    Periodista, escritora y traductora de inglés de literatura, ensayo y cine. Pasó su infancia entre París y Washington DC. Licenciada en Filología Inglesa, trabajó durante una década el sector cultural, en empresas como Microsoft Encarta y Warner Music. Tiene tres novelas publicadas. Ha traducido al español a clásicos como Dickens, Kipling, Wilde, Poe y Twain. Colabora desde hace décadas en prensa española y latinoamericana. Tras una década colaborando en revistas femeninas como Vogue, Gala y Telva, se inició como columnista en La Razón, labor que continuó en La Gaceta.