Lo ha advertido Javier Maroto: votar a Vox significar tener a Sánchez cuatro años más en La Moncloa.
Ese es, en efecto, el principal reparo que puede tener mucho votante de derechas cuando pase de las musas de Vistalegre al teatro de la urnas y tenga que elegir entre el PP y Vox. Máxime, ahora que al PP ya no lo dirige Rajoy sino Casado.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraSabe que, hoy por hoy, Vox no tiene posibilidades de gobernar -como mucho meter cabeza en el Congreso con uno o dos diputados- y esos votos los necesita el PP para poder desalojar a Boris Karloff de la Moncloa. Y objetivamente, Vox lo tiene muy difícil porque rema contra la corriente del sistema.
Pero la razón de ser de Vox es precisamente ir contra el establishment: si renunciara a ello se confundiría con el paisaje. Por eso, lo que Vox quizá pretende no es llegar y besar el santo, sino meter cabeza para influir en la vida política y marcar tendencia. El plan incluye, claro, el Gobierno; pero a medio plazo.
Lo importante de forma inmediata es imprimir un giro a la política y conseguir que en la Carrera de San Jerónimo alguien recuerde que un delincuente como Puigdemont anda suelto; que sería bueno recuperar las competencias de educación cedidas a los nacionalistas para que no sigan lavando cerebritos; que se hable del cheque escolar o las denuncias falsas de la Ley de Violencia de Género; y que llegue a oídos de la clase política el hartazgo de los ciudadanos ante el despilfarro del Estado de las Autonomías, por poner algunos ejemplos.
Desde esa perspectiva, apostar por Abascal quizá no sea desperdiciar el voto. De hecho, Vox ya ha conseguido que el PP de los maricomplejines cambie su discurso y lo centre, es decir lo “derechice” un pelín. El primer milagro, impensable en la época del marianismo, es que el mensaje del PP -con Casado- suene a eco de la “vox”. Y sin unas elecciones de por medio.
La aportación ideológica de Vox puede ser un valor añadido a un posible ‘entente’ entre las fuerzas del centro y la derecha contra el Frente Popular y los ‘indepes’. Y en lugar de dividir, Vox sumaría.
Vox no es más de lo mismo, sino algo completamente inédito en el apolillado régimen salido de la Transición
Y sumaría porque Vox no es más de lo mismo, sino algo completamente inédito en el apolillado régimen salido de la Transición. Superada la decimonónica dialéctica izquierda-derecha, periclitado el modelo socialdemócrata, que se está batiendo en retirada en toda Europa (incluida la mismísima Suecia), la joven formación no ofrece otra cosa que sentido común, raíces (patria, familia) y defensa de los derechos y libertades frente a la arrogancia de unas élites que cada vez están más alejadas del ciudadano y sus problemas reales.
Por esa razón, Vox escapa a esquemas ideológicos prefijados y saca de sus casillas a los partidos del Jurásico. ¿Centro, derecha, izquierda? ¿De qué estamos hablando? si Vox es más liberal que PP en economía, al defender una bajada de impuestos más drásticas y mayor tijeretazo al gasto público; y si es más coherente que Ciudadanos en la defensa de España frente a los golpistas, pues los de Rivera apenas han pasado del blablablá, en tanto que Vox los ha llevado ante los tribunales.
La prueba es que Vox no encaja en los clichés de las viejas ideologías y en los sambenitos de los viejos medios de comunicación. Comenzando por el más repetido estos días: “ultra” y “extremista”.
¿Extremista por pedir que se controle la inmigración y se dé una respuesta a la amenaza del multiculturalismo? Entonces es tan extremista como Australia, Noruega, Dinamarca o el Reino Unido que están ya aplicando esos controles.
¿Ultra por defender el derecho a la vida desde la concepción? ¿No será al revés? ¿No son peligrosos ultras los que legitiman la muerte de inocentes en el seno materno, a razón de 250 bebés al día, como ocurre en España? ¿No son peligrosos ultras quienes desde el Gobierno han promovido leyes abortistas o las han mantenido, como PSOE y PP respectivamente?
