7 meses de semillitas de felicidad

    Quieren una vida familiar sencilla y quizá más auténtica. Sin compararse, sin medirse con los demás, sin tener que estar siempre demostrando lo que tal vez ni son, ni en realidad quieren ser. Y yo insisto en bajarlo a la medida de nuestra felicidad y de la de nuestra familia.

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    Leonor Tamayo, junto a su marido Francisco Navarro y sus siete primeros hijos /PPE
    Leonor Tamayo, junto a su marido Francisco Navarro y sus siete primeros hijos /PPE

    Han pasado ya 7 meses desde que se publicó “Mi Historia y Once Más”, y en estos meses ha pasado un poco de todo. He tenido críticas, muchas, sobre todo por la idea de mujer e identidad femenina que planteo, que no es mía en absoluto sino que recoge retazos de los grandes maestros en el tema. Pero por los visto, en determinados entornos chirría que se diga que la mujer lleva escrito en algún lugar de su alma que su felicidad viene determinada por la de los demás, y que es dando amor, dándose a sí misma, donde esa felicidad aflora.

    Han dicho, o más bien han escrito, que es ofensivo el planteamiento que hago de la mujer, de la feminidad y de la complementariedad y que también lo son mis críticas al feminismo radical, a ese feminismo que ha puesto al hombre y a la mujer uno enfrente del otro y de espaldas a su propia esencia, que promueve la lucha de sexos y rechaza la maternidad presentándola como una esclavitud…(¿¿¿¿cómo no voy a criticarlo????).

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    El capítulo sobre el matrimonio ha escandalizado a algunas personas porque ese enfrentamiento hombre-mujer ha calado hasta lo más hondo de nuestra sociedad y parece que la vida matrimonial fuese una carrera por el poder y la autodeterminación, en la que nadie quiere agachar la cabeza ni está dispuesto a servir al otro, ni mucho menos sacrificarse.

    Y, por supuesto, genera desconcierto, y creo que también sarpullido, que diga que me gusta estar en casa, cuidar de mi familia y mimar a mi marido, que hoy por hoy es lo que más me gusta hacer y no lo cambiaría por nada.

    «Poner al otro en primer lugar, pensar antes en los demás que en uno mismo, saber renunciar, pedir perdón y perdonar, reconocer las propias limitaciones… son fuente de alegría siempre»

    Me da pena que la idea central del libro, esas claves del éxito y la felicidad plena en el matrimonio y en la familia que siempre defiendo -humildad, servicio, perdón y oración-, no se entiendan y se critiquen. Me resulta incomprensible que se piense que todo eso está fuera de contexto hoy en día, que ya no tienen sentido y que es un modelo agotado. No tengo ninguna duda de que el darse a sí mismo, el poner al otro en primer lugar, pensar antes en los demás que en uno mismo, saber renunciar, pedir perdón y perdonar, reconocer las propias limitaciones… son fuente de alegría siempre. Supongo que por eso hoy la gente no sabe ser feliz.

    Pero más allá de todas esas críticas, que no dejan de ser inevitables e incluso deseables cuando planteas cosas tan políticamente incorrectas, tengo la gran satisfacción y el privilegio de saber que mi libro ha servido a personas concretas, “me he dado cuenta de que estaba planteando mal las cosas, sencillamente porque nadie me había dicho que podía ser de otra manera”, “tu libro ha sido una sacudida y ha revuelto muchas cosas que me replanteo ahora como esposa y madre”. He leído comentarios preciosos con una mezcla de orgullo y pudor, he llorado de alegría con el teléfono en la mano escuchando cómo me decían que el libro les había abierto la puerta para ser felices con lo pequeño y lo sencillo. Una amiga de mi madre, una mujer de 80 años, le dijo que mi libro “le había dado mucha paz”(!!!).  Han dicho que era un libro tan importante como sencillo… ¡y hasta me han dicho que les gusta como escribo!

    Quería mostrar un camino de felicidad de andar por casa: la felicidad de lo sencillo y lo pequeño. Son muchas las mujeres, las madres, los maridos y padres que quieren ser felices con lo que son, sea mucho o poco, bueno o regular,. Que no quieren vivir continuamente en una pura carrera contra sí mismos para ser siempre los primeros en todo. Pero ese es el discurso que suena más fuerte, la competitividad se ha convertido en la norma y no es fácil saltársela. Dios ha querido que ‘Mi Historia y Once Más’ haya servido de punto de apoyo a algunos para coger impulso.

    Y son muchos los que quieren recoger a sus hijos del colegio, tener más hijos o tener más tiempo para estar con ellos. Quieren una vida familiar sencilla y quizá más auténtica. Sin compararse, sin medirse con los demás, sin tener que estar siempre demostrando lo que tal vez ni son, ni en realidad quieren ser. Pero es como si el listón estuviese siempre demasiado alto. Casi ninguno llegamos, pero se nos va la vida intentándolo. Y yo insisto en bajarlo a la medida de nuestra felicidad y de la de nuestra familia.

    No lo sé todo, no tengo todas las respuestas ni pretendo aparentarlo, ni mucho menos dar lecciones a nadie. Sencillamente he tenido el privilegio de servir de torpe instrumento de Dios para llegar a muchos corazones.

    Y así, ‘Mi Historia y Once Más’, se ha convertido un poquito en la historia de muchos. Mi familia, mi matrimonio y nuestra manera de vivir, forman parte de muchas otras familias, matrimonios y maneras de vivir.

    Por eso, cuando me preguntan “¿Qué tal va el libro?” no puedo sino responder que maravillosamente bien, porque ha cumplido, con creces, su objetivo, que no son ventas, likes, ni reseñas, sino semillitas de felicidad.

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    Orgullosa de ser mujer, esposa de Paco y madre de 10 hijos. Estudié Filología Inglesa, pero acabé por entregarme -feliz- al cuidado de mis hijos. También presido Profesionales por la Ética y la plataforma Women of the World. Además, he escrito un libro (Mi historia y once más, Ed. Áltera) y tengo un blog y una cuesta de Instagram (@mihistoriayoncemas) con el mismo nombre. [https://mihistoriayoncemas.wordpress.com/home/] Reivindico la esencia de lo femenino y lo masculino (diferentes, gracias a Dios) en su complementariedad.