Jordi Cruz, Macron, George Soros y las empresas ‘de todo a cien’

    Una de las mayores mentiras que circula es que “el primer activo de una empresa es su personal”. Los cocineros-estrella Michelín reconocen que si tuviesen a todo su personal dado de alta, sus restaurantes no serían rentables. No son un caso extraordinario.

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    El cocinero Jordi Cruz desata la polémica sobre el empleo de becarios en sus cocinas

    El centro de las manifestaciones del Primero de Mayo de este año no ha sido ni las exigencias de los sindicatos ni los números de la asistencia a las manifestaciones ni, mucho menos, los incidentes.

    Desde hace unos años, dan risa y pena los pocos sindicalistas canosos que se reúnen a levantar el puñito en las plazas, porque sabemos que, una vez terminada de cantar La Internacional, correrán a los restaurantes donde han reservado mesa. Sólo un 5% de los afiliados que declaran UGT y CCOO tienen menos de 30 años de edad.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Este año, la polémica la sirvió (nunca mejor dicho, porque se trata de un cocinero) Jordi Cruz. La estrella de los fogones y las televisiones justificó tener muchos becarios (ahora se les llama stagiers) porque Un restaurante Michelin es un negocio que, si toda la gente en cocina estuviera en plantilla, no sería viable”.

    Otro del gremio, Pepe Rodríguez, añadió: Me encantaría tenerlos a todos dados de alta en la Seguridad Social, pero yo no puedo tener 20 nóminas en cocina, es una burrada«.

    Los aprendices ahora son stagiers

    La verdad es que cuesta encontrar un punto medio o abrir un debate cuando las posiciones dominantes en los medios de comunicación son las más extremistas.

    Es difícil debatir con quienes aprovechan cualquier acontecimiento de la vida de Amancio Ortega, desde el cobro de dividendos a donaciones a Caritas, para echarle en cara que es un explotador (curiosamente, esta horda nunca toca ni a los Botín ni a los March, familias, aparte de con fortuna, con un gran poder político).

    También cuesta debatir con quienes te responden que los becarios de Jordi Cruz están ahí porque quieren y, además, que el salario mínimo produce paro (no explican por qué los países europeos con un SMI más alto, como Suiza, Luxemburgo, Holanda o Irlanda están entre los que tienen menos desempleo).

    «Los platos de comida, los planos de edificios, los informes de consultoría que elaboran esos becarios, ¿se cobran a los clientes a precio de becario o, por el contrario, a precio de cocinero Michelín o socio ‘senior’

    Trataré de dejar claras unas verdades de Perogrullo. ¿Son imprescindibles la formación y la experiencia, y tienen éstas un coste? Por supuesto que sí. Uno de los grandes delitos del PSOE fue la supresión de la figura del aprendiz de los oficios manuales, así como la Formación Profesional, porque todos íbamos a ser universitarios.

    Pero, ¿es admisible que unos becarios trabajen gratis en jornadas que superan las doce horas, sin seguro (¡en una cocina!), sin alojamiento y con instrucciones de mentir a la inspección de Trabajo?

    Vistos los cocineros o arquitectos o abogados o consultores que tienen becarios para enseñarles el oficio, una conclusión es la de que quizás deberían montar un máster, cobrarlo y cotizar a la Seguridad Social.

    La segunda conclusión es preguntarse si hay que cerrar muchas universidades y reducir la duración de las carreras, puesto que la teoría que se imparte es tan inútil.

    Ya lanzado, deduzco una tercera conclusión: los platos de comida, los planos de edificios, los informes de consultoría que elaboran esos becarios, ¿se cobran a los clientes a precio de becario o, por el contrario, a precio de cocinero Michelín o socio ‘senior’?

    «Nos dirigimos a una sociedad en la que un porcentaje muy pequeño puede derrochar su dinero en verdaderos caprichos idiotas, mientras que la mayoría malvive de sueldos ridículos»

    Muchos jefes y pocos indios

    El diseño de empresa de estos restaurantes superferolíticos es idéntico al de muchos digitales de prensa: un jefe de renombre despedido de su periódico, con tres o cuatro jefecillos y luego una tribu de indios/becarios que trabaja gratis o por cuatro duros “para obtener experiencia”.

