Esta semana ha causado asombro en Twitter la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (¡ay, echo de menos no solo a los viejos rojos, sino, también a las antiguas Audiencias Territoriales!) que tumba el plan urbanístico de Boadilla del Monte, ya estaba aprobado por la Comunidad de Madrid, porque la Dirección General de la Mujer autonómica no realizó un informe de impacto de género tal como manda desde 2003 una ley firmada por Juan Carlos I y por José María Aznar
¿En qué consiste un plan urbanístico con impacto de género?, ¿en que junto a unos chalés haya también ‘chalás’?, ¿en poner nombres de flores a las calles? Seguro que lo saben los técnicos que los elaboran… y los cobran. He encontrado un perfil en Twitter de una mujer que se presenta como “Difusora de la actividad forestal con enfoque de género”. Y supongo que no lo hará gratis.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraUn columnista se frotaría las manos de alegría con esta noticia, pero yo prefiero ocuparme de la reaparición de la ‘autocrítica’, esa costumbre comunista, que vuelve, aunque no de la mano de Podemos’.
Confesión pública de culpas contrarrevolucionarias
La autocrítica era la versión roja de la confesión pública de los pecados que empleaban algunas confesiones protestantes. Delante de los camaradas, alguien acusaba a otro de desviacionismo, trotskismo, flojedad revolucionaria o dudas de la política fijada por el partido, y el marcado, pálido como el papel, tenía que defenderse para escapar a su destino en el ‘gulag’. Semejante mecanismo de vergüenza y control por el terror lo usaron esos benefactores de la humanidad que fueron Stalin y Mao.
la autocrítica, como decía, ha regresado, y la han traído las feministas, los libertadores del heteropatriarcado o como se llamen
También se empleó en el PCE español de Carrillo y Pasionaria y en la galaxia de grupúsculos marxistas a su izquierda. Las memorias de varios que fueron jóvenes en la transición describen las autocríticas que se les exigían cuando se dudaba de su fidelidad por una delación. Las comparecencias ante los camaradas les producían sudores como a un opositor a notarías presentarse ante el tribunal.
La autocrítica pasó de significar en la ideología marxista una vía de purificación de los partidos a convertirse en la vida cotidiana en sinónimo de bronca. Algún jefe déspota le decía al subordinado que caía en sus manos “Te voy a hacer una autocrítica” y entonces el interpelado podía preparar la vaselina.
Pues bien, la autocrítica, como decía, ha regresado, y la han traído las feministas, los libertadores del heteropatriarcado o como se llamen.
Hasta las mujeres progresistas son machistas
Una periodista muy mayor, muy comprometida, muy de izquierdas y muy feminista, escribió en su columna el pasmo que sintió cuando su compañera de lucha (de sexos, no de clases, que eso ha quedado para la derecha alternativa), le reprochó su homofobia.
“Un día de estos debemos hablar de tu homofobia, Lucía.”
Puse cara de interrogación. ¡Mi homofobia!
Es indigesto que una persona a la que admiras te señale como homófoba.
Me gusta revisarme a mí misma, mudar de piel, incluso de exoesqueleto.
Los trastornos sociales deben estar en constante vigilancia: el machismo, el sexismo, el androcentrismo, el racismo, el etnocentrismo, la homofobia, la misoginia, la transfobia, la lesbofobia, la bifobia.
¡Lo mismo que podría haber escrito un bolchevique en su discurso de exculpación en los juicios de Moscú, sólo que en vez de homofobia pondría usted trotskismo! (¿Se da cuenta? Ahora también existe la bifobia. Añoro los tiempos en que para la izquierda sólo había explotados y explotadores.)
De tanto querer controlar las mentes de los niños mediante asignaturas transversales y talleres para extirpar de sus mentes las aberraciones del heteropatriarcado se acaba penetrando en las mentes de los camaradas y en la propia. Si quien tiene un gran martillo de pronto descubre docenas de clavos que golpear, quien tiene una máquina para leer la mente ajena la termina usando en sí mismo. Y pasa lo que les estoy contando.
Si Escolar es machista, todos somos machistas, pero si él ha podido curarse, también nosotros podemos. “Te queremos, Nacho.”
Pero te puedes curar
Otra autocrítica la realiza una periodista de El País que comienza su artículo reconociendo que ella es machista, aunque admite que se puede sanar.
“Digámoslo de una vez: la mayoría somos machistas. (…) La diferencia y lo importante está en el grado de machismo que se filtra en nuestras conexiones neuronales y si estamos dispuestos o no a cambiarlo. Que no sea una excusa y sí un punto de partida.”
En su autocrítica, Nacho Escolar agradece a la simpática Barbijaputa que le haya hecho consciente de lo machista que es.
“En mi caso ha habido cosas que he ido aceptando a raíz de la sección de Micromachismos de eldiario.es, por ejemplo. Hay cosas que me he ido reconociendo en los últimos años, como por ejemplo la forma de sentarse de los chicos en el metro. Y de eso soy consciente hace… ¿cuánto?, ¿un año? Hay cosas de las que no te das cuenta hasta que alguien te las señala.”
Si Escolar es machista, todos somos machistas, pero si él ha podido curarse, también nosotros podemos. “Te queremos, Nacho.”
Los mismos que aborrecen el concepto de ‘sanar la homosexualidad’ difunden el de la ‘curación del machismo’.
Como ha escrito mi admirada Candela Sande, la progresía ya no libra sólo una guerra contra sus enemigos externos, sino que, además, empieza a purgarse internamente.
El espectáculo es digno de un circo de tres pistas. A ver si dura y nos dejan en paz a los demás.