El marxismo cultural ha tenido un fuerte revés en las recientes elecciones de Andalucía. Vox, con el liderazgo de Santiago Abascal, ha cosechado los primeros frutos de la ruptura de la espiral del silencio en la que autoridades y medios de comunicación tenían oprimidos a muchísimos españoles, y justamente en Andalucía, el lugar menos pensado de España para que esto sucediera. Pero este es un camino que recién empieza. Vox es un partido político que ingresa en minoría a un escenario adverso y hostil, que tiene delante a una izquierda sin reacciones creativas que solo ha atinado a provocar la irritación y la violencia callejera.
Los ciudadanos que votaron por Vox no pueden de ningún modo dejar solos a sus representantes. Partidos políticos y sociedad civil son instancias que se retroalimentan mutuamente en la búsqueda del bien común: crecen juntas o sus victorias no pasan de ser chispazos que no se mantienen sostenibles en el tiempo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDiversos analistas políticos han ensayado explicaciones para el fenómeno Vox. Casi todos reparten los méritos.
Por un lado, algunos resaltan los innegables aciertos de Vox por su capacidad para decir con palabras sencillas lo que muchos ciudadanos piensan, pero que hasta ahora callaban en público, ya sea por miedo, ya sea porque pensaban que no eran “políticamente correcto” (por cierto, esta es una de las bases de eso que se llama “espiral del silencio”). Vox ha ido de frente contra lo políticamente correcto para hacer prevalecer lo sensatamente correcto.
Es interesante, por ejemplo, ver la entrevista que la periodista Ana Rosa hizo a Santiago Abascal, en la que este defiende sus propuestas frente a algunos planteamientos que por momentos eran verdaderas caricaturas. Ahora, de la noche a la mañana, el outsider que redimirá la política es Abascal, y la izquierda no sabe cómo reaccionar.
La espiral del silencio impuesta por el marxismo cultural se comporta como un manto de hielo, del tipo antártico o ártico: es blanquísimo y hermoso; empieza con una nevada, algo que todos agradecemos, pero que llega hacerse tan duro que nada ni nadie puede atravesarlo
Otros resaltan los “méritos” de la misma izquierda en el poder, que ha ido destruyendo su imagen y respaldo político. Corrupción rampante, acumulada durante 40 años ininterrumpidos en el poder, sumada a las contantes incoherencias y absurdos de sus principales figuras políticas, han logrado que los “indignados” sean de otra sensibilidad política, es decir, los ciudadanos comunes. Quizás la mejor expresión de esta indignación haya sido la carta viral de Juan Manuel Jiménez Muñoz a Pablo Iglesias. Jimenez, como muchos de sus paisanos de Sedella a quienes califica de “rojos irredentos, rojos de cojones” se volvieron “fascistas” uno a uno con cada torpeza de Podemos o del PSOE, incluyendo la alianza convenida hasta con grupos de dudosa categoría democrática, con tal de llegar al poder.
Pero en ambas explicaciones hay un punto común quizás no muy apreciado en este momento de algarabía. Y es el rol de la sociedad civil organizada que gradualmente ha ido abriendo camino a este cambio.
Hay que pensar que la espiral del silencio impuesta por el marxismo cultural se comporta como un manto de hielo, del tipo antártico o ártico: es blanquísimo y hermoso; empieza con una nevada, algo que todos agradecemos, pero que llega hacerse tan duro que nada ni nadie puede atravesarlo. Y entonces aparecen los buques rompehielos, grandes y fuertes barcos que sirven para abrir vías navegables en mares congelados. Los rompehielos, diseñados especialmente con un casco reforzado, motores de gran potencia y una proa muy eficaz, son capaces de romper gruesas capas de hielo cercanas al metro de espesor. A veces su tarea es estar como detenidos por un tiempo mientras se enfrentan al hielo, que carga contra ellos todo su poder.
Alguien que no sea un marinero experto puede pensar que se ha quedado varado, que su misión ha fracasado porque no parece que esté pasando nada. Pero a fuerza de perseverancia, ingenio y un casco reforzado para el sacrificio, logra partir poquito a poco esa barrera inmensa. Y así abre camino para el tránsito de otros barcos por las rutas marítimas, incluso durante los inviernos más fríos.
No han sido pocos estos “rompehielos” que han abierto una vía de navegación política para Vox. Movimientos pro vida y pro familia; asociaciones de padres con hijos en edad escolar; promotores de la custodia compartida; organizaciones de denuncia de las leyes de género; grupos en defensa de la unidad nacional.
Vox no debe olvidar que siempre necesitará a los rompehielos. Debe siempre tenerlos cerca, como los buques comerciales o de la Armada que le siguen en su estela y que no deben alejarse demasiado, pues el camino abierto se cierra de nuevo en pocas horas
El Partido Popular, a quienes se dirigieron al principio, muchas veces los ignoró, los defraudó y hasta se sumó a las iniciativas contrarias: eran parte del paisaje helado y estático de lo políticamente correcto.
Pero tal vez uno de los más emblemáticos de estos “rompehielos” frente a lo políticamente correcto fue el HOBus. Es obvio que el tema del adoctrinamiento de género en las escuelas no ha sido el único disparador de esta revuelta ciudadana contra el marxismo cultural que recién comienza. Pero el impacto de ser perseguido tan abierta y descaradamente en el prime time televisivo puso de cara abruptamente a la sociedad frente a una realidad: estaba atrapada en un manto de hielo (la espiral del silencio) en el que no era fácil abrirse paso. Un impacto mediático que, de haberse pagado, hubiera costado millones de euros y que fue sumando adhesiones incluso entre los que solo compartían con HO el deseo de que la libertad de expresión se respete. Un simple bus, con un enunciado sencillo de biología, levantó tales reacciones que dejó en evidencia que algo no andaba bien y que quienes habían fabricado ese “manto de hielo” estaban dispuestos a llegar muy lejos contra quien se atreviera a pensar distinto.
Vox no debe olvidar que siempre necesitará a los rompehielos. Debe siempre tenerlos cerca, como los buques comerciales o de la Armada que le siguen en su estela y que no deben alejarse demasiado, pues el camino abierto se cierra de nuevo en pocas horas. E incluso habrá veces en que los hielos del debate político les tiendan trampas y que sea necesario ser remolcados por esos rompehielos para conseguir liberarse. Es imprescindible, y por ahora también urgente, actuar uno al lado del otro, ya que cuanto más tiempo pase, más difícil es liberarse de las heladas placas.
Como bien señala Nicolás de Cárdenas en un reciente artículo: “En Vox han sido lo suficientemente habilidosos como para ofrecerse como alternativa de esperanza a muchos ciudadanos que, asqueados y alejados de las estructuras partitocráticas y sindicales, sí han desarrollado una labor política en el más amplio sentido de la palabra”.
De seguro, los de Vox serán lo suficientemente lúcidos como para navegar muy de cerca con una flota de rompehielos que, cuantos más sean, mucho mejor.