Pedro de Amians, el Ermitaño, lideró una horda de personas que recorrieron Europa desde Francia, donde había predicado Urbano II, hacia Tierra Santa. Esta “cruzada de los pobres”, como se le ha llamado, fue sembrando el caos a su paso; un caos que anidaba en su interior y que dejaba como resultado una ristra de cadáveres, como si Pulgarcito se hubiera aliado con la Santa Compaña.
Uno no puede dejar de acordarse de esta marcha transfronteriza al ver las noticias sobre la caravana, tan famosa que no necesita de adjetivos para presentarse en los salones de toda Europa gracias a la televisión.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSe le ha llamado Viacrucis del migrante, que es una de las palabras fetiche de la nueva izquierda. No viacrucis, por descontado, sino migrante. La organiza Pueblo sin fronteras, una asociación que monta estas caravanas desde hace quince años. Otras organizaciones que colaboran en la organización, al menos tres de ellas, reciben generosos fondos de George Soros, el campeón de las migraciones libres. Pero no es un invento suyo ni forma parte de una política anti Trump. Obama tuvo que enfrentarse a una caravana igual en 2014.
Su base humana son miles de ciudadanos de Centroamérica, que huyen de la violencia en El Salvador o en Honduras. De hecho, este país aporta en torno a cuatro de cada cinco emigrantes en la caravana. La endémica violencia en Honduras se ha recrudecido tras la elección de Juan Orlando Hernández. Éste ha respondido a las protestas con un toque de queda impuesto por el Ejército. Hay ya decenas de muertos. La Organización de Estados Americanos ha señalado que las últimas elecciones están plagadas de irregularidades. Según una encuesta realizada por Gallup, cinco millones de centroamericanos quieren huir de sus países e instalarse en los Estados Unidos.
Con criminales o no, huyendo o no del crimen, sembrándolo a su paso o no, lo cierto es que quienes han recorrido más de 4.000 kilómetros para alcanzar la frontera con los Estados Unidos podrían haberlo hecho en vano, si su intención es cruzarla
Huyen de países en los que la justicia la dicta la organización criminal de la zona; estados parcialmente fallidos que no le otorgan a sus ciudadanos la seguridad necesaria para ocuparse de sus asuntos y prosperar. Por eso buscan asilo en los Estados Unidos, y por eso también buscan trabajo. Los medios más conservadores dicen que no son auténticos solicitantes de asilo con el espurio argumento de que esperan encontrar trabajo en el país. ¿De qué iban a vivir, si no, estas gentes que sólo tienen lo puesto?
La oleada fue creciendo desde que salieron de San Pedro de Sula, en Honduras, cuando no llegaban a 200 personas, y fue creciendo hasta las 6.500 que se llegaron a congregar en Méjico, el 10 de noviembre. Según la Agencia de Seguridad Nacional, en Tijuana se han congregado unas seis mil personas, de las cuales medio millar serían criminales. Lo cual no es de extrañar. El embajador de Méjico en los Estados Unidos también ha señalado que una parte no desdeñable del convoy se gana la vida a costa de los demás, no haciendo aportaciones a la producción de riqueza. Los 5.800 hombres del Ejército de los Estados Unidos, apostados en la frontera de California, Tejas y Arizona parecen ser una fuerza adecuada para quienes intentan cruzarla.
Con criminales o no, huyendo o no del crimen, sembrándolo a su paso o no, lo cierto es que quienes han recorrido más de 4.000 kilómetros para alcanzar la frontera con los Estados Unidos podrían haberlo hecho en vano, si su intención es cruzarla. En ese plan, sólo pueden instalarse en los Estados Unidos de forma ilegal. Con lo cual se han convertido en un juguetito ideal para Donald Trump, que tiene la lucha contra la inmigración ilegal como bandera.
Lo cierto es que si hablamos de todo esto es porque la principal importación de los Estados Unidos no es el petróleo, menos ahora que son exportador nato, no son los coches, no son los medicamentos, no son los ordenadores, sino que es la pobreza. Hay unos 22 millones de inmigrantes ilegales en los Estados Unidos, que van al país epítome del capitalismo porque saben que allí sí pueden ganarse la vida.