No sabemos si Suecia será el país por el que Europa comience a resquebrajarse. Motivos no le faltan, desde luego. El crecimiento de la poblacion islámica en las últimas décadas ha tenido unas consecuencias directas tanto en el plano social y cultural como en seguridad.
Hace unos días los medios se hacían eco de la metedura de pata de Donald Trump que alertaba sobre «lo ocurrido la noche anterior en Suecia» en alusión a posibles incidentes graves provocados por inmigrantes.
Nada había ocurrido la noche anterior y hasta la embajada sueca en Washington pidió una rectificación.
Más tarde, el presidente norteamericano justificó su error mencionando que vio en Fox News una noticia sobre inmigración. «Mi declaración sobre lo que está sucediendo en Suecia fue en referencia a una historia que fue retransmitida en Fox News sobre inmigración y Suecia», escribió en Twitter.
Curiosamente dos días después la detención de un traficante en la estación de metro de Rinkeby, un suburbio de Estocolmo, provocó graves incidentes con coches ardiendo y agresiones a periodistas y policías que finalmente tuvieron que hacer uso de sus armas de fuego. En realidad, nada nuevo en esta zona en la que viven mayoritariamente inmigrantes.
Cuatro décadas después de que el parlamento escandinavo adoptase el multiculturalismo las cifras sobre criminalidad dejan en evidencia el fracaso de este proyecto globalista convertido en dogma oficial.
Nada de informar a la prensa
Un informe del Instituto Gatestone muestra la realidad del país escandinavo: el crimen violento se ha disparado en un 300% desde los años 70.
Pero el dato más preocupante se refiere a las violaciones: mientras que en 1975 se denunciaron 421 casos, en 2014 se registraron 6.620, es decir, un 1.472% más.
¿Qué ha cambiado desde entonces? Fundamentalmente la llegada de inmigrantes de origen musulmán, que hoy representan más del 5% del total, algo más de medio millón. La poblacion total de Suecia roza los 10 millones.
En España se producen 1.100 violaciones al año con una poblacion casi cinco veces mayor que la sueca, que registra 6.620 violaciones
Por hacer una comparativa: en España se producen en torno a 1.100 violaciones anuales en una poblacion casi cinco veces mayor que la sueca. Tres violaciones al día en nuestro país, 18 al día en Suecia.
Pero mientras todo esto ocurre, es habitual ver a las autoridades mirar hacia otro lado. La policía sueca, sin ir más lejos, tiene prohibido por ley informar a la prensa sobre la nacionalidad, la raza o la religión de las personas que cometen los delitos. Especialmente cuando se trata de violaciones.
Por supuesto, tampoco el gobierno ni el ministerio del Interior difunden tales datos. Hay muchas vergüenzas que tapar, por ejemplo que Suecia -según datos de la ONU- sea el segundo país con mayor tasa de denuncias de violaciones del mundo por habitante. Sólo el país africano de Lesoto registra peores cifras.
El nombre de los delincuentes
A pesar de la censura del gobierno de Estocolmo, cada vez hay mayor conocimiento de las violaciones y la inseguridad que impera en el país nórdico. En gran parte por estudios como el del think tank norteamericano Gatestone, que sostiene que el número de violadores condenados o sospechosos en Suecia eran en su gran mayoría de origen extranjero.
Se trata de una tendencia que ha ido a más con el paso de los años. Ya en la década pasada un estudio realizado en 2006 por Ann-Christine Hjelm (Universidad de Karlstads), aseguraba que el 85% de los condenados a por lo menos dos años de prisión por violación en el Tribunal de Apelaciones de Svea Hovrätt eran inmigrantes o pertenecían a la segunda generación de inmigrantes, en su gran mayoría de origen musulmán.
Un policía muy harto: «Esto es lo que he tenido en el trabajo esta semana: violación, violación, robo, asalto agravado, violación y violación […] presuntos autores: Ali, Mohammed, Mahmood, Mohammed, Mohammed Ali…»
Claro que no todo el mundo calla. El policía Peter Springare, de la localidad de Örebro, estalló el pasado año al relatar a través de facebook la inseguridad y el deterioro en la calidad de vida de los suecos provocado por la inmigración musulmana. «Estoy tan jodidamente harto. Lo que voy a escribir aquí no es políticamente correcto. Pero no me importa», tal como recogimos en Actuall hace unas semanas.
«Esto es lo que he tenido en el trabajo de lunes a viernes esta semana: violación, violación, robo, asalto agravado, violación y violación, extorsión, chantaje, chantaje, violencia contra la policía, amenazas a la policía, drogas, drogas, drogas, drogas, drogas, drogas, drogas, drogas, crimen, delito, intento de asesinato, violación de nuevo, extorsión de nuevo y malos tratos», prosiguió.
El policía, harto incluso se atrevió a escribir el nombre de los delincuentes: «Presuntos autores, Ali, Mohammed, Mahmood, Mohammed, Mohammed Ali, otra vez, de nuevo, Christopher… Sí, un nombre sueco se coló en la lista por un crimen de drogas. Mohammed, Mahmood, Ali otra vez y otra vez», escribió Springare.
…Y cuando las ministras del «gobierno más feministas de Europa» viajan a Irán se ponen velo
¿Pero qué se puede esperar del buenismo socialdemócrata?, ¿o de que en diversos países de la UE, y señaladamente Reino Unido, Francia y Dinamarca, haya barrios enteros de musulmanes donde reina la sharia o ley islámica y no se atreve a entrar la policía?
Eso sí, cuando a las ministras suecas les toca viajar a un país islamista como Irán, se ponen velo. Es exactamente lo que hicieron hace quince dias cuatro ministras del gobierno más feminista de Europa en su visita a Teherán, acompañando al primer ministro sueco, Stefan Löfven.
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