    Sorprendentemente, las secretarias, que hacen un trabajo mecánico para el que antes bastaban la ESO y unos cursos de Word y Excel, siempre son fijas y siempre cobran.

    Si para dar servicio en un restaurante Michelín se necesita en torno a 20 personas y de éstas la mitad no cobra nada, las preguntas pertinentes son: ¿Queremos negocios de ese estilo?

    Estoy seguro de que, si en vez de restaurantes de lujo, se tratase de tajos o de invernaderos de tomates, los mismos que hacen cola para entrar en los primeros y pagar cientos de euros por comer sorbete de tortilla de patatas, al menos mostrarían su indignación progresista.

    Manifestación sindical con motivo del Primero de Mayo /EFE
    Manifestación sindical con motivo del Primero de Mayo /EFE

    Pero el restaurante Michelín es una empresa propia de una “sociedad oligárquica, casi enloquecida de buenas maneras”, donde se paga “no por atraer a la gente, sino por alejarla”.

    Y, como sigue diciendo G. K. Chesterton (Las pisadas misteriosas), si un restaurante caro sólo abriera los jueves por la tarde “lleno de gente se vería los jueves por la tarde”.

    Un indicio de que nos dirigimos a una sociedad en la que un porcentaje muy pequeño puede derrochar su dinero en verdaderos caprichos idiotas, mientras que la mayoría malvive de sueldos ridículos, como las camareras de hotel que cobran 2’5 euros la hora, o de subsidios públicos. El avance social que se nos promete es retroceder a un modelo brasileño.

    «¿Es soportable una economía como la española en la que el sueldo más frecuente es el de 16.500 euros brutos anuales?»

    ¿Aportan los chinos ‘valor añadido’?

    Los últimos datos del paro han hecho levitar al Gobierno de entusiasmo. Desde luego, es mejor tener un empleo, por precario y mal pagado que esté, a no tener ninguno, pero la realidad es que el mercado laboral y la economía nacional que están saliendo de la Gran Crisis no abonan el optimismo sobre nuestro futuro.

    ¿Es soportable una economía como la española en la que el sueldo más frecuente es el de 16.500 euros brutos anuales, en la que millones de horas extra no se pagan (ni se cotizan), en la que la poblacion activa se ha reducido en 800.000 personas desde 2012 (pese al crecimiento de la actividad), en la que la vida laboral dura 25 años (empiezas a trabajar con sueldo a los 30 y te despiden a los cincuentaitantos porque eres caro), en la que las Administraciones engatusan a los despedidos para que se hagan ‘emprendedores’, aunque se arruinen?

    Así, ni se consume ni se invierte ni se tiene estabilidad. No podemos luego sorprendernos de que haya tantísimos estudiantes universitarios que quieran ser funcionarios, porque en algunos puestos se cobra más que en el sector privado y se tiene una carrera segura hasta la jubilación. Ni tampoco en que la natalidad sea minúscula.

    La globalización es así, me dirán algunos. Ah, ya, los chinos. Durante esta polémica, un profesor de economía en Twitter afirmó que los chinos y los indios aportan valor añadido (otra gran mentira), y por eso venden a todo el mundo.

    ¿Qué valor añadido hay en las bolas navideñas fabricadas en China? ¿No será más bien que fabrican a un precio tan bajo que, incluso con el transporte (generador de CO2, por cierto) es rentable traer esos productos a Europa? ¿Qué salarios se pagan en China?, ¿qué normas de seguridad, higiene y medioambiente se respetan allí?, ¿cuál es el precio de la electricidad?

    ¡A ver si la desindustrialización de Occidente y el empobrecimiento posterior se deben, precisamente, a que la sociedad oligárquica de los Peter Sutherland, Emmanuel Macron o George Soros ha suprimido las fronteras para enriquecerse todavía más con trabajadores y productos de ‘todo a cien’!

    Última pregunta insolente: ¿cuánto tiempo se puede mantener un sistema como ése sin que colapse o la gente, ya sin nada que perder, se eche a la calle?

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).