El culebrón Abengoa

    Para salvar la compañía hace falta implicación del gobierno y voluntad de los bancos. ¿Seguirá la familia Benjumea al frente?

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    El culebrón Abengoa se sirve por capítulos. Con todos sus ingredientes: un gobierno que pretende evitar una superquiebra en período electoral, unos bonistas que tratan de salvar sus ahorros, una banca con la paciencia agotada, unos sindicatos preocupados por los miles de empleos en vilo y la misma familia Benjumea al frente.

    Veamos. Soria dice que ya no estamos en los tiempos del INI para inyectar dinero. Ana Patricia Botín, preocupada, porque el Santander es el principal afectado. El segundo es el Estado. Bankia –o sea, el Frob- tiene un compromiso de casi 600 millones y el ICO de 161. Eso explica que Renovales-Moragas trabajen en una solución aplicando la Ley de Insolvencias y que Báñez diga que “el ICO está comprometido con el futuro de la compañía”. Mientras, UGT reclama la nacionalización y De Guindos se emplea en su último servicio.

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    De momento, la actual situación de preconcurso blinda a la compañía durante unos meses de que ningún acreedor reclame el concurso. Tiempo para llegar al 20D. Así que el gobierno tranquilo: no habrá superconcurso a lo Pescanova en plenas elecciones.

    ¿Y luego qué? El gobierno pide que los bancos acepten quitas y esperas. Los bancos quieren que el ICO sea el primero en dar un paso al frente. Si ambas cosas ocurren, será posible la huida hacia delante. Pero hace falta más: en los últimos meses han abandonado el barco renovable el director financiero y el primer ejecutivo. Quizás porque la gestión no es adecuada. Quizás porque el modelo de hacer negocio con el dinero de otros está agotado. La familia Benjumea quizás deba de considerar que su oportunidad se ha agotado.

    De momento, seguimos con el festival bursátil no apto para cardíacos. En dos días se ha desplomado más de un 70%. La compañía que debe más de 20.000 millones de euros vale en bolsa 250. Tan extraño como PRISA. Pero sin El País.

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    Soy economista de profesión y periodista de vocación. Como decía José Ignacio Rivero, director del Diario de la Marina, decano de la prensa de Cuba (otros tiempos), "el periodismo es en lo externo una profesión y en lo interno un sacerdocio". Colaboro en diversos medios y soy editor de campañas de CitizenGO.