Escribo estas líneas para contar mi testimonio respecto al acompañamiento en la sanación de heridas. En mi caso, solicité ayuda al Centro de Orientación Familiar [del Obispado de Alcalá de Henares] por PMS (Proyección hacia el Mismo Sexo). Tengo que matizar que hablo de PMS porque considero que no hay nada innato en mi homosexualidad, sino que es una proyección en otros varones de las características masculinas que creo tener déficit y que quiero poseer.
A modo de resumen: soy el único varón dentro de una familia de muchas hermanas. Cuando yo era muy pequeño perdí a mi padre. Conociendo estos dos detalles de mi vida ya se podía saber en qué iba a desembocar mi vida: tener PMS.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEs cierto, que, a parte de estos aspectos, ha habido otros muchos de gran influencia, pero me gusta ver reflejado en mi vida lo obvio que es que la PMS no nace sino que se hace. Antes de que se formara en mí la PMS, me consta a ciencia cierta que mucha gente de mi alrededor se lo imaginaba por estos dos detalles. Incluso cuando la gente conoce estas dos características de mi vida lo primero que hacen es preguntarme si no he desarrollado PMS con esa situación (aunque luego sean ultradefensores de que la PMS se nace y que no es dependiente de factores externos por lo que se desarrolle; pero previamente me lo cuestionan, porque en el fondo la gente sabe que la PMS es fruto de heridas).
Sin padre y con rechazo a las mujeres
El factor principal es que de pequeño perdí la figura de referencia masculina de mi vida: mi padre. Me hallé rodeado de una familia donde predomina en todo momento el sexo femenino y donde las figuras masculinas en las que me podía haber identificado no estaban presentes. La figura paterna es la que me debía enseñar cómo vivir la masculinidad innata que llevo dentro (es decir, sentirme varón), pero yo carecí de este apoyo, sobrepasándome las situaciones en las que debía relacionarme como varón. Me sabía varón, pero me sentía inferior a todos ellos, tenía mucho complejo de inferioridad respecto al resto de varones, a mis compañeros, amigos, tíos, estar en una intimidad con ellos me superaba.
«No logré relacionarme de manera sana con mi grupo de pares de chicos, no logré figuras de referencia, no logré sentirme identificado como varón»
A parte de estos aspectos, fue necesario que se dieran otras circunstancias para fomentar esta PMS, como fueron: poseer una gran sensibilidad, no en exceso, pero si lo suficiente para reflexionar sobre mi vida y que las cosas me afectarán más. No digo que la sensibilidad sea mala, al revés, es un don si la orientas bien, pero en mi caso la orienté para victimizar sintiéndome inferior a todos los demás varones; entorno escolar y urbano con pocos niños varones de mi edad; que me pusieran en la clase de los repetidores y yo fuera de los pocos alumnos varones no repetidores, etc.
Todo esto me alejaba del mundo varonil, me hacía querer entrar en él, por el sentimiento innato de pertenecer a mis semejantes, pero estas situaciones eran barreras que me alejaban. No logré relacionarme de manera sana con mi grupo de pares de chicos, no logré figuras de referencia, no logré sentirme identificado como varón. Lo que si logré es sentirme diferente, sentirme aislado y con deseos de pertenecer a ese mundo del cual era totalmente ausente. El mundo masculino era completamente desconocido, tenía un complejo de inferioridad respecto a los varones que me bloqueaba.
«Mi experiencia de niño era que una mujer no me podía hacer feliz. Veía que la convivencia había sido horrible y por lo tanto había rechazado vivir con cualquier mujer»
Por otro lado, las referencias que tenía eran mis hermanas que eran mi modelo a imitar, con el que aprendí a relacionarme. A su vez, se suma que mis hermanas tienen sus heridas afectivas de gran profundidad, sobre las cuales no me corresponde a mí hablar, pero sí puedo añadir que yo sufría muchísimo por sus heridas, pues tuvieron adolescencias duras. Esto me ha producido un rechazo hacia las mujeres, ya que mi experiencia de niño era que una mujer no me podía hacer feliz. Veía que la convivencia había sido horrible y por lo tanto había rechazado vivir con cualquier mujer. Recuerdo que de niño me atraían las mujeres, pero que a medida que las heridas de mis hermanas afloraban yo iba teniendo aversión a las mujeres y rechazándolas.