¿Ultra por pedir que sea abolida la ley de Memoria Histórica? ¿No será al revés? ¿No será ultra y totalitario crear una Comisión de la Verdad como la del PSOE en plan ‘1984’ de Orwell? ¿No son ultras la censura y el castigo a los discrepantes?
La gran baza de Vox es precisamente esa personalidad irreductible a las etiquetas. Y más que la gran baza, la única baza: si no explota con inteligencia su carácter transversal y trans-ideológico quedará fatalmente encasillado.
La buena noticia es que puede jugar esa baza. Porque su mensaje, si nos fijamos bien, no es de izquierdas ni de derechas.
Ejemplos:
¿Quién no quiere una reforma electoral para que valga lo mismo el voto de todos los españoles y para que los diputados respondan ante los electores y no tanto ante los partidos políticos?
Solo las gerontocracias de los partidos y los paniaguados. El resto de la ciudadanía sí que está por esa labor.
¿Quién no quiere que se cierren las mezquitas islamistas y se expulse a imanes como el de Ripoll, o como los que propagan la yihad o el menosprecio a la mujer?
¿Quién no quiere que bajen el IRPF y el IVA?, ¿Cuántas pequeñas y medianas empresas (el 98% de todo el tejido empresarial) no quieren ver reducido el impuesto de sociedades?, ¿quiénes se oponen a la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, sobre Sucesiones y Donaciones y Plusvalías municipales?
¿Quiénes se opondrían a que se reduzca el gasto autonómico que ha permanecido intocable con los Gobiernos del PP y del PSOE? Sobre todo porque los que sí eran tocables eran los bolsillos de la clase media, a través de los impuestos, de modo y manera que el ciudadano se veía conminado, sin comerlo ni beberlo, a pagar los despilfarros de la clase política.
Vox ha llegado a plantear en sus 100 propuestas la supresión del Estado de las Autonomías, una medida discutible, pero que cada vez gana más enteros entre la población, tal como recogen las encuestas.
Argumenta el partido de Abascal que tenemos “17 españitas” y cada una de ellas multiplicada por dos debido a las duplicidades. ¿No es esto una tomadura de pelo para muchos españoles, sean de izquierdas o de derechas? ¿No lo era el aeropuerto de Ciudad Real, el Heathrow de la Mancha, metáfora gráfica de la astracanada autonómica?
Y podríamos seguir por otras muchas propuestas en las que podrían estar perfectamente de acuerdo tirios y troyanos -incluyendo la prohibición de los vientres de alquiler, práctica que convierte a las mujeres en mercancía como coinciden en señalar acertadamente muchos votantes del PP y de la izquierda feminista.
Vox debería lanzarse sin tapujos a la conquista de un electorado transversal
Con mensajes transversales que conectan con las preocupaciones reales de los ciudadanos es como ha crecido la nueva derecha en Hungría, Austria, Alemania, Francia o en la América de Trump, captando el voto de los desencantados de la izquierda y de la clase obrera. Y esa debería ser la estrategia de Vox si no quiere acabar en la irrelevancia, cuando baje el suflé de Vistalegre.
Como apunta Juan Manuel de Prada “debería lanzarse sin tapujos a la conquista de un electorado transversal. Y ese electorado son los trabajadores en precario y las clases medias depauperadas y cosidas a impuestos, mientras izquierdas y derechas se dedican a exaltar las ‘políticas de la diversidad’ y las paparruchas de género que tanto gustan a los pijos y a las pijas de izquierdas y derechas”.
Apostar por Vox no sería desperdiciar el voto. Porque serviría para imprimir un cambio de tendencia. Eso o seguir tocando el violín mientras se hunde el Titanic de las ideologías, tras chocar con el iceberg de la realidad.