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Venezuela y los Estados Libres Asociados de Hispanoamérica

Decenas de venezolanos piden paz y protestan por la violencia que sacude a Venezuela/Fuente: Twitter Ávaro de Juana.

Venezuela sufre una situación de emergencia humanitaria, algo que pocos ignoran aunque muchos no quieran aceptarlo porque, con la aceptación de esa realidad, viene pareja la aceptación del fracaso absoluto de esas benéficas democracias populares. Democracias de chichinabo, donde un tirano apoyado por unos pocos sicarios y unos bastantes esbirros a los que les echan las migajas, aplasta al resto, que son mayoría. Sistema tan tolerante y demócrata que obliga al pueblo a convencerse de que está en el mejor de los mundos mientras no sabe qué comer, ni con qué curarse, la inseguridad por las calles es muy elevada y quejarse supone exponer la vida. Vamos, que ni democracia ni popular, aunque en eso del lenguaje orwelliano los dictadores populistas y afines son la mar de eficaces.

Las colas para escapar hacia los países limítrofes son una imagen terrible. Y una llamada de atención para cualquier gobierno comprometido, como España, que en esto de recibir población inmigrante se derrite de puro buenismo insensato si los que arriban entran por las malas. Porque si lo solicitan desde la legalidad y con motivos probados, resulta que nuestros benéficos y cuasisantos, más que beatos ellos, representantes públicos se convierten en dogos de fronteras. Y digo esto porque los venezolanos en el exilio denuncian algo que, cuando menos, es incomprensible. Resulta que de las más de 22.000 solicitudes de asilo de venezolanos que tratan de escapar hacia España, solo se han concedido… 26. Sí, veintiséis ridículos asilos para un pueblo hermano que escapa por cientos de miles. Veintiséis.

Las políticas migratorias de estos iluminados nos resultan, en el mejor de los casos, una estupidez supina. En el peor, una maldad imperdonable

No conozco español al que no le avergüence esa cifra y que no se indigne ante la extraña cicatería de nuestros gobernantes de cualquier color ideológico. Porque, como saben los lectores, los colores de los partidos del ámbito parlamentario se funden para demasiadas cosas en una sola bandera arcoíris. Demasiadas cosas que van desde el apoyo, la complacencia y la colaboración directa con los lobbies de género a estas extrañas políticas de fronteras que carecen del más mínimo sentido común e incluso están en las antípodas del sentimiento de los ciudadanos.

La lógica más elemental dicta que se deben priorizar las entradas por vías legales, el sentido de la solidaridad marca que se debe dar asilo a las personas cuyas situaciones son de emergencia humanitaria demostrable, no presumible, y el sentido común señala que, puestos a recibir población del exterior, se debe facilitar el acceso a los ciudadanos de los países que presentan más facilidad de adaptación por ser más cercanos por idioma, cultura, religión o historia. Y como un pueblo libre suele regirse por la lógica y la solidaridad más elemental y por el sentido común, las políticas migratorias de estos iluminados nos resultan, en el mejor de los casos, una estupidez supina. En el peor, una maldad imperdonable.

Resulta asombroso cómo los gobiernos tratan de vendernos la mula ciega del multiculturalismo arrebatándonos nuestra cultura

Sí: mientras entran de forma ilegal miles de inmigrantes, a los afines y cercanos se les cierran las puertas en un 26/22.000 que clama a los cielos. Y que muy pocos españoles ni comprendemos, ni compartimos. Sin embargo, tanta incongruencia sólo demuestra unos intereses y objetivos ajenos a ese buenismo solidario que nos esgrimen como coartada y cercanos a la disolución de identidades de un cada vez más evidente mundialismo que encabezan los grandes forros internacionales y a los que los ciudadanos, las personas, los seres humanos en general, les importamos un comino.

