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Adolescentes ante el botellón: aves y reptiles

Un grupo de jovenes hace 'botellón' en un aparcamiento en Valencia

Un grupo de jovenes hace 'botellón' en un aparcamiento en Valencia

Lo leí en la revista XLSemanal del pasado domingo: los adolescentes –o, más bien, casi ninos- comienzan con el botellón a los 13 años. Tres de cada cuatro menores beben alcohol habitualmente en nuestro país, y medio millón de ellos se emborracha cada mes.

El problema ya es conocido, porque los medios de comunicación se encargan de recordárnoslo con cierta frecuencia. “Los datos son muy preocupantes, porque a esa edad el consumo debería ser cero”, señala un médico en el reportaje.

Todos, padres, educadores y políticos, se llevan las manos a la cabeza y tratan de buscar una solución que parece no llegar. Como de costumbre, nuestros dirigentes no saben qué salida darle al problema y, de nuevo, como de costumbre, se apresuran a remendar un parche que arregle el descosido, proponiendo un endurecimiento de las penas y que actúe la Policía.

Una vez más, que el problema lo solucione otro, que eso de tomar el toro por los cuernos no va con nuestros políticos.

Con los ninos y el botellón ocurre lo mismo que con el pirómano: le hemos dado un bidón de combustible y ahora nos lamentamos de que haya incendiado el monte. A los adolescentes,

«Les hemos hecho creer que son como dioses, y que como dioses se tienen que comportar»

Y los políticos, después de todo esto que han tolerado, pretenden solucionar el problema del botellón a golpe de multas. El alcohol no es el problema; es el síntoma. El síntoma de una juventud despreocupada a la que le faltan referentes auténticos y motivos que les impulsen a llenar sus vidas.

O, como lo escribió José Luis Martín Descalzo, “entre los catorce y los dieciséis años, todo ser humano normal tiene ese don terrible de poder elegir entre convertirse en un reptante o en un ave de vuelo más o menos poderoso, pero capaz, en todo caso, de remontarse sobre sí misma”.

Ave o reptil. El problema es mucho más profundo que el botellón.

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