La ley que obliga a tu hija a compartir el baño con los chicos

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    Iconografía usada para los cuartos de baño de 'género neutro'.
    Iconografía usada para los cuartos de baño de 'género neutro'.

    Esta semana he leído una noticia publicada en la edición castellanoleonesa de ABC que lleva este título: Castilla y León permitirá baños mixtos en los colegios y vestir según la identidad sexual. En síntesis, lo que se cuenta es que, a partir del próximo curso y de forma experimental, se implantarán, por decreto, en todos los centros educativos -públicos y concertados- de la región baños y vestuarios mixtos a los que podrán acceder los alumnos “de acuerdo con su sexo sentido”. Además, se obligará a los educadores y a todo el personal del centro a dirigirse a niños y adolescentes con el nombre que hayan elegido en función de su identidad sexual y a respetar su vestimenta independientemente de sus rasgos biológicos.

    Lo que cuenta ABC forma parte del ‘Protocolo de atención educativa y acompañamiento al alumnado en situación de transexualidad y alumnado con expresión de género no normativa’ diseñado por la Consejería de Educación. Y no se fundamenta en ninguna ley nacional ni autonómica ya que la norma que podría amparar esta medida se está tramitando en las Cortes de Castilla y León.

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    Esto de utilizar los aseos y los vestuarios escolares en función del ‘género’ del alumno no es nuevo. En Estados Unidos lo implantó Obama y Trump lo eliminó de un plumazo con la Constitución estadounidense en la mano. Y en nuestras tierras, la ley andaluza incluye el ‘derecho’ de estudiantes, personal y docentes que acudan a todos los centros educativos de Andalucía a acceder y usar “las instalaciones del centro conforme a su género elegido”.

    ¿Cómo justifica el Gobierno autonómico de Castilla y León el mencionado protocolo? Muy sencillo. Como, según el departamento educativo de la Junta hay en la comunidad menos de una veintena de menores transexuales, pues es imprescindible modificar la normativa para “evitar cualquier forma de exclusión” de esos alumnos.

    «La Consejería de Educación miente. No hay que hacer una ley para cada grupo social ni etiquetar a la gente en función de cómo se ‘autoperciba’. Y es inadmisible invitar a los menores a cuestionar su identidad sexual constantemente»

    Pues yo les digo que no es verdad. La Consejería de Educación miente. No hay que cambiar ninguna ley para incluir a nadie. Hay que educar en el respeto a todas las personas, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Y no hay que hacer una norma para cada grupo social ni etiquetar a la gente en función de cómo se ‘autoperciba’. Y es inadmisible invitar a los menores a cuestionar su identidad sexual constantemente.

    Estamos de nuevo, damas y caballeros, ante un caso emblemático de la famosa ideología de género. A estas alturas seguro que ya han oído hablar de ella aunque no sepan exactamente qué es. Básicamente, lo que asegura esta doctrina sin base científica alguna es que el sexo biológico no se corresponde necesariamente con el ‘género’. Es decir, que uno nace hombre o mujer y la sociedad, empezando por la familia y siguiendo por el colegio, le trata como tal porque así está determinado por las costumbres e impuesto por las convenciones sociales.

    Los ideólogos de género afirman que el niño que tiene órganos genitales masculinos y la niña que los tiene femeninos –lo que decía a las claras el famoso autobús– en realidad pueden tener un ‘género’ diferente a su sexo. Y si un chaval se ‘siente’ niña es que es niña. Y si una adolescente ‘siente’ que es un hombretón, pues es que lo es. Y no hay más. En consecuencia, uno puede cambiar de género a lo largo de su vida cuántas veces quiera porque depende de su autopercepción. Y la sociedad no debería limitar ni condicionar los deseos de cada individuo en lo que a ‘identidad de género’ se refiere.

    Y ustedes pensarán, con toda razón, dos cosas. Primero: que esto es un poco complicado para el ciudadano común. Segundo: que vale, que si un niño se ‘autopercibe’ como del ‘género’ contrario a su sexo habrá que tener toda la delicadeza del mundo con él pero habrá que esperar a que madure física y psicológicamente porque su deseo puede cambiar varias veces. Y, que en todo caso, los profesionales especializados en niños, conocedores del caso, recomendarán qué hay que hacer.

    Es hora de decirle a los políticos: ¡Basta ya! Renuncien al adoctrinamiento sexual. Dejen a los niños en paz. Es una perversidad, una forma de corrupción, manipular a toda una generación con el pretexto de ‘no discriminar’ a una o a varias personas que se encuentran en plena evolución física y emocional

    Les recuerdo cómo nacen y crecen las ideologías. Unos intelectuales (reales o imaginarios entre los cuales casi siempre hay algún gurú) se ponen a pensar en un despacho o en una casa alejada del mundo. Después escriben uno o varios libros e infinidad de artículos, pronuncian conferencias y dan lecciones magistrales en universidades y foros. Y otros les siguen y lo convierten en dogma y acaban queriendo imponerlo a toda la sociedad. Los totalitarismos del pasado siglo se gestaron así. De la pluma y la palabra saltaron a las leyes, que les dicen a la gente lo que tiene qué hacer y cómo debe llevarlo a cabo.

    Esto ya lo explicó HazteOir.org en su famosa publicación ‘¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio? Las leyes de adoctrinamiento sexual’. Y le costó todo tipo de amenazas -hasta de muerte-, insultos, ataques al #HOBus y agresiones físicas a sus ocupantes… Porque no quieren que se diga la verdad. Pero es necesario repetirla. Es hora de decirle a los políticos: ¡Basta ya! Renuncien al adoctrinamiento sexual. Dejen a los niños en paz. Es una perversidad, una forma de corrupción, manipular a toda una generación con el pretexto de “no discriminar” a una o a varias personas que se encuentran en plena evolución física y emocional.

    Y si quiere hacer algo concreto ya mísmo, diganle al consejero de Educación de Castilla y León, Fernando Rey, a través de este enlace, que frene de inmediato su plan ideológico para confundir a los niños, adolescentes y jóvenes y hacerles creer que, a lo mejor, han nacido en un cuerpo equivocado.

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