Resulta asombroso cómo los gobiernos tratan de vendernos la mula ciega del multiculturalismo arrebatándonos nuestra cultura, que termina siendo la única que no cabe en ese cajón de sastre donde todo cabe. Cómo nos venden una tolerancia que no es tal, una solidaridad parcial, una obligada aceptación de lo que no queremos, con el palo de la xenofobia y la zanahoria de la solidaridad. Todo siempre parcial y sesgado porque 22.000 rechazados frente a 26 admitidos resulta que no es xenofobia y resulta que sí es solidaridad. ¡Toma Jeroma, pastillas de goma!

El caso es que estos experimentos con personas y vidas de quienes ven el mundo como una partida de ajedrez con piezas de madera a las que sacrificar sin remordimiento, están empezando a crear anticuerpos en positivo. A levantar, a su pesar, un viento nuevo de afectos nunca perdidos pero que siempre han tratado de socavar.

Les guste o no asumirlo a los mundialistas, todos somos iguales pero unos somos más iguales que otros

Y es curioso cómo desde muy diversos puntos de aquello que fueron las Españas, sopla un viento de afinidad, de identidad común, de colaboración entre pueblos que se descubren tan semejantes como puedan serlo unos hermanos. Un movimiento identitario que va desde asociaciones puertorriqueñas que abogan por volver a la unidad con España hasta círculos hispanistas en varias capitales hispanoamericanas y en España; de grupos de estudio que crean lazos a asociaciones de que se reproducen a uno y otro lado del Atlántico con los mismos nombres y objetivos.

Una guerrilla desorganizada pero, si analizamos la historia, posiblemente efectiva a la larga y muy propia de esa forma de ver la vida que todos los pueblos hispanos compartimos. Porque, les guste o no asumirlo a los mundialistas, todos somos iguales pero unos somos más iguales que otros. Y aunque traten de ahogar ese sentido de identidad y pertenencia, y diluirlo en mil tribus y millones de identidades, Hispanoamérica, Hispania y América, se perciben y se reconocen como hermanos. 26/22.000 es, además de una vergüenza para España y una dramática injusticia para todos esos venezolanos, la prueba del 9 de la incoherencia… o de la imposición de unos proyectos peligrosos al margen de los ciudadanos.

Hace mucho tiempo que no sabemos en manos de quién estamos ni quién maneja los hilos de una historia que continuamente toma derivas terribles para unas poblaciones a las que el árbol que tienen encima les impide ver un bosque que les llevaría a otras decisiones diferentes.

Comprendo que aún queda mucho por saber, por vivir y por descubrir, pero unos Estados Libres y Asociados de Hispanoamérica empiezan a verse, para espanto de los mundialistas

En la actualidad, al menos sabemos algo más: que los grandes medios de comunicación y las técnicas de manipulación de masas son en gran parte los que orientan nuestras decisiones, y que unas anárquicas y libres redes sociales y unos medios informativos digitales pequeños e independientes, imposibles de momento de controlar, son una especie de liana que nos permite con dificultad, pero con éxito, atravesar bosques e incluso trepar a las copas y ver un panorama amplio que nos ayuda a comprender en qué lugar de la batalla estamos.

Y algunos empezamos desde muchos puntos a vislumbrar que nuestros generales nos llevan a enfrentarnos entre nosotros, a encerronas inexplicables y a una disolución de identidades tan empobrecedora como innecesaria para un futuro que nos prometen más global y más pacífico, pero que sólo aparece como más individualista y conflictivo.

Comprendo que aún queda mucho por saber, por vivir y por descubrir, pero unos Estados Libres y Asociados de Hispanoamérica empiezan a verse, para espanto de los mundialistas, como una hermosa posibilidad, un hermoso sueño quizá. Que no quieren que nos ayudemos, pues ayudémonos. Que no quien que colaboremos, pues hagámoslo. Que no quieren identidades fuertes, pues reforcémoslas. Tal y como anda el patio, la respuesta a nuestros problemas es hacer lo contrario de lo que nos imponen nuestros amados políticos del Nuevo Orden Mundial. Además de ser nuestra salvación, es que a muchos nos apetece.

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