Si el lector tiene la idea de que el subcontinente africano (es decir, todos los países menos los cinco mediterráneos, que juegan en otra liga) es básicamente pobre, estará en lo cierto.
Si cree que la estructura social dominante es la tribu, no se equivocará. Si sospecha que los indicadores de sanidad, educación, transportes, electrificación, acceso al agua potable y algún otro están por debajo de la media mundial, no irá desencaminado.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraY si al lector le parece que los países de África Negra son todos muy parecidos, hasta el punto de no diferenciar uno de otro, entonces se equivocará.
Con ser ciertas, todas estas afirmaciones tienen una razón de ser. O, para ser exactos, muchas razones de ser, muchas causas, diversos orígenes. ¿Cuáles son?
Si quiere saberlo con una razonable aproximación, lea este libro. Su autor, especialista en el análisis multivariable de los 49 países del subcontinente desde hace diez años, transmite cuanto ha aprendido desde su puesto de trabajo.
La trayectoria de cada país africano, como la de todos los del resto del mundo, evoluciona sin cesar y lo que ayer fue un caso de éxito puede devenir un caso de fracaso, sí, pero también a la inversa. ¿Cómo prever el futuro inmediato de cada país?
Cuando un país está en guerra (abierta o larvada, de perfil alto o bajo, con duración indeterminada, en general desatendida por los medios) sus posibilidades de crecer y desarrollarse, máxime en un entorno de pobreza, simplemente no existen
Empezando por el principio, podemos decir que la inmensa mayoría de los países de África negra son, por utilizar un lenguaje estándar, países pobres. Su Producto Interior Bruto (PIB), aunque crece en conjunto por encima de la media, es bajo. Pues el principio está ahí: ¿por qué son pobres? O por mejor decir, ¿por qué siguen siendo pobres cuando los restantes continentes han salido de ese estado natural de las sociedades?
Muchas son las causas de la pobreza africana y tienen que ver con distintos planos de la realidad. Su estructura de creencias animistas y colectivistas, la brusca descolonización, los nuevos líderes, la influencia externa, los totalitarismos resultantes (con sus secuelas de conculcación de derechos individuales)… . En suma, las débiles – cuando no inexistentes – instituciones y la guerra incesante en muchos territorios de diversos estados africanos están detrás de la pobreza predominante, en lo esencial.
Cuando un país está en guerra (abierta o larvada, de perfil alto o bajo, con duración indeterminada, en general desatendida por los medios) sus posibilidades de crecer y desarrollarse, máxime en un entorno de pobreza, simplemente no existen. Más aún, lo que hace es empobrecerse más. Y sí, se empobrecen las personas del común, pero no sus élites. Ese es otro gran problema: el desinterés de las clases dominantes por cuanto no sea propio, sus familias y sus clanes. A ello contribuye indisolublemente la gigantesca, ilimitada, impredecible corrupción que todo lo permea.
Si además el 80% de la economía no se contabiliza en las estadísticas oficiales y la descapitalización humana y financiera predomina (con las excepciones de rigor), el lector tiene el cuadro completo ante sus ojos.
El autor pasa el tomógrafo por las razones económicas, sociales y políticas de los países de África Negra desgranando con paciencia de entomólogo cada detalle. Y cuando lo ha hecho, el libro se vuelca en la descripción de una cantidad suficiente de países que constituyen éxitos de desarrollo … y de otros que lo son de un fracaso sólo paliado por esperanzas dispersas, difusas, cundo las hay. La salida de esos países vendrá de la mano de la iniciativa privada y de unas instituciones colaboradoras … o no vendrá, lamentablemente. Sesenta años de experiencia histórica permiten al autor afirmarlo.
Electrificar, sanear, comunicar y formar, con toda la importancia capital que tiene, no es sino una condición necesaria. Sin un reforzamiento poderosísimo de los postulados de Buen Gobierno, nada será posible
Terminado el diagnóstico, el libro recorre los sectores en que los propios africanos, a ser posible sin endeudarse desmesuradamente una vez más, habilitarán las inversiones que les permitan dar el empujón definitivo para abandonar el furgón de cola que ocupan desde los años 60 del Siglo XX. Pero con todo, electrificar, sanear, comunicar y formar, con toda la importancia capital que tiene, no es sino una condición necesaria. Sin un reforzamiento poderosísimo de los postulados de Buen Gobierno, nada será posible, y si es posible, no será duradero y volverán a la casilla de partida. Como ha ocurrido en el pasado ocurrirá en el futuro.
Al cabo, no se piden milagros sino tan sólo recorrer el camino que tantas naciones han seguido a lo largo de la Historia y que les ha llevado a posiciones de riqueza y bienestar que los africanos pueden lograr a poco que aprendan de los aciertos de los demás. Y de sus errores, por supuesto, siempre que no los repitan.
Para finalizar, el autor repasa con detalle algunas intervenciones desde el exterior (sobre todo, las provenientes de la R.P. China y de la Unión Europea) de África Negra. La soviética, a pesar de su importancia y hondura en el pasado, no se ve continuada por los movimientos de Rusia en algún país centroafricano, que son de orden militar. Los avances económicos de los nuevos actores en el subcontinente, que son sobre todo India, Turquía y Marruecos, son dignos de comentarse.
China actúa como el actor imperial tradicional que es: ofrece financiación relativamente barata, construye infraestructuras, importa materias primas que necesita imprescindiblemente para mantener su desfalleciente ritmo de crecimiento y, en caso de impago, ejecuta sus garantías en especie o con concesiones en áreas críticas de cada país.
La Unión Europea ha dejado de inyectar solos recursos financieros como si no hubiera un mañana y trata de combinarlos con aspectos institucionales condicionantes, además de estimular a las empresas de los Estados miembro a que asuman los claros riesgos de invertir en países con las primas de cobertura más altas del planeta. Eso, en un entorno internacional próximo (en algunos casos más allá) de la madurez, tiene sentido económico. Lo que no ofrece es seguridad, pero ¿qué es la expectativa de beneficios sino la otra cara de la moneda del riesgo?
Todo esto que han leído, más un importante despliegue de acotaciones y pies de página muy útiles para profundizar en los aspectos esenciales del análisis, es lo que ofrece al lector el libro “África es así” de José-Ramón Ferrandis.
Que lo disfruten.