¿Interrumpes más a las mujeres en tus reuniones?¿Has juzgado a una mujer por las fotos que sube a las redes sociales o por la forma en la que viste?¿Presumes de hacer mucho pero no sabes como se llama la profesora de tus hijos?¿Has criticado a otro hombre por mostrar sus emociones?
Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es «sí», tú también podrías ser un machista, según los realizadores de un blog dedicado a los ‘micromachismos’, que emite un vídeo en el que varios varones confiesan, en el mejor estilo de los juicios de Moscú, sus pecados contra el pensamiento único.
Los protagonistas del vídeo son el cómico Joaquín Reyes; el director de cine Nacho Vigalondo; el coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón; el guitarrista de Vetusta Morla, Guille Galván; el portavoz del PP en el Parlamento Vasco, Borja Sémper; el jugador del Estudiantes Sitapha Savané; el portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo; el secretario general de CCOO, Unai Sordo, y el juez Fernando Grande-Marlaska.
Como dicen en la información que eldiario.es de Ignacio Escolar dedicada al vídeo y al blog, «el machismo está en todas partes».
O en ninguna, añadiría yo. Ayer me cayó la del pulpo por titular con cierta retranca que el feminismo es responsable de la violencia de género en los niños, algo de lo que descreo pero que me pareció una buena manera de devolverle la pelota a quienes creen que toda violencia contra la mujer se cura con unas cucharaditas de feminismo a palo seco.
Toda distinción es un «prejuicio» inculcado, y toda igualdad es natural. Por eso debe ser que llevan tratando de inculcarnos lo contrario desde todos los foros imaginables
Y hoy voy a volver a agitar el avispero de la ‘sororidad’ preguntando en alto si de verdad puede haber alguien que crea que esas humillaciones rituales a las que nos complace someter a los varones tienen algún sentido, más allá de echar unas risas con tanto patetismo.
¿No saber cómo se llama la profesora de tus hijos es machismo, de verdad? La demencial mitología en la que se basa esta sucursal del marxismo cultural es que hombres y mujeres son idénticos -en los casos más extremos, que ni siquiera existen como sexos distintos sino por ‘constructo social’-, y que si esta absoluta igualdad se ha quebrado ha sido por un todopoderoso pero indefinible monstruo llamado «el Patriarcado», que debe reunirse en algún remoto sótano los viernes noche para tomar sus decisiones, y que nos ha convencido, contra toda evidencia, de que somos distintos.
Es decir, toda distinción es un «prejuicio» inculcado, y toda igualdad es natural. Por eso debe ser que llevan tratando de inculcarnos lo contrario desde todos los foros imaginables, a todas las horas del día, porque lo evidente es muy difícil de ver.
Así, debemos creer que nuestros padres y maridos, al llegar nuestros hijos y hermanos varones a cierta edad, se reúnen con ellos en secreto y les dicen cosas como: «sobre todo, hijos míos, es muy importante que no os acordéis del nombre de la profesora de vuestros hijos, o todo podría venirse abajo».
Y, sí: mi marido no se acuerda del nombre de la profesora de nuestros hijos y yo, sí. Pero también es cierto que tampoco se acuerda del nombre de los profesores, cosa que yo hago, así que no parece que el sexo tenga mucho que ver, al menos el sexo de los miembros del claustro.
Entiendo que hay ‘aliados feministas’ que piensan erradamente que pasar por el aro como perritos falderos puede hacerles ganar puntos con las féminas, pobrecitos míos
En cuanto a juzgar a alguien por cómo viste, me confieso en eso más culpable que mi marido. Y digo yo que el asunto de la apariencia no será cosa de un solo sexo cuando la publicidad, en la que las empresas se gastan una pasta gansa sin ser hermanitas de la caridad, no nos ponen a un tipo en camiseta de tirantes llena de lamparones, con tripón y calva zapatera, cuando nos quieren vender algo a las mujeres, sino a jóvenes de muy buen ver.
Yo entiendo que es la moda, que la izquierda sabe bien por qué le interesa este descerebrado feminismo radical en su afán por «cambiar el mundo de base», y la derecha acomplejada, para ganar puntos con la izquierda, única opinión que realmente le importa. También entiendo que hay ‘aliados feministas’ que piensan erradamente que pasar por el aro como perritos falderos puede hacerles ganar puntos con las féminas, pobrecitos míos.
Pero si, por lo que parece reflejar el vídeo, se trata de comportamientos criticables o meramente característicos de un sexo, propongo que las mujeres hagamos otro en el que confesemos todas esas cosas que solemos hacer y que ponen a nuestros congéneres del otro género de los nervios.
Venga, no disimulen, que no es nada difícil, sobre todo si tienen sentido del humor y de la observación, cierta dosis mínima de humildad y/o suficientes años de convivencia con «el enemigo patriarcal».
Aunque, pensándolo bien, mejor no. Creo que hay que acabar de una vez de ideologizar diferencias viejas como el mundo y que conviene que las mujeres digan de los hombres que son lo peor, los hombres digan pestes de nosotras, y sigamos amándonos alegremente.
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