El 8 de marzo yo no paro

    Es ahí, en la familia, en donde la cuota es fundamental, y, por mucho que les duela a tantas, imprescindible desde el punto de vista biológico, pero también afectivo. Sí, un niño necesita a un hombre y una mujer más que una empresa.

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    Cartel de la huelga feminista convocada para el 8 de marzo de 2018.
    Cartel de la huelga feminista convocada para el 8 de marzo de 2018.

    El 8 de marzo yo no paro. Porque no puedo y porque no quiero. Porque si paro, mis hijos echarán en falta mis caricias, mis besos por la mañana para despertarlos, mis “os quiero mucho, que tengáis buen día”, al despedirlos por la mañana, mis recogidas y saludos a la puerta del cole, mis pequeñas o grandes ayudas con los deberes, mis charlas en la cena, o mis “apagad la luz, que es tarde”.

    Porque si paro, mi marido se quedará sin mis “broncas”, pero también sin mis caricias y sin mis wasaps para recordarle los encargos del día. Se quedará sin la voz de una mujer que muchas veces le dedica menos tiempo que al resto pero que cada día pretende que sea nuevo para él y para todos.

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    No paro porque los niños que necesite que los vea en mi consulta se quedarán sin mi atención, y yo me quedaré sin verlos. No paro porque mis amigas, las que están enfermas y las que no, se quedarán sin mis mensajes de ánimo, o sin mis reenvíos de temas que me parecen interesantes. No paro porque mi padre y se quedará sin mi llamada de todos los días y los hermanos que puedan necesitarme no me encontrarán a su disposición.

    «Cuando alguien se va a operar, por ejemplo, no mira primero a los cirujanos para ver si hay el mismo número de hombres que de mujeres, sino que lo que desea es que quien le opere lo haga bien. Así es como debe ser»

    Muchos pensarán que soy una pretenciosa, y que todos los que me rodean podrán vivir perfectamente sin mí y sin todo lo que ello supone. Yo también lo creo, todos somos prescindibles. Pero el hecho de que puedan sobrevivir un día sin mí no significa que deban hacerlo. No quiero hacerlo, no quiero negarles a mi familia y a la sociedad en la que vivo lo poco que pueda aportarles cada día.

    No quiero que valoren lo que valgo a costa de negarles lo que hago, porque tarde o temprano lo acabarían haciendo sin mí. Quiero demostrarles lo que soy en positivo, haciendo, diciendo, amando, “estando”. Dejar de hacer y ofrecer todo lo grande que puede haber en mí como mujer, aunque sea por un día, decir “chincha, hoy no respiro”,  para que los otros me valoren supone en el fondo asumir que si no es así nadie me valorará. Y no creo que sea el camino correcto.

    «El 8 de marzo no pararé, porque nunca vi parar a mi madre, una mujer que, teniendo ya cuatro hijos, estudió su segunda carrera mientras trabajaba fuera y dentro de casa a la vez»

    Como tampoco lo es el que exigir que en todos los puestos de trabajo tenga que haber una mujer sólo por el hecho de serlo. Eso nos desprestigia y nos infravalora, además de que sería injusto y discriminatorio que el sexo sea un factor decisivo a la hora de elegir a un trabajador, más aún ahora en la que todo el tema del género está tan alborotado. No me importa ver un despacho lleno de hombres, como no me importa verlo lleno de mujeres. Cuando alguien se va a operar, por ejemplo, no mira primero a los cirujanos para ver si hay el mismo número de hombres que de mujeres, sino que lo que desea es que quien le opere lo haga bien. Así es como debe ser.

    Es cierto que el hombre y la mujer se complementan, y en ese sentido sería bueno que todos pudiéramos trabajar codo con codo en nuestras empresas, empezando por la más importante de ellas, que es la familia. Es ahí, en la familia, en donde la cuota es fundamental, y, por mucho que les duela a tantas, imprescindible desde el punto de vista biológico, pero también afectivo. Sí, un niño necesita a un hombre y una mujer más que una empresa.

    Un niño necesita a un padre y una madre, por mucho que hoy se intente negar esa realidad. Los niños necesitan padres y madres que no paren, necesitan una cuota en sus vidas para poder crecer en plenitud. Ojalá las mujeres que el día ocho de marzo van salgan a la calle reconozcan también esta realidad, y no se empeñen en pedir para ellas una cuota que niegan a muchos niños que nacen ya mutilados en su derecho a  tener un padre y una madre. Considero una hipocresía reclamar una cuota en el ámbito laboral y no en el familiar.

    El 8 de marzo no pararé, porque nunca vi parar a mi madre, una mujer que, teniendo ya cuatro hijos, estudió su segunda carrera mientras trabajaba fuera y dentro de casa a la vez, asumiendo además el cuidado de sus padres cuando ellos lo necesitaron. La recuerdo cocinando muy temprano por la mañana para dejarnos la comida hecha cada día, mientras nuestro padre se encargaba de nosotros al mediodía. Aquello sí era un trabajo en común.

    Nunca la vi parar. Nunca quiso parar, y nunca se quejó, porque creía en lo que hacía. Es gracias a mujeres como ellas y a su ejemplo por lo que estoy convencida de que no es necesario parar para poner en valor lo que somos y lo que hacemos. Por todo esto el día 8 de marzo la recordaré y le brindaré mi pequeño homenaje haciendo lo que con orgullo hago a  diario: ser mujer.

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    Doctora en Medicina especialista en Pediatría. He trabajado en proyectos de cooperación al desarrollo en Sudamérica y África. Exportavoz de Derecho a Vivir y diputada regional en Madrid por Vox desde 2019. Tengo la gran suerte de conocer una gran verdad científica: aquel que aparece en el mismo momento de la concepción es un ser vivo de la especie humana. Nuevo, diferente, único. No habrá otro igual a él sobre la faz de la Tierra. He dedicado parte de mi vida a proclamar esta verdad y a defender el derecho a la vida de cada uno de estos seres humanos.Es fácil. Me asiste la verdad y la certeza de que esta causa triunfará. Por eso estoy aquí.