Tengo 30 años y soy de España. He visto que pedís que os escribamos nuestra experiencia los que hemos conocido lo que se expone en el artículo [de eldiario.es]. Aquí os comparto la mía.
Desde pequeño me gustaban las chicas. A los 16 empecé a sentirme atraído por otros varones que tenían determinados patrones a la vez que empecé a notar que la atracción hacia las chicas disminuía, hasta desaparecer. Ya pasados los 20 creía que no necesitaba ayuda, que esos sentimientos se irían algún día tal y como vinieron.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraApareció en mi vida Es Posible La Esperanza, empecé a comprobar que mi sufrimiento estaba reflejado en los libros y artículos escritos por los profesionales que sí se han tomado en serio el estudio de la homosexualidad (o más propiamente hablando, PMS [Proyección hacia personas del Mismo Sexo]). Lo que más me sorprendió es que no se trataba de ninguna “terapia”, que la PMS no tenía que ser “tratada” porque no era una “enfermedad”, y que el itinerario que seguí era más un camino de conocimiento propio y de mi vida (mejora de mis relaciones sociales, liberación de la culpa y la vergüenza, ganar en seguridad personal, etc.) que un proceso monotemático centrado en la PMS (algo totalmente secundario, que si se le daba importancia, era en un 10% de las ocasiones, y creo que menos…).
Yo recibí esa ayuda porque libre y responsablemente así lo quise, y esa ayuda fue en todos los aspectos de mi vida. A los pocos meses, ya empecé a comprobar que la atracción a las chicas empezaba a regresar y la proyección hacia los chicos disminuía a la par que yo me sentía más seguro en mí mismo, más integrado en mi realidad y en mi sexo. ¡¡La atracción hacia las chicas volvió, he vuelto a enamorarme de alguna chica y qué diferente es a los enganches emocionales que vivía con la PMS!! RECUPERÉ LA FELICIDAD.
«Nunca me he sentido más amado y comprendido que por las personas que he conocido a lo largo de este camino, entre ellos, B.V. y el Obispo de Alcalá»
Las relaciones amorosas que viví con otros hombres no hicieron más que consumirme emocional e incluso físicamente (hasta el punto de perder toda la grasa y quedarme como demacrado), aunque yo pensaba que era “amor” (y que, por lo tanto, no podía ser malo).
Sin embargo, no supe lo que es el “amor” hasta que no salí de la PMS. Ahora comprendo en primera persona la enorme diferencia entre vivir una proyección y vivir el amor verdadero, que se extiende no sólo en la relación con una mujer, sino que lo noto en todas mis relaciones con el mundo, mi familia, los amigos, etc.… Creía que no necesitaba ayuda ninguna, y hasta que no salí del hoyo, no sabía que en realidad estaba viviendo un auténtico infierno con el que me estaba conformando… ¡hubiera quedado toda mi vida ahí, pues la PMS no se hubiera ido nunca por sí sola, como yo esperaba que sucediera!
Por cierto, nunca me he sentido más amado y comprendido que por las personas que he conocido a lo largo de este camino, entre ellos, B.V. y el Obispo de Alcalá. Repito, no he encontrado más amor y comprensión en ninguna otra parte. Anteriormente, otras personas pasaron de mi sufrimiento o no se lo tomaron en serio, y eso no me ayudó. Otras personas me dijeron que lo que tenía que hacer es vivir toda la vida como homosexual, y eso no me ayudó. Lo único que me ayudó fue que me dijeran la verdad, y que me dieran la oportunidad de no tener que vivir toda la vida dominado por la PMS.
¿Hubiera podido vivir todo esto si la ley lo hubiera impedido? ¿Debo aplaudir que una persona que libremente quiere salir de la PMS no pueda hacerlo porque la ley prohíbe ser ayudado? ¿No tengo derecho a superar las heridas emocionales que se manifestaron, entre otras cosas, en la PMS y madurar de manera integral, también en mi sexualidad?
Atentamente, una persona que por terrorismo psicológico no se atreve a poner su nombre.
* Testimonio recogido por Es posible la Esperanza en apoyo del obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, que mantiene un servicio de acompañamiento a personas con Proyección hacia personas del Mismo Sexo (PMS).