Un aniversario de la Pasionaria

    El autor repasa la vida de Dolores de Ibárruri (9 diciembre de 1895- 12 de noviembre de 1989) ante el próximo aniversario de su muerte.

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    La Pasionaria/ Wikipedia

    Cuando hace ya más de un cuarto de siglo de su desaparición, es sin duda un genuino tributo a la increíble capacidad del comunismo para la propaganda el que la figura de Dolores Ibárruri haya pasado a la historia como la de una luchadora por la libertad.

    La de Ibárruri, conocida como Pasionaria –así, sin molesto artículo que la prologue- fue una de las imágenes iconográficas de la izquierda comunista durante largas décadas.

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    El comunismo soviético, pronto a la promoción de féminas corajudas (Clara Zetkin, Aleksandra Kollontai, Rosa Luxemburg…) utilizó profusamente su imagen hasta el punto de incrustar en la historia una irreconocible versión; irreconocible porque apenas cabe sarcasmo más hiriente que el de pretender rebelde y libertaria a quien tuvo por más destacado mérito el de su acendrada obediencia moscovita.

    Imagen del PCE

    El Frente Popular, dirigido por el PCE, utilizó profusamente a la Pasionaria durante la guerra como símbolo de resistencia y determinación. El que se tratase de una mujer debía tener un efecto estimulante en los combatientes. Moscú la arropó con un par de frases heroicas -robadas, desde luego- que le fueron atribuidas y que, incluso hoy, reverberan en el inconsciente colectivo: su “morir de pie antes que vivir de rodillas”, copyright de Emiliano Zapata filtrado (ironías de la historia) por Calvo Sotelo, y el célebre “No pasarán”, plagiado nada menos que de un subordinado del mariscal Petain en la batalla de Verdún.

    El PCE utilizó profusamente su imagen hasta el punto de incrustar en la historia una irreconocible versión

    Dolores Ibárruri, vascona nacida en 1895, fue una ferviente católica hasta los 20 años en que, al casarse con un minero socialista, transfirió su fe a la causa del marxismo.

    Dolores le daría seis hijos, de los que sólo sobrevivirían dos, uno de ellos –Rubén- caído en 1942 en la batalla de Stalingrado combatiendo a los alemanes. Su otro vástago y última superviviente, Amaya, fiel a la estirpe matrimoniaría con el fanático estalinista Ignacio Gallego.

    La Pasionaria supo encajar en el sórdido universo moscovita. Instrumento impersonal de los dictados del partido, se convirtió en eficaz agente de la Komintern al eliminar la dirección de Bullejos del PCE –rebelde de acuerdo a los parámetros soviéticos-, al igual que mediados los años cuarenta, ya en el exilio, encabezaría la depuración de los elementos desafectos del partido, los Castro Delgado, Valentín González y Jesús Hernández.

    Panegírico lamentable

    Apenas un par de años antes, en 1942, moría en la URSS el secretario general del PCE José Díaz. Ella fue la encargada de hacer el panegírico en su funeral, lamentable letanía de vilezas adulatorias al Amo: “En nombre del partido comunista que tú creaste, te prometemos ser fieles hasta la muerte a los principios del marxismo leninismo estalinismo; ser fieles a la Unión Soviética y al querido jefe y maestro de todos los pueblos, camarada Stalin. Ser fieles a la causa del comunismo, a la que dedicaste abnegadamente tus mejores energías, tu aliento y tu vida”.

    Hizo buen uso de su influencia para conseguir que su amante, unos 17 años más joven que ella, no fuera destinado al frente de combate

    A partir de 1956 tuvo que apretar los dientes ante la desestalinización impuesta por Kruschev. La Pasionaria, recalcitrante estalinista, resultaba inadecuada para pilotar el nuevo rumbo que el PCE emprendía; así que en 1960 fue reemplazada en la secretaría general por Santiago Carrillo, una década más joven. A Pasionaria, sin verdadero relieve político, se le obsequió con la presidencia vitalicia del PCE en reconocimiento a la incondicionalidad de su entrega.

    Rafael Alberti y Santiago Carrillo/ Wikipedia
    Rafael Alberti y Santiago Carrillo/ Wikipedia

    Pasionaria hizo buen uso de su influencia durante la guerra civil para conseguir que su amante, Francisco Antón –unos 17 años más joven que ella-, no fuera destinado al frente de combate. Asunto que, por cierto, fue causa de no pocas fricciones entre el PCE y Prieto, a la sazón socialista ministro de Defensa. Una vez en la URSS, compartiría con Antón el lujoso apartamento de Moscú en el que se alojaba, mientras su marido, Julián Ruiz –aquél que le iniciara en el socialismo y le diera seis hijos- se pudría como peón de albañil, abandonado de todos, en la provinciana Rostov.

    Pero Antón (que no alcanzó Moscú sin antes pasar por los campos nazis en 1940, de donde salió gracias a la mediación del mismo Stalin, por entonces socio de Hitler) dejó a Dolores por otra mujer con la que se casaría. Ella jamás se lo perdonó, y convirtió su vida en un infierno: tomó venganza al estalinista modo, acusándole de estar al servicio de los enemigos de la revolución.

    Amenazas en las Cortes

    Se ha cuestionado la veracidad de las amenazas de La Pasionaria a Calvo Sotelo en las Cortes en junio de 1936, pues aquellas terribles palabras – “Este es tu último discurso”-que anunciaban el crimen, no están recogidas en el diario de sesiones de la cámara.

    Vano argumento. La veracidad de la anécdota la avala el republicano Madariaga, quien confirma que las palabras fueron perfectamente audibles mientras Calvo Sotelo se dirigía a su escaño. La omisión del diario de sesiones no tiene nada de particular por cuanto el texto estuvo a disposición de quienes profirieron la amenaza y de quienes la ejecutaron.

    Pasionaria: “Más vale matar a cien inocentes que dejar escapar a un solo culpable”

    En cualquier caso, poco o nada puede modificar esto el juicio de la historia. En 1938, en plena guerra, Ibárruri había declarado en un mitin en Valencia: “Más vale matar a cien inocentes que dejar escapar a un solo culpable”. Con esas palabras no solo justificaba las terribles matanzas de los elementos desafectos al Frente Popular que habían venido tenido lugar en la retaguardia durante la guerra en curso (asesinatos que se contaban ya por decenas de miles) sino que incluso extendía un salvoconducto para aquellos que se perpetrasen en el futuro.

    Se asegura que Dolores Ibárruri –la fuente es sólida- vivió los postreros momentos de su vida confortada por la fe católica de su infancia y juventud que había, finalmente, recuperado. Sin duda hubo algo hermosamente poético en ello: pocas horas antes de cerrar los ojos caían con estrépito los sillares del muro de Berlín, desmantelado por aquellos hombres a los que había luchado toda su vida por encerrar, y que soñaban con comenzar una vida tan libre en este mundo como seguramente esperaba comenzar ella en el que le aguardaba.

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    Historiador, profesor y escritor. Ha publicado tres libros de su mano y colaborado en otros dos. Está pronto a publicar un cuarto y ya prepara el quinto. Desconfía de las multitudes y de las mayorías, y está convencido de que a cada época la salva un pequeño puñado de hombres que tienen el valor de ser inactuales.