En la pantalla, un niño de 12 años, vestido como una drag queen especialmente barroca, con los mismos gestos exagerados, rodeado de adultos, habla con sus fans. Uno del chat pregunta:
– ¿En qué se ha convertido el mundo?
Desmond, que es como se llama el niño, responde:
-Un mundo en el que los niños drag existen.
Una adulta replica:
-Y la gente se mete ketamina en el sofá.
Y Desmond, inmediatamente, responde haciendo un gesto de gesto de esnifar algo de su propia muñeca.
¿Qué le pasa a la modernidad con los niños? Nuestra cultura parece poseída por una horrible obsesión por destruir a los niños, ya físicamente antes de que nazcan, ya pervertirles, programarles, torcerles, manipularles de modo atroz, como hacen con la pobre Greta Thunberg, la sueca de 16 años a la que Aministía Internacional acaba de premiar por lo que es, esencialmente, alargar un día sus fines de semana y, ahora, tomarse un sorprendente año sabático a tan tierna edad, con el aplauso de quienes me quitarían la custodia de mis hijos si estuviera un año sin escolarizarlos.
Pero lo que hacen con Greta es benigno y casi del todo inocente comparado con la aberración pública, el abuso en vivo y en directo de Desmond is Amazing.
Al pobre Desmond Napoles -ese es su verdadero nombre- sus padres le visten de niña desde que tenía dos años
Desmond is Amazing es el ‘nombre artístico’ de una ‘drag queen’ de 12 años. Bueno, es evidente que no existen ‘drag queen’ de 12 años, sino padres que exhiben a su hijo en ese papel ante el mundo entero, que en lugar de indignarse y que le lluevan las denuncias por abuso infantil, aplaude. El Huffington Post le dedica una portada con su nombre, que es también una frase: Desmond es Asombroso. Y lo presentan en la publicación como “una inspiración”. ¿No es eso incitación al delito?
Al pobre Desmond Napoles -ese es su verdadero nombre- sus padres le visten de niña desde que tenía dos años. Dos. Imaginen sexualizar a un niño que apenas sabe hablar y que camina desde hace no mucho más de un año. Con nueve ya era un icono gay mundial, gracias a una foto en la que aparecía vestido con sus mejores galas en un desfile del Orgullo Gay, ese mismo evento por participar en el cual se pegan y se humillan los líderes de los partidos en España y del que es de rigo hablar con la reverencia con que antes de hablaba de una procesión de Semana Santa.
Si usted, cuando llega su hijo pequeño del cole y le cuenta lo que le han enseñado en clase, le corrige diciendo que no, que solo existen dos sexos, algo que ha sido durante toda la historia demasiado obvio para tener que recordarlo, puede meterse en un serio problema si el niño lo repite luego al profesor o profesora. Es un adoctrinamiento que nuestros mandarines se toman muy en serio, y en casos extremos se ha llegado a retirar a los padres la custodia de sus hijos por inculcarles ‘ideas erróneas’.
En cambio, los padres de Desmond llevan al niño a hacer striptease a clubes gays. Striptease ‘soft’, sí, pero striptease. Meneando el culo delante de pedófilos y recogiendo los billetes que le tiran. Y no pasa nada. No les multan, no les castigan, por supuesto, no les retiran la custodia del niño. Al revés: es un icono, una “inspiración”, como dice el Huffington Post.
Por supuesto, Desmond es un negocio, y solo hay que verlo en sus vídeos en ‘streaming’ en los que responde a sus fans, siempre rodeado de adultos, hablando como un adulto, para advertir la tragedia de este niño a plena luz del día.
La revista LGTBI ‘Out’, que le ha nombrado uno de sus personajes Out100 más influyentes del año, dice de él que es “un arcoiris de positividad”. No, Desmond es un niño a quien sus padres han convertido en la gallina de los huevos de oro condicionando su conducta sexual desde los dos años. En cualquier civilización normal, eso se castiga severamente. La nuestra lo premia.
La excusa, naturalmente, es que cualquier ataque contra lo que cualquiera con dos ojos llamaría un caso de abuso infantil es que quienes así reaccionan lo hacen movidos por el ‘odio’ y la ‘homofobia’, y que no hay nada ‘sexual’ en lo que hace el niño, que hay que tener la mente muy sucia para pensarlo.
Sí, seguramente un niño de 12 años contoneándose en un local gay vestido como una ‘drag queen’ no tiene nada de sexual para nadie, ¿verdad? Probablemente quienes le arrojan billetes de diez dólares están subvencionando el arte y la expresión corporal.
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