Todo ello produjo un rechazo hacia las mujeres (pues me habían hecho sufrir) y una necesidad de pertenecer al mundo de los varones (por sentir ese mundo ausente y desconocido). El resultado de esta suma tan desastrosa fue la PMS.
Lo que buscaba era pertenecer al mundo varonil, a mí mundo, buscaba el anhelo de una figura masculina que pusiera un poco de orden a mi vida, debido a que la convivencia con mujeres me consumía y siempre achaqué que era la falta de mi padre lo que nos producía ese malestar. La falta de un varón. Sentía que estar cerca de un varón era la forma de salir de ese tormento. Y como no lo conseguía porque no había varones en mi hogar el anhelo se convirtió en erotización. Cuando erotizas te conviertes en alguien. De esta manera era alguien, pues inunda la idea de que si consiguiera que se fijaran en mí sería alguien y podría tapar ese vacío existencial.
Lo más irónico de todo este rollo que estoy contando es que lo menos importante de mi vida es la PMS, a pesar de que es un gran sufrimiento que he cargado durante mucho tiempo. Me explico: el problema es que he desarrollado una herida psicoafectiva, fruto de no sentirte amado. Toda esta ausencia del mundo varonil, todo este sufrimiento en mi casa a causa de mis hermanas, todo el complejo de inferioridad como varón, y otras muchas cosas más, han causado que yo me sintiese inferior y lleno de complejos. Acabé ensimismándome y ocultándome en un rostro de niño bueno buscando el cariño, pero en el fondo era incapaz de Amar.
Con lo que al no sentirme amado ni poder amar, solo he saboreado la amargura. No alcanzaba la felicidad a pesar de cumplir metas u objetivos que me planteaba.
Gracias a este acompañamiento de la sanación de las heridas descubrí toda esta herida que llevaba dentro, que tanto daño me ha hecho y que nunca he sabido identificar. He aprendido de qué se compone una persona, su antropología, y claro está, al descubrir esto descubres que el origen es que somos creados por Dios para el Amor.
Este acompañamiento poco a poco me delataba en cuáles son las facultades que me faltan para Amar. Las principales era darme cuenta de las heridas psicoafectivas que tengo tan profundas, e intentar sanarlas para poder Amar. El primero, perdonarme a mí mismo, a mis hermanas y a todos aquellos que han podido hacerme daño. Veo como mi vida ha cambiado, como he podido Amar al otro. Me he sentido amado, y como las personas por las que no me he sentido amado es porque tienen sus heridas psicoafectivas que les impiden Amar. He visto que mis hermanas me aman, aunque a veces les cueste demostrarlo. Y cuando comprendo todo esto, mi PMS disminuye, pues desaparece la necesidad de proyectarme en otros varones. Este acompañamiento va impulsado a favorecer una maduración integral, que me ha ayudado a poder vivir en solidaridad y comunión.
He podido madurar mi masculinidad, (entendiendo masculinidad como “la forma en la que se relaciona un varón en todas sus dimensiones”, no como el prototipo de virilidad). Hoy puedo hablar con un varón sin acomplejarme, y esto produce que no quiera dominarle yo a él, erradicando mis proyecciones hacia ellos. He podido contemplar esas heridas que me destruían. He aprendido cuales son las dimensiones del amor, pudiendo diferenciar entre amor, pasión, admiración, placer, comodidad… He podido aprender que un verdadero amor es el que se dona al otro libremente, sin dependencias. Que es el amor donde está la plenitud de la vida. He podido trabajar mi autoestima, mi corporalidad que tanto he rechazado, mi relación con los demás y conmigo mismo, mis egoísmos, mis dependencias afectivas. Todo ello me impulsa a una Libertad, el poseerme a mí mismo para poder entregarme al servicio de los demás en una vida de solidaridad y comunión.
