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La promesa fallida del sistema de pensiones

En apenas 75 años, España habrá pasado de estar entre las naciones más jóvenes de la OCDE, a ser una de las que mayor proporción de jubilados tendrá.

La OCDE nos ha advertido de que mediado este siglo, que ya no está tan nuevo, habrá en España 77 jubilados por cada 100 personas en edad de trabajar. Que cada 10 empleados tengan que sostener o jubilados es una perspectiva suficientemente desalentadora, pero lo es más si pensamos que no todos los que están en edad de trabajar lo hacen.

De hecho, en España hay hoy 30 millones de personas con edad para trabajar, pero sólo lo hacen 19 millones. Incluso con pleno empleo, la perspectiva que plantea la OCDE se parecería a que hay un empleado por cada jubilado.

En una situación así, con un jubilado por trabajador, para una media de, digamos, 500 euros al mes de pensión, cada trabajador tendría que aportar, también de media… 500 euros

Un sencillo ejercicio mental nos puede facilitar que nos hagamos a la idea de lo que ello supone. En una situación así, con un jubilado por trabajador, para una media de, digamos, 500 euros al mes de pensión, cada trabajador tendría que aportar, también de media… 500 euros. Y ni medio millar de euros es una pensión adecuada, ni es concebible que cada trabajador tenga que hacer una aportación tan alta al sistema.

España es el segundo país del mundo que peor sale parado del análisis de la OCDE. El primero es Japón. España es el segundo país del mundo en longevidad. El primero es Japón. Vivimos cada vez más años, y eso quiere decir que más allá de los 65 años hay más personas detrayendo del sistema en comparación con los que aportan. Y, dentro del sistema público de pensiones, sólo hay tres salidas a esa situación.

Una de ellas es rebajar la pensión: hay más entre quienes repartir, de modo que a cada uno le toca menos.

La segunda es más complicada: que cada trabajador aporte cada vez más del sueldo que genera para el sistema de reparto. Y es más complicada no sólo por los efectos que pueda tener en el nivel de vida de los trabajadores, sino porque las cotizaciones son un impuesto sobre el trabajo, y los impuestos desalientan la oferta.

Por otro lado, vender políticamente a los trabajadores que van a aportar más a un sistema que en el futuro les dará menos de lo que ofrece en la actualidad, no es fácil.

Queda una tercera opción: correr la barrera entre los que están en edad de trabajar y los que no. Vamos, aumentar la edad de jubilación. Ya que antes vivíamos 10 años de la pensión, y ahora son 20, tendremos que pasar de cotizar tres o cuatro décadas, a cotizar cuatro o cinco. Lo cual es una forma de rebajar la pensión y de aumentar las cotizaciones. Y lo que se hará es una combinación de las tres medidas, sobre todo de la primera y la tercera, ya que no hay mucho margen para aumentar las cotizaciones sociales.

No crea el lector que se han agotado aquí todos los males del sistema. La Inspección de Trabajo, mirando por el ojo de Saurón que es Hacienda, ha comprobado que algunos escritores obtienen por sus obras unos ingresos que superan el salario mínimo. Y entiende que, como son ingresos de trabajo y superan un mínimo, no tienen derecho a percibir la pensión. Es un argumento ridículo.

La pensión ya no es un derecho que te has ganado por participar en el sistema, sino una ayuda porque careces de otros ingresos

La obra es parte del capital de un autor, al igual que lo puede ser su casa o lo serían unas acciones en su poder. Pero lo importante es que señala cuál es el camino: La pensión ya no es un derecho que te has ganado por participar en el sistema, sino una ayuda porque careces de otros ingresos.

¿Qué quiere decir todo ello? Que si sólo confiamos en el sistema público de pensiones, tendremos una ayuda de a lo que los precios actuales serían 500 a 700 euros, condicionada a que no tengamos otros ingresos. Pero seguiremos pudiendo decir que el sistema es sostenible.

El sistema público de pensiones no va a quebrar nunca. Sólo va a morir década a década, de forma paulatina. Y sólo los que no se dejen embaucar por su fallida promesa y ahorren durante su ciclo laboral podrán escapar de la pobreza.

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