Apenas estamos saliendo de una grave crisis económica, la más profunda desde la Gran Depresión (que terminó con el final de la II Guerra Mundial), y ya se habla del nuevo Armagedón. El motivo es una tenaza de deuda e inflación que nos puede triturar con una pasmosa facilidad. ¿Cómo es esta tenaza? ¿Cómo hemos llegado a ella? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer?
Una de las mandíbulas de la tenaza es la deuda. El Instituto de Finanzas Internacionales, IIF por sus siglas en inglés, hace un recuento semanal del nivel de deuda en el mundo. La cantidad, en dólares, tiene esta magnitud: 247.000.000.000.000. O, si lo prefieren, 247 billones (millones de millones) de dólares. Un número de esas proporciones es difícil de apreciar. Veamos, por ejemplo, cuántos dólares de deuda hay por persona, en el mundo. Según las cuentas de Worldometers, la población mundial supera en estos momentos los 7.637 millones de personas. ¿Cuánta deuda media hay por habitante en el mundo? El cociente arroja 32.340 euros por persona.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora«La inflación es, en realidad, otra cosa: es el aumento de la cantidad de dinero. Y, en realidad, ni siquiera es eso. Inflación es el aumento de la cantidad de dinero sin respaldo»
Pensemos un momento en lo que supone ello. Sólo el 7 por ciento de la población vive con 50 dólares al día o más, y eso son 18.250 dólares al día. ¿Podrá ese 7 por ciento con una deuda de 32.340 dólares? Parece que sí. Pero ¿Y el otro 93 por ciento? O, si lo prefieren, hay 24 países en el mundo con una renta media per cápita superior a esos 32.340 dólares. España no está entre ellos. Además, es una deuda media por cada habitante, independientemente de su edad. Una familia de 4 asumiría una deuda media de 129.370 dólares. Esa es ya otra cantidad. Hagamos aún una cuenta más. El PIB mundial es de 78,28 billones de dólares, lo cual quiere decir que la deuda que hemos acumulado es 3,16 veces el PIB que generamos en conjunto. ¿Aún le cuesta apreciar la magnitud de una deuda así? No pasa nada, a Robert Samuelson (no el premio Nobel), dice que es una cantidad “casi incomprensible”. Dejémoslo ahí.
Porque está la otra mandíbula de la tenaza, la inflación. Nosotros llamamos inflación al aumento generalizado de los precios. La inflación es, en realidad, otra cosa: es el aumento de la cantidad de dinero. Y, en realidad, ni siquiera es eso. Inflación es el aumento de la cantidad de dinero sin respaldo. Un aumento en la cantidad de oro no es inflación. Pero el dinero arbitrario que crea el sistema bancario orquestado por los bancos centrales, sí. Y ese dinero falso, falso como la promesa de un político, ha aumentado a ritmos desaforados en la última década y media.
Los precios se contienen, es verdad. Pero ¿será así todo el rato? No. Los bancos centrales lo saben, conocen bien los perversos efectos de la inflación, y tendrán que luchar contra ella subiendo los tipos de interés. Tendrán que hacerlo por varios motivos. Uno de ellos es que la inflación empobrece a todos, pero más a los más pobres. Si dejamos que la inflación produzca sus perversos efectos, tendremos sociedades más divididas, y la actual oleada de populismo será una broma al lado de lo que vendrá.
Hemos dicho subir los tipos de interés, pero… ¿no estamos muy endeudados? Ajá. La subida de los tipos de interés, con un gran endeudamiento global es una amenaza de primer nivel. Una “bomba”, como dicen infinidad de analistas, cuya mecha está encendida.
Ante todo ello, ¿qué podemos hacer? Particularmente, ahorrar lo que podamos, recortar nuestro endeudamiento, o ampliar nuestras inversiones, grandes o pequeñas, y confiar en la providencia.