Me había apostado con un compañero que yo hablaría de fútbol en este diario especializado en vida, familia y libertades antes que él de otro tema que había propuesto que, a priori, no parecía tener -como el fútbol- encaje en nuestros temas de Actuall. Y mira por donde, hoy voy a ganar la apuesta.
Cuando era joven -más que ahora quiero decir, ji, ji-, me gustaba que llegara el día de alguno de los partidos que enfrentaban a los dos primeros de la liga, o un derby de los equipos de una misma ciudad de los que seguíamos con afán en casa, una final de la Copa del Rey, del Mundial…. Y es que ese momento era especial porque nos reunía a todos en torno a la televisión, en familia, con un aperitivo estupendo y con ganas de disfrutar, aunque había discusiones -eso sí muy respetuosas- porque no todos somos de los mismos equipos.
No veo en el fútbol de ahora la educación en valores desde los deportes de equipo y la educación de los futbolistas de cara al público
Y de respeto precisamente es de lo que quiero hablar hoy en dos sentidos. En primer lugar, hay dos cuestiones que no veo en el fútbol de ahora que sí que me parecía ver entonces: la educación en valores desde los deportes de equipo y la educación de los futbolistas de cara al público, sobre todo al telespectador de los partidos.
Estas dos cuestiones son las que me han alejado más del balompié porque ya no veo en los partidos a un equipo unido, sino a deportistas que ganan cifras astronómicas por, además de jugar -se supone que muy bien- ir a lucir su peinado, sus zapatillas de colores, sus pendientes de brillantes, etc… y lo que es peor: por pelearse con los compañeros y el entrenador -usando a periodistas como yo para decirse barbaridades en medios que ya parecen más prensa rosa que prensa deportiva-, además de con el árbitro y con los miembros del equipo contrario.
Lo único que veo son a unos señores, a los que ya no tengo ningún respeto, escupiendo cada vez que les enfocan en un primer plano
Y además de todo esto, el respeto a los cientos de miles de aficionados deja mucho que desear. O yo estaba antaño más afanada en comer la tortilla de patata o el berberecho que en ver el partido o es que esto que les voy a describir ahora no ocurría. El caso es que ya no me gusta seguir los partidos -a mucho aperitivo de jamón serrano que haya- porque ya no me fijo en la pelota y en las jugadas.
Lo único que veo son a unos señores, a los que ya no tengo ningún respeto, escupiendo cada vez que les enfocan en un primer plano. ¡Y claro está, si pienso que luego se cae otro encima de la flema que ha dejado el anterior sobre el césped, pues se acabó mi feliz aperitivo! Ahí lo dejo para que piensen ustedes si han de prohibir determinados comportamientos sobre el terreno de juego.
Pero lo que realmente me hace escribir hoy estas líneas no es esta cuestión tan escatológica ni el comportamiento indecente y maleducado de los deportistas de hoy. El segundo sentido del que quiero hablar me lo marca la actualidad, que es la que manda en estas líneas. Esta es la noticia que me ha dejado muerta: Se repartirán 10.000 banderas de Escocia ante la prohibición de ‘esteladas’.
Pues resulta que la Delegación del Gobierno en Madrid ha decidido que los independentistas no exhiban las ‘estrelladas’ -que es su nombre en castellano- en la final de la Copa del Rey que disputarán el Barcelona y el Sevilla el próximo domingo en el Estadio Vicente Calderón, en Madrid.
Y entonces, tres asociaciones independentistas catalanas, a las que no voy a hacer publicidad en estas líneas, se han tomado la causa por su mano y han decidido -puesto que no les dejan entrar con una bandera, que por cierto no es oficial, y que no tiene que ver nada con la defensa de un equipo u otro, sino con la ideología política que quieren ‘imponer’ aprovechando la presencia de los medios de comunicación y de miles de ciudadanos en el campo, además de los cientos de miles en todo el mundo que van a seguir el partido- repartir más de 10.000 banderas de Escocia entre los aficionados del Barcelona que asistan al Calderón.
La idea es desplegar sus soflamas políticas antes de empezar el encuentro y en el minuto 17:14 como han hecho en otras ocasiones en coincidencia con el año 1714, símbolo de los independentistas catalanes.
“Nos podrán prohibir llevar una bandera, pero no nos podrán prohibir jamás la libertad”, sostienen. Con esta acción pretenden denunciar “la diferencia de trato que recibe Catalunya por parte de España con respecto a lo que tiene Escocia con el gobierno de Reino Unido”. Ahí queda eso. Y encima el juez lo permite ¡Qué asco de fútbol!… Y de Justicia hablaremos otro día.
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