Me da la sensación de que cuando se habla de conciliación, buscamos la cuadratura del círculo. Creemos que utilizando las palabras mágicas ya podemos hacer el doble de cosas en el mismo espacio de tiempo y estar en dos sitios a la vez. Y eso es imposible. Cuando estamos trabajando no estamos en casa y cuando estamos en casa no estamos trabajando. No hay más vueltas que darle. La palabra conciliación no hace magia. Y además está ya tan manida que tiene un significado diluido, como medio difuso, que permite a cada cual utilizarla e interpretarla como le conviene.
Pero muchas veces se olvida una parte fundamental.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEs cierto que el desarrollo de nuestra carrera profesional es una parte importante de nuestra vida, no sólo porque hay que trabajar para ganarse el pan sino porque nos ayuda a crecer, desarrollarnos, servir a los demás y también disfrutar con nuestro trabajo, si tenemos la suerte de poder trabajar en lo que de verdad nos gusta.
Pero cuando nos casamos y tenemos hijos llega el momento de elegir, y toda elección implica renuncia. Pero una elección libre implica una renuncia alegre. Ésa es la palabrita mágica que se olvida o se esconde a propósito: renuncia, libre y con alegría.
Y no es que haya que renunciar totalmente a una de las cosas: o familia o trabajo. Pero sí tenemos que asumir que nuestra vida profesional se va a limitar al supeditarse a nuestra familia, con lo que eso conlleva en lo profesional y económico, o bien que si queremos mantener el ritmo, el puesto, horario y lugar, y alcanzar nuestra cima de éxito, tendremos que renunciar a una parte de nuestra vida familiar, perdiéndonos momentos, abrazos y risas. Y esto lo digo tanto para las mujeres como para los hombres, todos perdemos y ganamos algo con esa renuncia.
«Ellos no van a seguir tu horario para estar en casa cuando tú estés disponible, eso te corresponde a ti hacerlo»
Mientras los niños son pequeños, es como más evidente que necesitan que estés, para asegurarte de que no se abren la cabeza tirándose desde un árbol o porque están monísimos y queremos achucharles todo el tiempo y no perdernos el momento mágico de la lengua de trapo. Y parece que cuando crecen ya no haces tanta falta: se manejan solos, pasan mucho tiempo estudiando o salen por ahí con los amigos y no están en casa y si están muchas veces en lugar de hablar, gruñen.
Pero, aunque sé que es difícil y exige mucho lo que digo porque prolonga el tiempo de renuncia a la vida laboral plena, a mí me parece que cuando crecen hace casi más falta que estemos. Para poder ver qué cara traen al llegar a casa y saber si necesitan contarte algo o tú tienes que preguntarles, para que puedan explotar de alegría contigo porque han sacado un 9 en Mates o les han dado la plaza que querían, o también llorar porque se han peleado con sus amigas o con el novio. Estar ahí. Nunca sabes qué momento van a elegir para contarte cosas, cuándo necesitan que les escuches. Ellos pasan menos tiempo en casa, los horarios bailan, ya no siempre están ahí contigo hablando sin parar ¡¡a TODAS horas!!
Si tú estás, puedes no desaprovechar ninguna ocasión de ayudarles y acompañarles y disfrutar con ellos de esos momentos que cada vez son más escasos. Si no estás, o estás siempre liado, con el móvil en danza o delante del ordenador, eres tú el que se pierde ese momento y ellos buscarán otro a quien contárselo.
Ellos no van a seguir tu horario para estar en casa cuando tú estés disponible, eso te corresponde a ti hacerlo. Y creo que tampoco vale con llevártelos un rato a tomar una coca-cola a solas, ese famoso “ratito” con cada hijo que tanto se aconseja, y con razón, supongo. No pienses que porque estéis a solas los dos tranquilamente, va a ser ése el momento de abrirse, ni mucho menos, es muy posible que prefiera otro momento como “más disimulado”, menos forzado. O simplemente es que si no está acostumbrado a que estés y que siempre seas tú quien escuchas sus cosas, no te las va a contar por mucha coca-cola que le pongas delante; te contará algunas, para que te quedes contento y no achuches más, pero probablemente se callará muchas de “esas otras cosas”, las que de verdad necesita soltar.
«La renuncia a una parte de la vida profesional es más una ganancia que una renuncia. Creo que todo lo que la carrera profesional implica, que es mucho y muy valioso, queda reducido a casi nada al lado de un momento de auténtica y sincera intimidad con un hijo»
De los 14 a los 16 años, de repente dejas de tener niños en casa y pasas a tener “adultos”. De golpe y porrazo se hacen mayores y es cuando te das cuenta de lo poco que dura y que los hijos te lo prestan nada más que un ratito, ves que están empezando a irse de casa y ya no hay vuelta atrás. Por eso merece la pena exprimir y disfrutar cada momentito con ellos porque son momentos de auténtica felicidad. Y te das cuenta también, de manera mucho más evidente que antes, de que son personas diferentes a ti, con su criterio, sus ideas y sus opiniones.
Resulta que era verdad que estabas educando personas, formando vidas. Y no hay trabajo más importante, difícil y emocionante, ni de mayor responsabilidad que ése. Si tú no lo has hecho, lo habrán hecho otros en tu lugar. Y lo que tú no has vivido con ellos, ya no les quedará en el recuerdo ni en el corazón, ni a ti tampoco. Sólo en casa eres imprescindible.
Por eso, la renuncia a una parte de la vida profesional es más una ganancia que una renuncia. Creo que todo lo que la carrera profesional implica, que es mucho y muy valioso, queda reducido a casi nada al lado de un momento de auténtica y sincera intimidad con un hijo adolescente o las tardes de manualidades y cuentos con los pequeños.
La conciliación no es una palabrita mágica que vaya a hacer de tus hijos hombres y mujeres nobles por el hecho de utilizarla continuamente. Ni tampoco te va a regalar momentos con ellos si no has hecho una buena elección en tus prioridades. Tú eliges libremente cuáles son esas prioridades y recoges después los frutos que sembraste, pero no otros.
La conciliación tal y como nos la venden (éxito profesional arrollador y vida familiar plena) no existe, olvídate de eso; existe la renuncia a una de las dos cosas en mayor o menor medida, pero cuenta con que tendrás que renunciar.
Y luego, por supuesto, vendrán las exigencias sociales y políticas necesarias para lograr la flexibilidad, reducciones de jornada o jornadas intensivas y los cambios en el mundo laboral para que esa renuncia sea posible y resulte fácil y eficaz, claro que sí, porque es cierto que a veces te lo ponen muy difícil o casi imposible. Y en ello debemos implicarnos tanto nosotros como el mundo empresarial y político en bien de la familia, de las personas concretas y de la sociedad. El mundo laboral debe permitir y fomentar la verdadera conciliación, con las ventajas que le supone también, pero no se hace por intereses económicos o por no complicarse la vida. El mundo empresarial también tiene que aprender, como tú, a utilizar las palabras renuncia y ganancia o será la cuadratura del círculo.