Hoy puedo relacionarme con otros varones sanamente, sin idealizarles. Hoy he aprendido a mentalizar y no victimizar en mi vida. He aprendido a salir de mí y a no creerme el ombligo del mundo, he aprendido a cuidar mi afecto para poder vivirlo en plenitud sin dependencias. He aprendido a amar a una mujer. Puedo decir que soy feliz gracias a poder sanar mis heridas, que es una alegría poder ser libre, pues la PMS es solo un síntoma de que algo va mal.
Hay una canción que me da vueltas en la cabeza, pues refleja muy bien en mi vida lo que es dejarse llevar por la PMS o por tantas maneras de buscar la vida en otras cosas. Sus autores, hablan del verbo «cantar» y dice: “Al cantar, me puedo olvidar de todos los malos momentos, convertir en virtud desterrar la vulgaridad aunque solo sea un momento y sentir que no estamos muertos, no es placer, es necesidad”.
Si cambias la palabra «cantar» por «PMS» la canción refleja muy bien lo que he sentido durante años. Perder la vida en cosas que lo único que me hacían era olvidar esas heridas. La PMS es eso, una búsqueda de necesidad, de sentir que no estás muerto. No es placer, es una necesidad que no produce satisfacción, ya que la herida que se manifiesta en ella sigue abierta y es un intento de apagar esa sed de idealizar varones. Necesidad de no sentirme muerto, no por placer.
Es importante saber de las existencias de esas heridas, ya no solo en la PMS, sino en un montón de falsos rostros que ocultan un sufrimiento interno más profundo, que es lo que las produce.
Por eso escribo esta carta, para dar testimonio del sufrimiento que hay detrás de la PMS. No puedes imaginar lo que sufro cuando veo a niños que manifiestan PMS, sufro porque si tienen PMS es por causa de un sufrimiento más profundo en el que nadie les está apoyando, han vivido en soledad sus heridas psicoafectivas.
Este acompañamiento es para la sanación de heridas; no es una terapia de Aversión como la nombran, al revés, pues yo lo que busco es poder Amar, pues he tenido aversión a las mujeres, y poco a poco voy pudiéndolas Amar. A su vez, quiero dejar de mirar a los varones con miradas posesivas, de envidia y de dominio, para poder tener con ellos una mirada pura y limpia, de acogida fraterna.
La Ideología de Género es un engaño. Y lo preocupante es que la gente denuncie estos acompañamientos sin plantearse que tanta gente que manifiesta PMS es por ser síntoma de heridas psicoafectivas previas que le producen un sufrimiento atroz. Es denigrante que haya un niño con PMS y nadie se plantee el origen, porque es mejor dejarse llevar por el totalitarismo de la Ideología de Género, ¿Cuándo empezaron a dejar de importar las personas? ¿Cuándo se empezó a mirar a otro lado ante el sufrimiento y taparse los oídos ante testimonios en los que se evidencia que la PMS es fruto de un sufrimiento? ¿Qué pasa para que nos dé igual el sufrimiento de los demás?
¡Gracias a este acompañamiento he podido tener la suerte de conocer mis heridas, de conocer la carencia del Amor en mi vida para de este modo se me brinde la oportunidad de poder Amar verdaderamente!
Yo no obligo a nadie a cambiar, pues está en su derecho de no hacer nada para sanar. Pero YO accedo LIBREMENTE a SANAR MIS HERIDAS. Tengo el DERECHO a SANAR ESTAS HERIDAS, DERECHO a la VERDAD. DERECHO a poder AMAR a una MUJER y ninguna Ley puede impedírmelo.
Agradezco mucho a Mons. D. Reig Plá por haber sido valiente y demostrar el conocimiento que tiene sobre las heridas afectivas. Por ser valiente porque no le importa la crítica y humillación si eso supone que a uno solo de nosotros puede ayudarnos. Gracias a los COF por acoger a tanta gente herida que no ha recibido apoyo nunca.
La paz.
Daniel, 28 años.
* Testimonio recogido por Es posible la Esperanza en apoyo del obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, que mantiene un servicio de acompañamiento a personas con Proyección hacia personas del Mismo Sexo (PMS).