Esta es la historia de Bruno, un niño que nació en un momento ideal para sus padres, la pareja perfecta. Recién casados, bien situados económicamente, él era muy detallista con ella y siempre la hacía reír. Ella era la mujer que todo hombre deseaba. Bruno era el primogénito, un niño muy querido, no le faltaba nada. Mas bien, le sobraban muchas cosas.
Pero pronto, al poco tiempo, el padre de Bruno perdió su trabajo y la relación matrimonial perfecta dejó al descubierto el gran vacío que se ocultaba. La situación económica hizo que su matrimonio diera un giro de 360 grados, y ahora ella comenzó a ser totalmente anulada por él. Solo valía para servirle, no había cariño entre ellos. Él se preocupaba de traer dinero a casa, y ella, de mantenerla.
¿Pero dónde quedaba Bruno? El padre de Bruno se distanció totalmente de él, llegaba cansado y ya no le prestaba atención. Su madre lo atendía y le daba todos los cuidados. Bruno comenzó a tener miedo de su padre, ya que solo lo veía gritarle a su madre, la que siempre le daba cariño. Bruno con solo 3-4 años rechazó a su padre, y con él, rechazó a toda la esfera masculina.
En el colegio, Bruno era incapaz de hacer deportes con el resto de chicos, pasaba la mayoría del tiempo con niñas, aunque él deseaba jugar al fútbol, pero tenía miedo a hacer el ridículo. En casa le gustaba ponerse la ropa de su madre a escondidas, o jugar con las muñecas de sus primas… aunque miraba por la ventana y cuando veía al resto de chicos jugar, le encantaba, quería jugar con ellos. El padre de Bruno casi no hablaba con él, solo cuando discutían. Bruno lo odiaba.
Al llegar a la adolescencia, Bruno era un chico afeminado, incapaz de relacionarse con otros chicos con normalidad. Él aun no era muy consciente de todo lo que se le venía encima hasta llegar al instituto, cuando le empezaron a etiquetar. Él siempre quiso tener novia a pesar de toda su forma de actuar, siempre quiso ser un chico normal como los demás.
Cuando por primera vez le dijeron «maricón», Bruno abrió los ojos. Él no quería ser eso, lo rechazaba, él no quería ser así. Bruno cambió drásticamente su forma de actuar y dejó de ser afeminado, comenzó a tener novias, y comenzó su doble vida…porque todo esto tuvo mucho trasfondo para él.
Bruno continuó viviendo una gran mentira. No obstante, él nunca quiso salir del armario, él nunca se aceptó así
Bruno no sabía lo que le pasaba, no sabía porque le atraían otros chicos. Nadie lo sabe. Pero es sencillo. Bruno rechazó a su padre y con él a lo masculino, se apegó a su madre y fue absorbido emocionalmente por ella. Bruno, al igual que todos, tenía el deseo sano de relacionarse con otros chicos, pero no sabía cómo hacerlo, lo necesitaba, pero se veía incapaz. Por tanto, ese deseo de relación lo transformaba en erotismo, no era más que un deseo desordenado, impotente.
A pesar de que Bruno cambió su forma de ser y comenzó a tener novias, no pudo evitar estar expuesto a la pornografía. Este deseo fue a más, cada vez fue más intenso, hasta que comenzó a tener relaciones a escondidas con otros chicos que conocía a través de la red. Esta situación se prolongó tanto en el tiempo que duró años, en los que Bruno continuó viviendo una gran mentira. No obstante, él nunca quiso salir del armario, él nunca se aceptó así.
Bruno era el chico perfecto, estudioso, trabajador, servicial, masculino, y sin embargo, cuando se quedaba solo, estaba roto por dentro, y se encontraba con una gran adicción a la pornografía, y a las relaciones sexuales anónimas.
Bruno nunca le había contado a nadie su historia, hasta que un día necesitó hablar. Fue un sacerdote el que le dio la respuesta que nunca se iba a imaginar. «Tú no eres así, todos somos muñecos rotos». Este sacerdote lo dirigió hacia un itinerario de maduración integral de la personalidad, hacia una vida de comunión y solidaridad, de donación a los demás.
¿Se está discriminando a Bruno si no se le da la libertad, como a cualquier otra persona, de encontrar su identidad?
Bruno estaba confundido al principio, pero poco a poco fue entendiendo todo lo que le ocurría. Conoció a muchas otras personas que hoy son sus hermanos y que se encuentran en su misma situación, que son su apoyo en el día a día. Bruno desde el principio fue acompañado en todo este proceso de sanación de sus heridas, las cuales, muchas de ellas han ido desapareciendo. Ha sido capaz de perdonar a su padre, de abrazarlo, de volver a amarlo, de recuperar la relación rota.
Bruno se está dando cuenta, que a medida que se trabaja este itinerario de maduración, la PMS (Proyección hacia el Mismo Sexo) va desapareciendo de una forma increíble. Ahora Bruno comienza a ser feliz, por fin, después de tantos años roto por dentro, en doble vida, su vida se unifica y encuentra su verdadera identidad.
¿Quién tiene derecho de decirle a Bruno que no sea feliz de esta manera?
¿Se está discriminando a Bruno si no se le da la libertad, como a cualquier otra persona, de encontrar su identidad?
Hoy día, puedes cambiar de genero las veces que quieras, puedes levantarte un día siendo hombre y por la tarde sentirte mujer, pero, sin embargo, si Bruno encuentra el motivo y su razón de ser sanando sus heridas para encontrar su verdadera identidad, se trata de un absoluta ilegalidad. No es justo.
Si se exige libertad e igualdad para todos, seamos coherentes.
Yo soy Bruno y esta es mi historia. Soy de Sevilla y tengo 28 años. No soy una víctima, soy feliz y me siento bendecido de haber encontrado este itinerario de maduración. Esto no será noticia, porque la verdad se esconde.
Y por supuesto, mi más profundo respeto y apoyo a todas las personas que luchan cada día por la verdad, dentro y fuera de la Iglesia. En especial a monseñor D. Juan Antonio, Obispo de Alcalá, con el COF de este Obispado, y por supuesto, con B.V.
* Testimonio recogido por Es posible la Esperanza en apoyo del obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, que mantiene un servicio de acompañamiento a personas con Proyección hacia personas del Mismo Sexo (PMS).
Comentarios
Comentarios