Marcos tiene 16 años. Está recluido en un psiquiátrico del norte de España. Espera. Solo espera. Espera a cumplir 18 años para cambiarse de sexo. En sus brazos se adivinan los numerosos cortes que se ha hecho en los últimos meses. También tiene en su historial algunos intentos de suicidio. El último, beberse una botella de lejía. Lograron salvarle a tiempo.
Sus padres, desesperados, no logran persuadirle. Han recurrido a un sacerdote y ha vivido en una comunidad, querido y acogido, durante varios meses. Se ha sentido bien allí; se dio cuenta de que su cuerpo no le mentía: es un chico, un hombre, un varón. Y pareció que recuperaba la paz.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero en su cabeza seguía la obsesión: soy una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. Lo había leído en numerosos reportajes. En Twitter seguía a varios perfiles donde otros jóvenes explicaban su proceso de cambio de sexo. Los psicólogos le comenzaron a reforzar su obsesión: eres lo que te sientes; si te sientes mujer, eres mujer, aunque tu cuerpo grite, desde cada célula, lo contrario.
Se marchó de la comunidad y pidió ser ingresado en el centro donde varios adolescentes más aguardan a la ansiada mayoría de edad para proseguir con su sueño envenenado. Hay varios de estos centros por España, le contaron, donde a los chicos se les refuerza la idea de que son mujeres encerradas en el cuerpo de varones.
Creerse Dios
Los sanitarios que les dirigen no quieren problemas. A los chicos no se les ayuda a tratar su enfermedad (porque es de lo que se trata, simple y llanamente), sino que les «respetan» en sus decisiones, por disparatadas e inducidas que sean.
«Esos médicos y enfermeras no quieren cumplir su función de tratar a los chicos, porque no quieren líos cuando éstos alcancen la mayoría de edad y les puedan demandar por haber tratado de encauzarles», me cuenta dolido y con impotencia el sacerdote que trató el caso de Marcos.
«Eres lo que te sientes», les dicen. Es mentira. Es falso. Es la rebelión contra la propia Naturaleza. Es entronizar el ego: yo estoy por encima de lo que me muestra la biología, la psicología y el sentido común; lo que yo digo que soy, eso soy.
Siento lástima por Marcos y rabia por los que le están permitiendo seguir su deriva, sin importarles lo más mínimo el bien de la persona y buscando simplemente no tener problemas
Es la soberbia; es el «seréis como dioses» del Génesis, por lo que yo, y solo yo, tengo el derecho a decidir mi naturaleza. No importa que cada célula de mi cuerpo me grite que soy hombre o soy mujer, según mis cromosomas. Mi soberano yo decide lo que soy, y ni la Naturaleza me puede contradecir. Construyo a mi antojo. Me creo dios.
Siento lástima por Marcos. Y siento rabia por los que le están permitiendo seguir su deriva, sin importarles lo más mínimo el bien de la persona y buscando simplemente no tener problemas. Siento rabia también al ver a los políticos que permiten que se emplee a estos chicos como cobayas de su laboratorio de ingeniería social.
Con tal de arañar unos votos y de navegar en las aguas de la progresía y de lo políticamente correcto, son capaces hasta de vender su alma al diablo. Malditos sean todos los que juegan con las vidas de estas personas.
Rebelarse contra la naturaleza
Marcos fue feliz cuando se sentía acogido y acompañado. ¿Qué futuro tiene ahora? Dejó los estudios hace un año. A los 18, si nada lo remedia, se someterá a un cambio de sexo. Sus padres habrán perdido la batalla. Él, aunque no lo sepa, también.
Los medios de comunicación -malditos esbirros de la corrección política- nos presentarán casos como el de Marcos como un logro social y un avance en los derechos
Algunos dirán ingenuamente que será feliz cuando alcance su sueño envenenado de ser mujer. Nunca lo conseguirá, porque las hormonas no cambian la naturaleza de nuestras células, y seguramente comenzará un calvario. Muchos de estos chicos acaban ejerciendo la prostitución y caen en las drogas, el alcohol y los excesos. No son felices.
Los medios de comunicación -malditos esbirros de la corrección política- nos presentarán casos como el de Marcos como «un logro social», un «avance en los derechos y las libertades personales», «una seña de progreso de la sociedad», un «muro menos que coarta la libertad de cada uno por elegir lo que quiere ser en su vida». Y seguirán engañando a cientos, a miles, indicándoles que ése es el camino correcto.
Pero a mí me preocupa Marcos, y me preocupan los otros como él que perciben esta idea en sus cabezas de rebelarse contra la Naturaleza, y a los que nadie ayuda. Se trata de una realidad desconocida y siniestra, pero revestida de progreso, alegría y la bandera del arco iris.
Y mientras, Marcos espera, espera.