Hay que reconocer que, al margen del enorme disgusto que causa ver el gobierno de tu patria en manos de una banda de amorales cuyas actividades oscilan entre el delito ético y el delito penal, lo cierto es que estamos viviendo unos momentos memorables cuando cada uno de los ministros nos amenizan los noticiarios con algunas de esas habilidades y virtudes que les adornan. Titulaciones adquiridas fraudulentamente, declaraciones contradictorias, mentiras evidentes, incapacidades manifiestas, jetas de amianto… nos despiertan cada mañana y nos adormecen cada noche. “Ojalá te toque vivir tiempos interesantes”, decía la maldición china. Anda que no saben latín los chinos.
Hoy le toca lucir capacidades en escena a Dolores Delgado. Como en el caso de la exministra Montón y su inefable máster de género, me veo con la posibilidad de aprender, de nuevo, de estas grandes defensoras de las mujeres. Y, si me esfuerzo, incluso dejar de lado esa merecidísima fama de machista homófoba y racista que me ha caído cual maldición china de nuevo cuño: ojalá los tolerantes y los políticos demócratas conozcan tu nombre. Sí, también soy racista: aquí cuando se colocan packs de etiquetas, éstas vienen como las cerezas, entrelazadas. Y te cae un máster de polifóbica sin asistir ni a clase.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraFama justificadísima la mía que no necesita prueba alguna (lo debo llevar impreso en el rostro), que me persigue por doquier y por la que soy censurada preventivamente por si digo algo… Algo… yo que sé… algo muy, muy, muy delictivo. Mucho más que disfrutar de una plaza pública con un título falso, por ejemplo. A veces pienso que debo agradecer a todos estos censuradores adivinos que me impidan delinquir a fin de que no dé con mis huesos en la cárcel. No cabe duda de que lo hacen por mi bien. Como la madre que quita los cuchillos de la mesa para que los niños irresponsables no se hieran.
En fin, no quiero irme por los cerros de Úbeda. Decía que con estas ministras harto feministas se puede aprender y mucho. Analicemos con afán didáctico cuántos comportamientos ejemplares de Dolores Delgado, ministra de Justicia si nadie lo remedia, pueden hacernos personas respetuosas y tolerantes. Dejemos de lado algo tan irrelevante (modo ironía) como su amistad con gente inconveniente y que lo negara mintiendo tres veces como hizo Pedro antes de que cantara el gallo. Vamos al aprendizaje que nos ocupa.
«La sororidad, esa hermandad entre feministas es un pacto de orcos entre retorcidas y turbias»
Doña Dolores, feminista como toda mujer del PSOE con relevancia (las cuotas ayudan, que la mediocre que no llora, no mama) considera adecuado llamar maricón al homosexual. Ahora comprendo que mi fama de homófoba proviene del uso de los apelativos ofensivos de homosexual y gay, en la absurda creencia de que los propusieron ellos para evitar el, hasta entonces, denigrante “maricón”. Mal, Alicia, mal, so homófoba. La ministra feminista dixit que Marlaska no es un homosexual, como hubieras dicho tú: es un maricón.
Sigamos con esta autocrítica marxista que, no cabe duda, me hará mejor persona. Yo, en mi machismo recalcitrante, siempre he pensado que las mujeres valemos mucho y que no necesitamos privilegios: con unas leyes que nos permitan los mismos derechos a todos los ciudadanos, hombres y mujeres, nos vale para tener nuestro sitio en la sociedad. Y creo que tenemos un extraordinario potencial. Vamos, que me fío de nosotras, aunque tengo harta prevención con las que, abducidas y victimistas, se reconocen inferiores y exigen ayudas por su incapacidad por sexo. Pues mal, Alicia, muy mal. Una buena feminista no se fía de sus congéneres y prefiere a los hombres, que “son claros y se les ve venir”. La sororidad, esa hermandad entre feministas es un pacto de orcos entre retorcidas y turbias. “Pacta, pero no te fíes ni un pelo, prefiere a los hombres” es la enseñanza de la defensora de las mujeres.
Sigamos, que de esta salimos cum laude, pero del de verdad. A una feminista no le tienen que gustar las nenazas. Hay que perseguir la masculinidad, pero ¡ay!… donde este un malote que se quite un pagafantas. Vaya, pues ahí no andaba yo mal encaminada. A mí también me gustan los hombres varoniles y con esas características masculinas que hacen el juego entre sexos mucho más divertido que con hombres ratón, hombres atemorizados a los que se les han cortado, injusta y salvajemente, sus atributos psicológicos como las alas a una paloma.
«Cada privilegio del que disfruto se me clava como una espina porque surge de un derecho que se ha arrebatado a mis hijos, a mi marido, a mis hermanos y a mis amigos»
Finalmente, y como último aprendizaje de momento, porque me parece que las grabaciones de este cursillo de feminismo son unas cuantas, como el curso CEAC para aprender inglés en 100 lecciones, veo con estupefacción que la ministra piensa, como yo, que tenemos muchísimos privilegios frente a los hombres. Pero yo soy machista por decirlo a viva voz y querer renunciar a ellos y ella es feminista por largarlo en conversación privada como una cobra que enseña su lengua llena de veneno como aviso a paseantes.
En resumen, que para ser feminista y homófila hay que llamar a los homosexuales maricones pero sin referirse a su “opción sexual” (¿Han optado? ¿No era de nacimiento?) y hay que machacar a los hombres masculinos y despreciar a las nenazas a la vez que se sueña con un castigador. Finalmente, hay que ser tan cínica como para saber que se tienen infinidad de privilegios por ser mujer y seguir llorando por las esquinas a causa del inmenso sufrimiento y discriminación que nos oprime, a la vez que se pasa por caja porque las penas con euros son menos.
Me cuesta dejar de ser machista y homófoba. Yo no puedo, como mi ejemplar ministra, defensora de las mujeres y gayfriendly, despreciar a mujeres y homosexuales. En cambio, aborrezco los lobbies feminista y LGBTI, y su utilización de mujeres y homosexuales en propio beneficio. Todo lo hago al revés.
Aún más me cuesta no renunciar a mis muchos privilegios de mujer. Esos privilegios que suponen la discriminación de exactamente la mitad de mis seres queridos. Cada privilegio del que disfruto se me clava como una espina porque surge de un derecho que se ha arrebatado a mis hijos, a mi marido, a mis hermanos y a mis amigos. Y que no sólo me avergüenza, sino que soy consciente de que la factura será la más cara: la que se paga con el dolor y el sufrimiento de quienes amas. Un pacto con letra pequeña en el que vendes el alma de tus hombres queridos por treinta monedas de plata.
A veces me dan ganas de tirar la toalla y seguir siendo una machista homófoba. Pero debo progresar adecuadamente. Gracias ministra Delgado por mostrar el camino.
De momento, este sábado me han vuelto a prohibir otra conferencia en Morón de la Frontera por mis pecados. A Dolores Delgado la hubieran recibido con confeti.