Apoyo a Reig Pla / «Soy hombre y estoy llamado a ser masculino»

    "Todo el recorrido que he hecho hasta ahora ha sido de forma libre, porque yo he querido. Nunca se me ha obligado a nada". "Por eso, pido a la sociedad que no me imponga lo que quiero ser o conseguir. Tengo el derecho fundamental a conocerme, saber quién soy y elegir quién quiero llegar a ser".

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    Un hombre se quita la máscara LGTBI / Actuall
    Un hombre se quita la máscara LGTBI / Actuall

    Soy un joven español de 25 años que con aproximadamente 12 años empezó a sentir Proyección hacia el Mismo Sexo (PMS). Nunca estuve de acuerdo con estos sentimientos. No los quería en mi vida. Me hacían sufrir muchísimo. Y, además, yo intuía que aquello no era para mí.

    Con 17 años encontré una voz en el desierto: podía descubrir el porqué de esos sentimientos y elegir que quería. Yo he aspirado siempre a amar una mujer y expresar eso con hijos.

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    Desde entonces, me puse en camino libremente. Lo primero, conocerme. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué tenía esos sentimientos? Me negaba a pensar que fueran por factores genéticos o biológicos. Yo no estaba determinado.

    Mediante el autoconocimiento pude comprobar que tenía diversas heridas: complejo de inferioridad (es decir, me despreciaba a mi mismo, comparándome continuamente), adicción a la pornografía y al sexo (cuando digo adicción, me refiero a algo serio), Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), miedo a la relación con mis iguales y miedo a la relación con las mujeres.

    Pude descubrir qué elementos en mi historia habían favorecido estas heridas: mala relación con mi padre y mala relación con mi madre, por ejemplo. Cuando digo mala no digo que sea inexistente. Mala significa no sana. Había dependencia emocional y miedo. No había confianza entre mi padre o mi madre y yo.

    También me hizo mucho daño el bullying que sufrí en el colegio. Sí, me insultaron. En alguna ocasión me pegaron. Y todo por ser un chico sensible, que no jugaba al futbol y leía libros en el descanso. Este hecho me llevó a la conclusión de que jamás iba a ser respetado por un hombre. Y menos por un igual. Ahí se empezó a instaurar ese miedo a otros hombres.

    «Aprendí que era yo quién tenía la percepción equivocada y empecé a trabajar la relación con mi padre, con mi madre y con otros hombres de una manera sana»

    De esto, saqué una conclusión: no me sentía digno de amor. No sentía el amor de mis padres, que, sin duda, me quieren muchísimo. Mis padres no se enteraron de mi PMS hasta hace poco. No crea usted que me odiaban porque pensaran que yo era gay y por eso yo sentía su rechazo. No, nada que ver. Tampoco sentía el amor o el respeto de mis iguales, de los chicos de mi edad.

    Como no me sentía digno de amor, me despreciaba, me hacía daño a mí mismo. ¡Cuánto he sufrido por eso! Incluso cuando, en algunos momentos determinados, pensé que podía llegar a ser feliz con otro hombre y lo intenté (insisto que en varias ocasiones), la relación siempre fue tóxica. Siempre me buscaba a mí mismo y terminaba haciéndome y haciendo daño.

    Como tenía miedo a la relación con otros hombres y no me sentía lo suficientemente hombre, mi corazón los deseaba. Yo quería su cariño, su aceptación, su respeto. Insisto, no porque fuese gay y me despreciaran por eso, sino por no jugar al futbol o no beber cerveza. En fin, de ahí venía la masturbación descontrolada, el consumo excesivo de pornografía, las relaciones sexuales con otros hombres, etc. Este tipo de relación, a través de una pantalla o mediante el sexo, jamás surtieron el efecto deseado: sentirme un hombre completo y relacionarme con un hombre como mi corazón ansiaba.

    «Para mi todo cambió cuando me sentí amado incondicionalmente por Dios. Eso fue maravilloso»

    Después de estas experiencias, aprendí que era yo quién tenía la percepción equivocada y empecé a trabajar la relación con mi padre, con mi madre y con otros hombres de una manera sana. Mediante el deporte, por ejemplo, pude comprender la sencillez de la relación entre hombres. Gracias al regalo de tener varias amigas buenísimas, pude empezar a vislumbrar un ápice de lo que es la relación con una mujer. El odio de tantos años a mi madre había provocado un alejamiento de mi con todo lo que tuviera que ver con relacionarse con mujeres.

    Y en esas estamos. Ahora soy capaz de relacionarme con hombres sin sexualizar la relación. Me gustan las chicas y aspiro a tener novia y casarme. Lo cierto es que soy bastante torpe e inseguro en cuanto a ligar, a conquistar, y todavía me echo para atrás cuando una chica me dice que le gusto, porque no me acabo de creer que una mujer es capaz de amarme tal y como soy. Quedarme solo con esos dos datos sería un reduccionismo antropológico: también puedo afirmar que soy feliz.

    Sin duda alguna y a modo de comentario, me gustaría recalcar que para mi todo cambió cuando me sentí amado incondicionalmente por Dios. Eso fue maravilloso. Por fin sentí, experimenté, que alguien me amaba tal y como era. Todo ha sido gracias a Él.

    La PMS no define mi ser. Soy hombre y estoy llamado a ser masculino, es decir, a ser padre y esposo, ya sea en lo físico o en lo espiritual. Tampoco tiene raíces biológicas o genéticas. La PMS es la consecuencia de unas heridas emocionales y de relación. Estoy llamado, por ello, a darme por completo en esa paternidad y en esa esponsalidad. He conocido el amor de donación, el amor de comunión, el amor de solidaridad.

    Agradezco a Dios y a su Iglesia por la Historia de Salvación que hacen conmigo. Siempre he visto respetada mi libertad y siempre he sido acogido en el seno de la Iglesia, sin importar la situación en la que me encontrara.

    Por eso, muestro todo mi apoyo a monseñor Reig Plá, a B.V. y a todos los Centros de Orientación Familiar y grupos de apoyo que ayudan a personas con PMS a encontrar la felicidad. Y no solo mi apoyo, también mi agradecimiento más profundo.

    Todo el recorrido que he hecho hasta ahora ha sido de forma libre, porque yo he querido. Nunca se me ha obligado a nada, incluso cuando me negaba a creer que alguien podía quererme y me degradaba. Siempre se me ha respetado, se me ha acogido y se me ha acompañado.

    Por eso, pido a la sociedad que no me imponga lo que quiero ser o conseguir. Tengo el derecho fundamental a conocerme, saber quién soy y elegir quién quiero llegar a ser. Nadie me debería impedir eso.
    Este es mi testimonio. Estoy seguro de que cualquier persona, da igual la edad, que lea estas palabras con inquietud, con ganas de escuchar la verdad, se sentirá conmovido y empatizará con lo que digo.
    Fdo.: Pablo

    * Testimonio recogido por Es posible la Esperanza en apoyo del obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, que mantiene un servicio de acompañamiento a personas con Proyección hacia personas del Mismo Sexo (PMS).

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